CRÓNICA
Identidad panzaverde, historias y nostalgia de los que se criaron entre pedazos de cuero

León, Gto. “Mi tierra es León, Guanajuato; de oficio soy zapatero, y en el merito Irapuato nació la joven que quiero: ella se crió entre las fresas, yo entre pedazos de cuero”.
Así cantaba Gerardo Reyes y le hubiera cantado a un gobernador que se crió entre cueros, de La Garita al Calvario pasando por el Barrio de Arriba, el pueblo que despojaron a los mulatos; que le cantara a un prolífico Rodolfo Herrera, que ha historiado a la independencia, la revolución, los barrios y ahora a esa identidad plasmada en su más reciente criatura historiográfica: ‘León en la Piel, Estampas de nuestra curtiduría en el tiempo’.
La obra
El gobernador Diego Sinhue Rodríguez se ha desbordado en loas a la tecnología y pide a la juventud que estudien ingeniería y no derecho, pero cuando de historia de su tierra y su barrio se trata, regresa al valor de las humanidades.
La frase de “La historia de las tenerías es en mucho la historia propia de León”, ilustra mucho el sentido de un trabajo que compila y ordena los documentos del Archivo Histórico Municipal de León (AHML) que Rodolfo ordena y sistematiza.
El libro presenta una investigación historiográfica sobre de la curtiduría en León; enfatiza los orígenes previos a la fundación formal de la Villa de León, su desarrollo en el Barrio de la Canal y en el Barrio de Arriba, además de su condición social, tecnológica, económica y territorial, con significativos retos en el presente y el futuro de la Ciudad.
Esta obra de Rodolfo Herrera Pérez es coeditada por el Instituto Estatal de la Cultura y Tlacuilo Ediciones. Presenta el inicio y desarrollo de la curtiduría sustentada en los documentos del Archivo Histórico Municipal de León.
Muestra nombres de los primeros maestros curtidores, técnicas ancestrales e ingredientes, datos de curtidurías que fueron trabajadas por generaciones en la época colonial, así como curtidores que ante los descubrimientos de los siglos posteriores, adoptaron nuevas técnicas, encontraron otros mercados y entraron en la dinámica global.
Trata de la integración de contextos históricos y sociales que dan lugar a la identidad peletera de esa ciudad: de las estancias a las haciendas para ilustrar los orígenes cuereros gracias a la ganadería; el Barrio de Arriba y el despojo sufrido por sus mulatos para convertirse en centro curtidor; las primeras familias que curtían la piel; el impetuoso siglo XIX, con su Julián de Obregón como gran promotor de la curtiduría; la industrialización que llegó en el siglo XX tras la revolución; y la industria curtidora en el nuevo milenio, con el retro ambiental por delante.
¿Por qué historiar a una de las dos industrias originarias de una ciudad que se ha diversificado, que presume al turismo de negocios y sus parques industriales que arman coches y fabrican llantas? Esa respuesta la puede dar la presentación de la obra.
A la sombra de San Sebastián
Museo de Historia de Guanajuato en el Polifórum Cultural de León. Rodolfo ha presentado sus libros regularmente en el AHML y el Museo de las Identidades, pero esta vez lo acompañaron presentadores diversos en un escenario más elegante.
Rodolfo Herrera, el autor, habló de su trabajo en el AHML para recopilar documentos y hacer la investigación, de cómo el editor Leopoldo Navarro, de Tlacuilo, le propuso el tema y cómo recibió el apoyo institucional. Las palabras de quienes le antecedieron refrendarían sus posturas.
Al realizar la investigación, encontraron cómo surgió la curtiduría en las instancias ganaderas en el siglo XVI, donde se criaban reses, cabras, ovejas y caballos para atender las necesidades de los mineros de Zacatecas, Guanajuato y Comanja.
En este lugar se desarrolló la curtiduría que durante cuatro siglos dio impulso e identidad a sus vecinos, quienes resistieron embates naturales y sociales para sobreponerse y apuntalar el desarrollo industrial junto con los fabricantes de calzado, hasta que las nuevas normas provocaron la salida de las curtidurías a parques industriales y las técnicas se modernizaron. Dijo que, ante la modernidad, entraron nuevos métodos para la curtiduría y serán nuevas tendencias de la historia leonesa.
