viernes. 19.04.2024
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¿Tachas?

 

El Estado mexicano, a través de numerosas vicisitudes internas y externas, y de una serie de pruebas y contrapruebas, derivadas de su inicial acto de origen, como acto ideológico que le impedía estatuirse como diametral negación de la sociedad porfiriana, se ha ido afinando cada vez más, hasta llegar a su máxima expresión contemporánea como Estado ideológico total y totalizador. Cuando decimos Estado ideológico total, no se quiera ver en esto un  escamoteo de lo que constituye la naturaleza interna verdadera del Estado mexicano. La ideología no es metafísica ni extransensible. La ideología es una totalidad concreta operante y activa, que tiene sus raíces sólidamente establecidas en el compuesto social. El compuesto social en que el Estado mexicano arraiga, dentro de una magnitud circunstancialmente variable, lo constituyen las clases sociales, sin que deje por eso ser un Estado de la burguesía que encuentra su sostén más vigoroso en las grandes masas domesticadas de la clase obrera, los campesinos y las clases medias.

El secreto de esta dominación total no se encuentra en otra parte que en la total manipulación, por el Estado, del total de las relaciones sociales —o dicho de otro modo, así como el pueblo afirma que al pulque sólo le falta un grado para convertirse en carne, al Estado en México sólo le falta un grado para ser fascista.

En suma, éste es el mecanismo con el que funciona la democracia bárbara en México: la democracia ideal, puramente invocativa, como el traje de etiqueta con que se viste el chimpancé para su grotesca actuación el circo de la política mexicana.

José Revueltas