Síndrome de boca ardiente
León Plascencia Ñol

La Asociación Internacional para el Estudio del Dolor la define como una «entidad nosológica distintiva caracterizada por el incesante ardor oral o dolor similar en ausencia de cambios detectables en las mucosas» y como un «ardor doloroso en la lengua o en otras membranas mucosas orales», mientras que según el Subcomité de Clasificación de Cefaleas de la International Headache Society se trata de una «sensación de ardor intrabucal sin aparentes causas de origen médico u odontológico», con el nombre de «síndrome de la boca quemante». El dolor puede limitarse a la lengua o asociarse a otros síntomas, como sequedad subjetiva de la boca parestesias y alteraciones del gusto.
(Sensación primera bajo un cielo rojo)
Atravesamos carreteras bajo un cielo rojo, atrás los pastizales, tengo seco el mundo, la
garganta pulverizada y un punto negro al fondo de la línea que divide en dos el horizonte. El caserío en medio de la tierra blanca me provoca sequedad. Perdí la noción del gusto, hay alrededor una saliva espesa y continuamente la lengua arde. ¿Dónde está el cielo, los quemantes hielos de la Cordillera? Miles de voces vinieron. En algún lugar, alguien está furiosamente viajando hacia ti. (John Ashbery) Desde la Costa Este se pulsa una intención de nombrar las cosas por vez primera. Una curva en el Cajón del Maipo, cielos blancos y montañas blancas. Hay una patria inesperada.
(Atravesamos carreteras)
Las sombras son múltiples bajo el amanecer
de los rascacielos. Una figura borrosa,
una carretera alejada en medio de la bruma.
La mujer habla sola en un soliloquio de muertos.
Cielos rompidos, amurallados como una ciudad
sin nombre. Ella fue una niña, los ríos son
lo que no se menciona aquí. Una carretera
en las Rocallosas, la música aleteando en
el estéreo y cuatro caballos grises que pastan
sin prisa. Eran múltiples las voces. Mi cigarrillo
encendido es la única huella que puedo seguir.
(La única huella que puedo seguir)
Es eso. Una sensación de ardor en la boca. Pero es curioso, parece real.
No hay intención de mentir porque la nube parece real, es real el nombre,
la brisa en los acantilados. Es eso. Queman las palabras y tú te tiras en la grava,
despacio, desnuda. Allí la carretera. La vimos tantas veces que los muertos
nos esperan con cada vuelta. A veces también me quema el rostro
pero podría ser una alucinación; poco a poco estamos listos para el desequilibrio,
ya lo sabes. El enfoque que deseemos darle será distinto a nuestra
perplejidad. Somos gente corriente que viaja en un auto. Es eso. Y mi saliva
espesa, como una piedra molida. Algo nos protege a no lanzarnos sin protección.
¿Leíste el cuento de Shepard sobre el domador de caballos? También uno de los
personajes tenía un ligero ardor. O eso recuerdo, ya no sé sí estoy mintiendo.
Tuvimos un cambio del tiempo y las frases intermitentes surgieron derruidas
en ese tiempo sin tiempo que es una carretera casi vacía y cubierta de montañas.
(Weather: segunda versión sin nicotina)
No sé de dónde viene esta figura casi
como una sombra, casi
es una nube en mi sueño. La ventana abierta
por la noche, una playa
que no corresponde a esta escena y Chet
tocando Every Time We Say
Goodbye muy lento, una melodía
que puedes identificar. No hay nubes. Soñé
contigo y el ardor de mi lengua. Tengo escenas difusas:
caminamos por una calle arbolada que podría
ser Madrás o Lisboa o tu ciudad; soñé que
teníamos diálogos sueltos con ruido de fondo, luego
una carretera, una habitación iluminada
de manera tenue, un cielo rojo
–como la película de Antonioni o la canción
de José Alfredo–, una vasta llanura
y tu rostro en primer plano, palabras
ahogadas, una cocina, un jardín
con una bugambilia y no recuerdo
que más. Quisiera hacerlo. Escenas difusas
que la memoria intenta reconstruir
inútilmente. Soñé contigo. Hay una repetición
en la forma de modular los sonidos. Quizá
en el sueño, ahora lo recuerdo,
aparecía tu risa, la carretera oaxaqueña de fondo,
un auto a gran velocidad y a lo lejos
unas montañas áridas que no alcanzábamos. Eso es,
el lenguaje debe ser esas montañas. Chet Baker
se repite una y otra vez en ese cielo rojo. Toda
repetición es como el sonido
de los pelícanos lanzándose al agua. Soñé contigo,
tengo escenas difusas y una sensación imperceptible
de estar perdido al fondo del paisaje.
(Estar perdido al fondo del paisaje)
Teníamos igual fijeza, amor mío,
en el momento de nuestra pasión más alta:
el pez dorado
en el río inmóvil, la quietud
que avanza, el estado de gracia
en la caída del suicida, cállate
porque no había palabras.
(José Watanabe)
León Plascencia Ñol (jalisco, 1968). Poeta, narrador, editor y artista visual. Dirige filodecaballos. Ha ganado algunos premios nacionales e internacionales. Su libro más reciente es "el lenguaje privado". Pertenece al sistema nacional de creadores de arte de México.