Pero no fue el único que refirió a la historia para explicar a la identidad leonesa que busca motivar a nuevas generaciones para que sepan por qué se nos llama “panzas verdes”:
En un mundo de empresarios que corren tras el éxito, ejecutivos de película; hombres agresivos y enérgicos, con ambiciones políticas; que son prácticos, riegan flores de plástico y están al pendiente del celular (conste que la compuse y no la plagié a Serrat), existe un hombre amable y afable llamado Ramón Ascencio Villanueva.
Es el hombre culto de las industrias zapatera y cuerera, escritor de libros sobre personajes ilustres, relator del mundo del calzado esta vez no podía quedarse atrás con un excelente texto para presentar la obra de Rodolfo.
Ya la presidenta Municipal Alejandra Gutiérrez había hablado de la industria curtidora como una de las bases para la identidad leonesa; ahora correspondía a Ramón hacer las referencias históricas del porque el Valle de Señora, tierra originalmente de chupícuaros y guachichiles, y su origen ganadero que permitiría hacer del curtido una de las primeras industrias de una ciudad que nació agrícola para surtir de alimentos a los centros mineros de la región a costa de la guerra contra chichimecas.
Enriqueció la relatoría histórica plasmada en la obra al ilustrar elementos de identidad cultural de una ciudad que ahora tiene múltiples rubros de industria. Y así lo explicó:
León curtía, hace años, 30 mil cueros diarios; ahora curte 42 mil, pero ya no sólo para una industria del calzado que utiliza mucho material sintético: para asientos de autos y aviones.
El turno final fue para un gobernador al que le salió la casta leonesa. Recordó su niñez en el barrio de La Garita. Nativo de la calle Piña, se crió entre los cueros llevados a la báscula, creciendo en esa ciudad aún olorosa a provincia rancia, junto a su abuelo “El Paisa”.
Narró vivencias como las de trepar al cerro del Calvario en busca de ardillas, de La Famosa y las cantinas de la zona. Sobre el libro, dijo:
“Son estampas de nuestra curtiduría en el tiempo, de cómo se recorre la industria de grandeza, de una actividad fundamental y fundacional de nuestra ciudad; con este libro se honra la memoria y la historia. No se entiende León y no se entiende Guanajuato, sin la curtiduría”.
Añadió:
“Nuestra curtiduría es un gran ejemplo de que el trabajo todo lo vence; es un orgullo ser leonés, ser guanajuatense. No se entiende la grandeza de Guanajuato, si no se toma en cuenta a quienes estuvieron antes que nosotros”.
Narró la anécdota con el embajador yanqui y cómo le explicó que sombrero, botas y camioneta eran productos guanajuatenses, de que los obreros de León son valorados por los inversionistas extranjeros porque son trabajadores y “no son grillos” (sumisos, pues); contó el mito de los venenosos alacranes leoneses que están en el cuero traído a esta tierra, que es tierra de migrantes.
Y, como buen político y buen panista pro industrial, dejó las nostalgias de la niñez de lado para volver a ser gobernador y soltar datos materiales:
En León opera el 71 por ciento del total de las tenerías registradas en el país y esta industria es una importante proveedora de piel de las industrias automotriz y aeroespacial, pues aquí se hacen asientos para automóviles de alta gama y de aviones, por ejemplo.
“Hoy el reto es mayúsculo, porque hay que trabajar mucho con el capital humano y con la industria 4.0”, señaló ese hombre que sabe que la peste de la carne en descomposición de los cueros o la peste de las sustancias químicas del curtido son “olor a dinero”.
En el acto estuvieron, además de la alcaldesa, el gobernador, el autor y el comentarista, el editor Leopoldo Navarro, empresarios, periodistas, público en general y parte de esos seres extraños llamados “intelectuales” (frase mía, no plagiada a Rodrigo González).
Era tarde, fue día cansado y el olor del reportero era otro, nada ligado con el dinero (todo lo contrario); la única riqueza que queda es la lectura y llegar a tomar café mientras se repasaba “León en la piel”.