POEMA
Puerto | Poema de Edgard Cardoza Bavo
Me cuido de tender muelles en previsión de naufragios.
Orillas donde haya tropos que me levanten del agua
y me den su boca a boca
para salvar mi palabra.
La sal se mete en mi sangre
con un rumor apagado que poco a poco se enciende,
me inventa,
me vuelve tierra,
para asomarse al espejo
del mar
de mis ojos yermos.
En cada figuración la estela vuelve al origen,
se puebla de saltos de ola,
se sacude reflejos
ejecuta una maroma y adquiere voz en mis labios.
La espuma en el arrecife estrena tacto de nube,
rebota contra el destello del sol,
al amanecer.
Un sabor de mar adentro está llegando a mi boca,
el bostezo:
pez fabulante que huye de mis olas de saliva.
El mar enfila sus naves a un horizonte de barro.
En esa blanda montaña
se está gestando un diluvio de imágenes desoladas,
para fundar el desierto
del Noé de tierra firme que odia a los animales
y lo único que equilibra
son los terrenos marchitos de una orilla y de otra orilla:
el mar con su sed de polvo,
la arena con su cansancio de estar entre dos mareas,
el hombre que vende pasos,
el pez que busca la tierra.
Para conjurar naufragios,
el mar se pone en la oreja,
como caracol de tierra,
el muelle de mis sentidos.