Es lo Cotidiano

Las horas

Leticia Ávila

Mario Levrero
Tachas 385

Devuélveme el mes de abril, anda, qué te cuesta. Haz como si no lo conocieras, como si lo hubieras disfrutado suficiente o como si te hubiera hartado.

Te regalo de él un par de horas, las que más te hayan gustado, las que no quieras olvidar; aunque todo olvidas.

No, definitivamente no te doy esos minutos de la primera vez. Sí, puedes tomar varios minutos de varios días de diferentes horas, pero justo esas no te las doy, esas son más mías que tuyas.  Que ¿por qué? ¿Ves cómo todo olvidas?

En esos minutos aún brillan tus ojos, aún me tiemblan las manos. En esos minutos comenzó una historia, se abrió la luz, se espantaron los cerrojos. Un pueblo completo, viejo, muy viejo, encontró su lugar en el mapa de la vida.

¡Vamos! Si no hemos reñido sobre quién se quedará con la mascota o los muebles, no le veo caso a pelear por unos cuántos minutos. Mira, seamos prudentes. El mes tiene 30 días, cada uno 24 horas… haciendo cuentas, tienes 43,200 minutos entre los que escoger. ¿Te parece bien si te doy el diez por ciento de ellos? ¡Son 72 horas! Fácilmente las puedes llenar con los breves recuerdos que disfrutaste, que realmente valoraste… muchos más de aquellos en los que te vi feliz. Minutos en los que no hablaste de muerte, en los que fuiste realmente tú.

No, de las dos horas de nuestra primera partida de póker, sólo te doy una. Fue la única que ocupaste en verme, en sentirme ahí, en sonreírme.

                                                                    Déjame llevarme tu sonrisa chueca.

Yo te dejo las victorias que te dejé ganar y el eterno humo de mi cajetilla de cigarros. Te intercambio esa hora por aquella del primer beso, con el temblor de tus manos en mi cintura y la sonrisa cómplice y satisfecha.

Sí, te dejo los minutos de los versos y los cuentos e historias compartidas. Sí, si en ellos se rebasa la cantidad total de los minutos convenidos te los doy porque los leí, conté y escribí para ti. Escoge los que más sientas tuyos; el resto de ellos se quedarán guardados en los meses siguientes, lo prometo.

Aprovecho para regalarte los minutos de las peleas en las que yo tenía razón y nos dejaron grandes enseñanzas que hasta sentimos que fortalecían el amor, en las que insistías en que tú ganabas y yo sonreía complacida.

No, con ello no ganas el mes completo; ¡por favor! Si hubo días en los que ni siquiera me recordabas o seguías de “caza”. Tuvimos tantas horas hablando de la muerte que tanto añorabas, de la excepción que hacías por mí físico, de que no deberías ni tocar los minutos ni los recuerdos.

Por supuesto que las horas de la serenata que te llevé, son tuyas, junto con las letras y bailes de todas las canciones que compartimos, que disfrutamos por igual, que nos mataron de risa y sueños.

Si ya habíamos hablado de los otros meses, ¿por qué quieres que tenga miedo de mayo? ¿Qué tenga miedo de ti?

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