domingo. 23.03.2025
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Starchild

Monchie Horror

De niño quería ser cosmonauta, rodeado de esa radiación verde, flotando en el espacio, en completo silencio… todavía a veces me voy a otros lugares que me recuerdan el cielo desierto, distante y helado. Me veo televisado, inquieto y paralizado a instantes, cada vez es más estrecho el punto de lo que no encuentro dentro de mí.

Yo era un monopatín aunque mi mamá prefería que fuera una enciclopedia, y hasta los 12 años jamás tomé en cuenta su opinión. Ya en el kinder yo tenía desarrollada una parte de mí que jamás escaparía a la melancolía, cada Navidad percibía todas las emociones del frío y el resfrío y todas esas noches que aguardaba encerrado en mi cuarto viendo caricaturas en VHS o escuchando la señal de radio estadounidense. Cada cierto tiempo me paralizaba, no sabía reaccionar a las multitudes, no sabía hacer amigos, me gustaba mi maestra y trataba de lastimarme para que me atendiera, nunca lloraba y sólo la contemplaba todo el rato hasta que mi abuela pasaba por mí.

De pequeño no hay odio, todo son piedras en el estómago y fuego, mis dientes de leche en el aire, todo es el cero absoluto, incluso la propia maldad es algo que jamás toca el ambiente. La materia se funde en la ventana, arena y pocas palabras, la radiación del televisor y un futuro que es como un agujero molecular en el techo.

Mi mamá me dijo cierta ocasión que "una vez que naciste en una ciudad pequeña estás jodido para siempre. No importa a dónde viajes ni dónde vivas, siempre serás un pueblerino y un ignorante. No importa realmente cuánto leas ni cuánta gente conozcas, nunca encajarás en ningún lugar al que vayas. Puedes incluso ser un genio, pero nunca dejarás de ser el genio que viene de la ciudad pequeña, rancho-pueblo, no importa, siempre serás un fraude". Yo jamás le creí a mi mamá hasta que crecí.

Cada primavera se descongelaban un poco las calles y salía a recorrer la ciudad. Era 1989 y brillaba tan poco que apenas podía aspirar a la mitad del flujo solar, había muy pocos nombres en mis labios y creía en tantos sentimientos nuevos, jamás había mirado el mar y casi siempre estaba solo, en el receso escolar escapaba detrás de los salones y leía un poco de Huckleberry Finn, Guardian entre el centeno, podía imaginar viendo al cielo los vampiros cósmicos flotando con sangre en gravedad cero, al despertar tenía mucha fiebre y no soportaba que nadie me tocara, me sumergía en el sillón en posición cervical y trataba fuertemente de desaparecer, es más fácil desvanecerse si jamás has conocido el final.

La desconexión sucedió tres años después. En el suelo no estás vivo ni muerto, casi todo es dolor alrededor, incluso a través de los visitantes, y tú puedes sentir cada emoción e incluso amplificarla pero no puedes hacer nada al respecto. No hay oscuridad realmente, tampoco miedo y todo carece de significado, tan sólo me queda observar desde afuera algunos cientos de años antes de irme.

Monchie Horror

Es académico de la Facultad de Artes de la UABC y escritor de narrativa experimental. Parte de su obra ha sido publicada en revistas científicas y literarias, antologías de narrativa y dentro de las actualizaciones de las redes sociales. Ha escrito y dirigido documentales y videos musicales experimentales. Colaboró como editor de la revista underground “Internacional Sistema Romance”. Es colaborador habitual en diversos proyectos electrónicos, escribiendo artículos sobre literatura, cine y música. El autor siente una fascinación por la cultura japonesa, la música indie, el cine de culto y la literatura subversiva.