sábado. 20.04.2024
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El padre Zavalita

Mónica Navarro

El padre Zavalita

Doña Carmen vende almuerzos y comida en la plaza de Yuriria, a un lado de su monumental iglesia y a unos pasos de la parada del autobús. Su comida es limpia, deliciosa, y la sazona con una atención de primera, mientras echa tortillas al comal y platica de la vida.

Recién había visitado el impresionante templo de San Agustín y me habían sorprendido los testimonios de milagros del padre Zavalita, que competía con toda ventaja contra los otros santos que son devocionados en el lugar, así que la pregunta salió simple: ¿quién fue el padre Zavalita? Doña Carmen sonrío, me miró y respondió rápidamente: un santo. Pero un hombre que también comía en el puesto me contó que el padre Zavalita se llamó Miguel Francisco. Fue hijo de un español y una indígena de la zona y vivió de 1869 a 1947. El comensal me aseguró que hacia milagros desde que estaba vivo, que le gustaba construir templos, y que los lugareños le tenían mucho respeto.

Según el testimonio del señor, el padre acudió al auxilio de los enfermos, muchas mujeres en labores de parto fueron auxiliadas por él y tenía el don de convertir en oro, cualquier objeto. La duda se reflejó en mi rostro cuando el narrador llegó a ese punto pero Doña Carmen, muy serena, permaneció callada, y cuando lo consideró conveniente me relató esto.

Ella vende desde hace décadas en el jardín, que ha visto pasar a muchos viajeros, fieles y lugareños, pero recordaba especialmente a un hombre que un día llegó y le contó que fue a Yuriria para agradecer los favores del padre Zavalita. Según el relato esta persona, siendo joven, partió al norte para buscar trabajo en Estados Unidos. Salió de casa con las bendiciones de su madre y bolsas de pinole y, antes de entrar al desierto, una botella de agua. Su trayecto fue como el de miles, angustioso y terrible, pero en un punto fue abandonado en el desierto y solo tenía su botella de agua y una bolsa de pinole. A pesar de la escasez decidió compartir su alimento, sabía que tal vez no sobreviviría, pero esa noche rezó y se encomendó al padre Zavalita, a quien su madre tenía en devoción. El testimonio de ese hombre es que al día siguiente había agua y pinole en su bolsa. Lo que le permitió sobrevivir y lograr su objetivo. En esa ocasión venía para agradecer el favor recibido años antes, su estabilidad económica y su vida misma.

El padre Zavalita aún espera el proceso de beatificación, pero en Yuriria ya es santo y vale la pena conocer Yuriria y su devoción por el cura.