GUÍA DE LECTURA
Cuentos de hoy y ayer, Chimal + Morábito
Jaime Panqueva
El fin de semana pasado, dando una vuelta por la librería de la publicidad amarilla, me encontré con dos gratas sorpresas que no dudé en traerme a casa. Primero, porque siempre hay que aplaudir que se editen cuentos cuando la novela es absoluta emperatriz; segundo, porque se trataba de antologías avaladas por dos plumas reconocidas; y por último, la calidad de las ediciones.
La primera de ellas, Emergencias, cuentos mexicanos de jóvenes talentos (Lectorum, 2015), un compendio muy necesario y refrescante de relatos de autores diversos nacidos después de 1970. Un libro ideal para irlo desgranando poco a poco, para saborear las diferentes texturas. Lo he traído conmigo estos días para aprovechar los tiempos muertos, con algunos nombres de autores ya más o menos conocidos, Daniel Krauze, Raquel Castro, Paola Tinoco, Úrsula Fuentesberáin, Arturo Vallejo, Magali Velasco, y otros por conocer, de quienes valdría la pena hablar con más detalle en una futura oportunidad (déjenme acabar el libro). El formato es agradable y no aparenta en lo más mínimo ser un ejemplar de casi 200 páginas, con un precio que apenas rebasa los cien pesos.
El siguiente, en comparación, es un peso pesado; casi seiscientas páginas, pasta dura, extraordinarias ilustraciones a color de artistas mexicanos, más la pluma y arte colectora de Fabio Morábito. En Cuentos populares mexicanos (FCE, Nov.2014) se reúne la tradición narrativa oral de México, producto de una investigación y reescritura cuidadosas (la bibliografía no tiene desperdicio). En su introducción el compilador, con el fin de dimensionar la importancia del rescate de la tradición oral, evoca a dos rescatistas ejemplares del cuento popular, los Hermanos Grimm e Italo Calvino, lo cual no es descabellado al ver la variedad geográfica y el trabajo de reescritura realizados por Morábito. Vale destacar también un aparte que recalca, contra la opinión de muchos, el carácter adulto de una buena parte de la tradición oral, así como en otros pasajes su relación profunda con los monomitos o su inclusión en la literatura contemporánea. No sobra comentar que era el último ejemplar que quedaba en la librería, así que no dudé en desembolsar los $357. Ni modo, a veces hay que invertirle a la biblioteca. Eso sí, disfrutaré su lectura como debe hacerse con el coñac añejo, sorbo a sorbo.
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