Un frasco de perfume vacío, sobreviviente del relleno sanitario, conserva los contornos imperturbables y persiste en su frágil inocencia. La virginal oquedad del corazón traslúcido no guarda más el aroma de los líquidos corruptos que llenaron su infortunio. Las cicatrices, en forma de olanes sarrosos, le adornan la transparencia. Entre el envase y nuestra propia evocación está su singular historia. ¿Recordará su fragancia primigenia? ¿Cuántos  días felices contaron sus vaporizaciones? Ya en contemplación, este objeto encontrado dejará correr su voz en otros contextos, nuevas asociaciones, revestimientos y contenidos,  hasta que una caída precisa la fragmente.

(De Objetuario)