Los huehuetlatolli: Su emisión, código, recepción y transmisión

Xenia Roseline Rodríguez González

Hijo mío, muchacho mío, escucha la palabra; coloca, dibuja en tu corazón
las   breves   sentencias  que  nos  dejaron  nuestros  hacedores
 los viejos y las viejas, los que contemplaron, gozaron
y  cuidaron las cosas de la tierra.  Aquí está
 lo que nos dieron a guardar.

Anónimo

 

 

El término huehuetlatolli es una composición nominal. La unión de dos elementos con significantes particulares que forman una nueva palabra. Del náhuatl: “Huehue, viejo, se usa lo mismo como sustantivo que como adjetivo […] tlatolli como elemento final, justo como el que examinamos, da también dos posibilidades: genitivo o adjetivo.”[1] Este último significa en español; plática o discurso, y en un sentido más amplio se puede traducir como palabra, y aunque palabra en náhuatl es tlajtolli, son vocablos muy cercanos que fácilmente pueden sustituirse entre sí.

Los mexicas tenían un fuerte sentido del deber, “Escuchad cómo se vive en la tierra, cómo se alcanza la misericordia de Tloque Nahuaque”[2]; entre ellos imperaba la moralidad que los hacía actuar conforme sus códigos. Los huehuetlatolli eran parte importante de esos códigos y consistían en narraciones, salutaciones, suplicas, pláticas, exhortaciones, consuelos, amonestaciones, entre otros, que tenían como objetivo principal educar a las personas en la práctica de la ya mencionada conducta moral:

 

Son los testimonios de la tradición de la sabiduría náhuatl expresados con un lenguaje que tiene grandes primores. Su contenido concierne a los principios y normas vigentes en el orden social, político y religioso del mundo náhuatl […] Podría decirse, en suma, que son estos textos la expresión más profunda del saber náhuatl acerca de lo que es y debe ser la vida humana en la tierra.[3]

 

Como ya se habrá notado, los huehuetlatolli constituían en gran medida el núcleo de lo que se podría entender a manera de retórica epidíctica[4] nahua, no sólo porque tenían funciones discursivas, sino también porque su estructura era muy cuidada, mediante un lenguaje sumamente refinado y embellecido con el uso de figuras retóricas como paralelismos, difrasismos y metáforas, con lo que se volvían auténticos “modelos discursivos en el arte de convencer y transmitir valores a través de la palabra.”[5]  Por lo tanto pertenecían no únicamente a la oratoria sino también, y parece que esta segunda función era aún más importante; a la pedagogía y didáctica del pueblo azteca.

 

A grandes rasgos se acepta que los huehuetlatolli eran pasados de padres a hijos, pero la dinámica de transmisión de estos, fue más compleja aun, porque la responsabilidad de recitarlos se valoraba tanto, que figuraban dentro del programa educativo del Calmecac, y es que para que los jóvenes pudieran sobresalir en la comunidad mexica, debían manejar el arte del buen hablar. “Se les enseñaba cuidadosamente el buen lenguaje, los buenos discursos. Y el que no hablaba bien o no saludaba a los que encontraba, luego se les punzaba con puntas de maguey”[6]; de esta manera la responsabilidad de dar estos sermones, caía con mayor frecuencia sobre los más viejos de la comunidad, por considerarse que la experiencia de los años era de gran estima.

Asimismo esta tarea la tenían por obligación los sacerdotes, los sabios, los progenitores, los abuelos y frecuentemente el tlatoani,[7]  quien era considerado madre y padre del pueblo. Los momentos de la vida azteca en que se requería pronunciar algún huehuetlatolli eran muchos, empezando desde el momento mismo del nacimiento: “Has venido a la vida, has nacido, que te mandó acá nuestro señor Tloque Nahuaque, el hacedor, el creador de la gente en la tierra.”[8] Cuando se amonestaba a los hijos para que llevaran una vida correcta: “Hijo mío, mi muchacho, hombrecito, escúchame, que acá te manda Nuestro Señor […] la palabra que voy a regalarte, mi maternidad, mi paternidad, con que cumpliré con mi deber.”[9] Cuando los niños o niñas estaban por entrar al Calmecac, era ocasión para que la familia se reuniera por considerársele algo muy especial, “aquí está tu madre y tu padre, de quienes naciste, más aunque hayas nacido de tu madre y de tu padre, es más madre tuya aún el que instruye, el que educa, el que te abre los ojos y los oídos, aquél en cuya mano está el castigo y la corrección”[10] en este momento de la vida a los niños se les explicaban los votos ofrecidos por ellos, a la vez de que la  preparación para entrar a la escuela consistía en hacerles conciencia del lugar que tenía ésta en sus vidas, tan importante, que incluso se emparejaba con el de los padres.

