¿Tachas?
Principio del Santo Evangelio según San Marco de Plata
En aquel tiempo, dijo el Papa a los romanos: “Cuando viniere el hijo del hombre a la sede de nuestra majestad [Mt., XXV.31], decidle primero: “Amigo, ¿a qué has venido?” [Mt., XXVI.50].
“Y si él continúa llamando [Lc., I,8, etc] sin daros nada, arrojadlo a las tinieblas exteriores [Mt., XXV.50]”.
Y aconteció pues [Lc., I.8, etc.] que cierto clérigo fue a la corte del señor Papa y dio voces diciendo [Mt., XXV.22, etc.]: “Apiadaos de mí por lo menos vosotros, porteros del Papa, pues la mano de la pobreza me ha herido [Iob, XIX.21]. Yo soy ciertamente pobre y necesitado [Ps., XLIX.6], y por eso os pido que socorráis mi calamidad y miseria [Soph., I.15]”.
Pero ellos, al oír esto, se indignaron [Mt., V.26] en extremo y le dijeron: “Amigo, tu pobreza váyase contigo a la perdición [Act., VIII.20]. Hazte atrás, Satanás, pues no sabes [Mc., VIII.33] lo que puede el dinero. En verdad, en verdad, te digo que no entrarás en el goce de tu señor mientras no dieres hasta la última moneda [Mt., V.26]”
Así, el pobre se marchó y vendió [Mt., XIII.46] el manto y la túnica [I Esdr,. IX.3] y todo lo que tenía [Mt., XIII.44], y se lo dio a los cardenales, a los porteros y a los camarlengos.
Pero ellos dijeron: ¿Y qué es esto para tantos? [I Esdr., VI.9]”.
Y le echaron fuera [Io., IX.34], y saliendo fuera lloró amargamente [Mt., XXXVI.75], sin tener quien lo consolara [Lam., I.9].
Luego vino a la curia cierto clérigo rico, gordo, cebado, lustroso [Deut., XXXII,15] que en el motín había cometido un homicidio [Mc., XV.7; Lc., XXIII.19].
Este tal dio primero al portero, en segundo lugar al camarlengo, en tercer término a los cardenales. Y ellos determinaron que aún había que recibir más [Mt., XX.10].
Oyendo, pues, el señor Papa que los cardenales y criados habían recibido muchos regalos [Prov., VI.35] del clérigo, enfermó a punto de muerte [Phil., II.27].
Pero el rico le envió un electuario de oro y plata, y al instante sanó [Io., V.9].
Entonces el señor Papa, llamó a sí [Mt., XX.25] a los cardenales, a los criados y les dijo: “Hermanos, velad por que nadie [Hebr., III.12] os seduzca con vanas palabras [Eph., V.6]. Pues mi ejemplo os doy, para que, como yo recibo, así también vosotros recibáis [Io., XIII.15].