miércoles. 24.04.2024
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RESEÑA

Varias voces a veces suenan bien

Francisco Rangel

Varias voces a veces suenan bien

La Editorial La Rana acaba de sacar dos antologías. Las dos surgieron en talleres dados en la ciudad de León. Como siempre en una compilación, terminas por hacer tus favoritos o reconocer voces que pueden dar dentelladas a la escritura.

Comenzaré por Feria de la Realidad. 19 miradas; dividida en dos partes: poesía, con siete autores y cuento, con doce narradores. El primer poeta promete con su currículo, pero los dos poemas son sosos y no apuntan muy alto. De allí deje de leer las plicas biográficas. La siguiente autora tiene un sabor dramático, cierto aire de slam poetry, para gritarse en el mercado. Me gusta el final del segundo poema, casi melodramático, No hay problema, la vida/ está en otra parte. Pero sólo funciona dentro del todo que es objeto poema. Lucero García sufre de emoción. No es mala, sólo no usa todos sus recursos, se mide y genera medianías. Se le salen las costuras por las uniones y el gusto por Efraín Huerta y ese poema tan manoseado de Los Amorosos. Poesía recitable con entonación engolada. Lizbeth Orozco es del mundo feliz: el filosofema. Pero aun no concreta, ni para aforismo ni poema; ella es la más débil de la selección poética. Martha Helena Silva tiene extraños recursos entre la narrativa y las imágenes bucólicas; no puedo negar que me causan risa la falaz sexualidad que propone… como los chistes sexistas de Botellita de Jerez. Pero no hay un propósito mucho más allá, y eso le pesa al texto. Isay Tena, genera un pastiche similar al libro del gran amor. No es débil, pero ya no ofrece la novedad que reclama la poesía. La ultima poeta, Helena Blanco, tiene con qué hacer las cosas. Pero le falta trabajo, tiende a la dejadez… siempre busca atajos, evita hacer lo suyo, quiere evitar el fracaso. Lo que no entiende es que a través de ello es donde se consigue el trabajo, la pureza de un texto. Otra de las que tiene gran probabilidad de conseguir cosas fuertes.

La sección de cuento es otra cosa. Creo que mucha gente considera que hacer poesía es más fácil y por ello se lanzan por allí. En esta sección hay un par de textos muy buenos, pero ya llegaré a ellos. Patricia Bermúdez presenta dos microficciones, buenas pero con falta de maña. Descubre antes los finales y pierden tensión. Francisco Canales nos da también dos cuentos pero de terror gótico. Tienen fuerza, sólo había que quitarle paja y los dos funcionan muy bien. Claudia Daré hace que valga la pena comprar el libro. Ya que terminé de leer dos veces el texto reviso su plica, es brasileira. Por alguna razón ella escribe su cuento en una respiración extraña, casi todo es puro endecasílabo. Mantiene un ritmo preciso y no sé porque está en la sección de cuento siendo un poema en prosa. María Paz de León está en forma, puede crear una historia concreta, fuerte, con nivel de tensión; y puedo aceptar que no es el tipo de textos que yo leo y agradezco encontrarme uno que me atrape. Su segundo texto se cae, se engolosina al saber que puede manejar con destreza el lenguaje. Alejandro Martín del Campo es demasiado impreciso, la historia se descubre en el tercer párrafo, haciendo uso de la técnica menos atractiva de una historia (el sueño). Saúl Pérez-Zurdo se desborda de imaginación, y ante la falta de técnica se concentra en la ella. Fernando Quiroz es la parte débil de la sección. No hay imaginación, no hay técnica, hay anécdota que termina por perderse. Lo bueno es que todo eso lo quita el trabajo, puro trabajo y no todo lo que uno escribe vale la pena que los demás lo conozcan. Martha J. Ramírez es por quien yo apostaría en un rato. Tiene fuerza, inocencia y naturalidad, concreta, no alucina fácilmente pero aun se le nota el ser neófita. Pedro Omar Rivera suele ser muy intuitivo; poco inteligente para presentar sus historias, pero conecta con su lector. Su mayor problema es que él se considera mucho más inteligente que sus lectores, esto puede llevarlo a que uno cierre el texto y prenda la televisión. José Luis Rodríguez puede invitarte a leerlo, sólo le falta trabajo, mucho trabajo para que esos buenos inicios se concreten más adelante. No es necesario ser complicado para ser bueno, por el contrario, ser sencillo es mejor. Víctor Sotelo nos presenta una historia concreta, enmarcada en eso que se llama realismo sucio, técnicamente lo tiene todo, el problema es que no plantea nada nuevo. Sólo realismo sucio. Antonio Torres cierra el libro.

En Obra Negra es el trabajo de tres narradores elaborado en un taller sobre género negro. Lo agraciado del texto es que nos presentan tres caras del género y evitan (en lo posible) la narcoliteratura. Es decir, que todavía se puede escribir en México sin la susodicha temática. Comienza en el Realismo Sucio de Liliana Equihua. Posiblemente porque sea la más joven, también es la más débil de los tres autores. Sólo presenta un cuento y se le nota que no trabaja con tanta intensidad que los otros. Su valor está en su imaginación con la que puede superar el subgénero. Si los autores más afamados como Guillermo Fadanelli han hecho un batidillo sin sentido hasta transformarlo en mera literatura basura, Equihua se da cuenta que hay vida antes de la muerte; la profundidad humana, por superficial que sea, trastoca con su mirada las acciones humanas. Margarita Ortega nos entrega varios cuetos de corte soft boile (cuarto cerrado, suspense ligth, valores morales consecuentes), puede ser que el mote suene a consumo rápido y fácil de realizar… pero (y aquí los peros cuentan el doble o el triple) tratar de conectar con sencillez y meterte en temas cruentos para que brille el valor de lo bello sobre el moral no es fácil. Se le nota el gusto por la narrativa europea contemporánea y ciertos autores latinoamericanos de gran envergadura. Juanjo Cabello es el extranjero de esta antología. Nos trae Hard Boile, tiene las manos llenas de tinta, pero en su imaginación es sangre fresca. Muchas variantes, muchos juegos, mucha maña. Si este tipo le pega, supongo que tendrá muchos yonkys en la calle esperando sus frases.