Donde viven los monstruos es una película rarísima, en la que el tema principal es el efecto devastador de las drogas de diseño en la mente de un niño. Después de una regañadita mamerta por parte de su progenitora, Max, un escuincle ladilla que no aguanta nada, corre a refugiarse al dudoso mundo de su imaginación, donde conoce a unos peluches que parecen los primos obesos de los Critters. Con ellos de aliados, se dedica a dar toda suerte de piruetas hasta que lo coronan rey de alguna cosa. Una vez superado el trance conductista en el que el niño es premiado con una corona de latón, la historia cae en un bache narrativo del que no la sacaría ni una lluvia de sapos.

Tras varios sucesos sin importancia, Max se aburre de los monigotes felpudos, además de tener la sospecha de que los monstruos se lo quieren echar al plato. Al final, regresa a casa y sigue ejerciendo de chamaco jeringa, en algún tranquilo suburbio de cielo estrellado y macetas rojas.