martes. 24.06.2025
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La pantalla de la mente

Federico Urtaza

La pantalla de la mente

Las nuevas tecnologías nos producen más nostalgia que emoción, y vaya que ésta se ve minimizada por el ansia de consumir y, como cualquiera puede comprobar, el consumo es algo muy individual, muy personal, aunque el consumismo es algo rigurosamente colectivo.

Consumir se asocia con la satisfacción de necesidades reales o adoptadas, con el placer; el consumismo se enmarca en lo ideológico, con el sometimiento al afán de dominio y control del Poder.

Es inevitable y se enfatiza en la dinámica del capitalismo.

El Poder necesita controlar (mucho/brutalmente o poco/manipuladora mente), las mentes y los corazones de los individuos. Como sea, los masifica: es más cómodo, se igualan gustos, sueños, mitos, miedos y fantasmas.

Bueno, pero hablemos de cine.

Se ha hecho notable que las series televisivas parecieran desplazar el gusto del público del cine a la televisión.

Esto de ninguna manera es irrelevante: como cualquiera puede comprobar, hay diferencias profundas en la experiencia de enfrentarse a los dos tipos de pantallas. Incluso son experiencias social y sensorialmente distintas; vamos, son experiencias intelectuales diversas.

Frente a la tele las imágenes nos asaltan, sin dejar de lado que el entorno "familiar" nos hace sentir que tenemos el control de nuestra mente y nuestro entorno. En la sala de cine la luz se proyecta sobre la pantalla, la mirada "va" hacia lo que se ve en la pantalla, es por decir así, más "natural".

El avance de las series en cierta medida se apoya en el criterio cinematográfico, cine para la tele, pero no renuncia a los formatos y exigencias que le son propios.

Como producto de consumo, la serie genera expectativas como cualquier cuento que nos atrapa, pero también produce la ansiedad propia del consumismo. Aspiramos a adquirir satisfacción narrativa, cueste lo que cueste.

Y en buena medida, lo que llamamos cultura popular se asocia con la estandarización y la simplificación del gusto.

Lo que está presente en las series es la simplificación narrativa, apegándola estrictamente a los cánones aristotélico y hollywoodense, de tal modo que el producto es más emocional que intelectual.

No digo que todos debemos ser filósofos a la hora de ver una historia, así sea en la tele o en una sala de cine; pero tampoco supongo que se vale estar sentados con la boca abierta, babeantes, pasando el tiempo como en un ensayo de estar muertos.

Y de eso nos ocuparemos la semana que viene.