Ramón López Velarde, José Juan Tablada y Julio Torri están en el origen de la literatura contemporánea mexicana. A contrapunto de la pintura, que logró su plena expresión nacional (y universal, desde allí) con el muralismo mexicano y con los motivos nacionales desencadenados a partir de la lucha y de las guerras precedentes, la literatura encontró en la distancia su pleno desarrollo, sin menoscabar la Novela de la Revolución que puso a tiempo, muy a tiempo, en sus mejores obras y figuras, el verdadero alcance de los acontecimientos de 1910, pero que en su ropaje conservó los recursos del realismo y del naturalismo. La poesía, el ensayo y el relato de raigambre ateneísta caminarán su propia ruta, asociados al lenguaje, al contraste con los modernistas y contra el exceso narrativo de los prosistas de la guerra. De allí que estos tres escritores mexicanos ejecutaron su propia épica, desde las Letras, desde la añoranza, la perspicacia y el humor. Aquí, Zoar Román se habla de tú con el de Jerez y lo cuestiona, María Elena de la Torre García delinea las costuras modernistas de Tablada y Sandra Alvarado nos revela al maestro de la brevedad y la puya.

En poesía Miguel Ángel Chávez Díaz de León nos entera de la importancia de las nalgas en el desarrollo histórico de la especie y Yolanda Alonso nos regresa a las amistades sin precio ni consuelo una vez perdidas. En cuestión de atajos al pasado, Benjamín Morquecho hace memoria de su maestro Bucio y nos enseña los golpes bajos de Jean-Paul Sartre.

Jesús Madrigal Melchor nos ilustra sobre Metamateriales y Mónica Muñoz Muñoz toma la palabra en torno a las emociones y su relación con el dominio lingüístico en la vida.

Gerardo Ávalos y Alejandro García desentumen películas y libros y el Viborero está listo para seducir e introyectarse.