La palabra contenida en los huehuetlatolli era altamente cuidada, tenía que ser clara, pero agradable, no muy larga pero tampoco tan breve que no dijera lo necesario, enfática pero también se prestaba en algunos casos a la ambigüedad, simple, pero profunda. Pese a que sí se trata de composiciones sencillas, estaban bastante cuidadas en su forma y los elementos más frecuentemente utilizados eran como en el caso de la poesía, los que se encontraban en su entorno inmediato: “Aquí estás, mi hija, mi collar y pluma fina, mi criatura y mi hechura, lo rojo de mi sangre.”[11] Las valoraciones y referencias que hacían, eran con piedras preciosas, flores, cantos y plumas.

Entre los aztecas la palabra estaba asociada con el poder, por lo tanto no es extraño que los huhuetlatolli  hayan sido un género que rebasó su función original; dar consejo y guía, para formar parte del poder político, tampoco lo es que se conserve mayor número de estas obras que de otras, aunque de esto último hay una explicación, ya se dijo que la transmisión de estos discursos era oral, pero eso en el aspecto sincrónico, es decir en su contexto original y hablando del momento histórico, sin embargo al día de hoy, cuando se trata de buscar literatura prehispánica, son los huehuetlatolli  los textos que más abundan.

A la llegada de los españoles los encargados de la evangelización se toparon entre otras cosas con:

 

[…] todo este rico universo de ideas, expresado en un lenguaje henchido de metáforas, ‹‹antigua palabra››, noble y pulida, al ser conocido por algunos frailes como Andrés de Olmos, Bartolomé de las Casas y Bernardino de Sahagún, fue objeto de nuevas formas de valoración y aprecio. Tan llenas de sabiduría les parecieron estas pláticas que decidieron no sólo conservarlas como testimonio digno de recordación de la antigua cultura sino que quisieron aprovecharlas introduciendo en ellas –según vimos ya- algunos cambios y determinadas interpolaciones.[12]

 

Las modificaciones que sufrieron  los huehuetlatolli  consistieron principalmente en que al momento de paleografíar los códices de donde se tomaron, o transcribir al español otros que se recopilaban a través de testimonios orales hechos por los indios,  se cambiaron los nombres de sus dioses para poner al cristiano, a la virgen, a los ángeles o los santos, de tal suerte que con esto, los frailes obtuvieron un valioso instrumento para la evangelización de los indígenas y la cristalización del catolicismo en la nueva España.

Hablar de huehuetlatolli es dar una muestra más de la organizada cultura azteca que maravilló a los españoles, quienes recogieron y guardaron estos testimonios para la posteridad, sin importar demasiado que “no faltó en el mismo siglo XVI quien pusiera en duda la autenticidad de estas composiciones como derivadas de la antigua sabiduría indígena.”[13] En todo caso lo que sí importa, es que se rescataron y llegan hasta éste siglo para prolongar el testimonio de los in tzoniztaque in quaiztaque, “los de pelo blanco o cabeza blanca”, que en la mayoría de los casos eran ancianos, porque su sabiduría tenía una estrecha relación con la experiencia de vida, de cuyas voces aún resuena el eco.

 

 

 

FUENTES    

 

  • Salvador Díaz Cíntora, paleografía, versión, notas e índices de: huehuetlatolli, libro sexto del Códice Florentino. Universidad Nacional Autónoma de México, 1995, primera edición. México, D.F.

 

  • Miguel De León Portilla, Testimonios de la antigua palabra. Secretaria de Educación pública y Fondo de Cultura Económica. 1991, primera edición. México, D.F.

 

 

 

  • Miguel De León Portilla, Literaturas indígenas de México. Fondo de Cultura Económica. 1989, primera edición. México, D.F.

 

 

 

[1] Díaz Cíntora Salvador, huehuetlatolli libro sexto del Códice Florentino. P. 10.

[2] Ibidem. P.26.

[3] De León- Portilla Miguel, Testimonios de la antigua palabra. P. 23. 

[4] Género que, al igual que los huehuetlatolli, narra hechos cerrados, tiene como objetivo instruir valores y en él, el oyente no tiene un papel activo.

[5] http://www5.uva.es/castilla/index.php/castilla/article/view/220 Recuperado el 15 de septiembre de 2014 a las 2:07 p.m.

[6] Sahagún, Bernardino. Historia general de las cosas de la nueva España. P. 228.

[7] Término que en español significa “El que tiene la palabra”

[8] Op. Cít. Díaz Cíntora Salvador. P. 41.

[9] Ibídem. P. 75.

[10] Ibídem. P. 125.

[11] Ibídem. P. 41.

[12] De León- Portilla Miguel, Literaturas indígenas de México. P. 222.

[13] Ibídem. P. 199.