Es lo Cotidiano

DUERMO SOLA (4)

Quema la vida, gástala toda

Giselle Ruiz​

Quema la vida, gástala toda

¿Cómo salgo del bloqueo de escritor? ¿Qué hago si mi pareja me engaña? ¿Qué será de mí cuando mis padres mueran? ¿Qué me pondré para la fiesta de esta noche? ¿Por qué mi vida no es como en la literatura? ¿Por qué no suena en el aire una maravillosa canción tal como sucede en el cine cuando beso a alguien? ¿Cómo le hago para tener cuerpo de modelo? ¿Qué pasa si no tengo acceso a una educación digna? ¿A quién culpo por los desastres de mi día a día? ¿Cómo dejo de sentir cansancio? ¿Por qué consienten tanto a mis hermanos? ¿Me voy de viaje o arreglo los faros del coche? ¿Cómo tener una mejor dieta si odio todo lo que es sano? ¿Estudio una maestría o sigo acumulando riqueza? ¿Me someto a un tratamiento reductivo? ¿Cómo hago para tener más dinero? ¿Cómo seguirme conteniendo ante esta sociedad y su falsa moralidad?  ¿Me corto el pelo? ¿Y si me critican por no querer tener hijos? ¿Qué si nunca trabajo en mi área profesional? ¿Qué haría si dejará de temer y encontrará las respuestas?

Cuando me voy a la cama intento hacerlo siempre con un libro en mano, si no queda más con el Smartphone, o si la situación ya es desesperada, con una estampa de oraciones fáciles que me induzca al sueño, esto como mero ejercicio de repetición mental. Lo cierto es que tengo graves problemas para encarar mis cuestionamientos. Lejos de responder, los evado uno a uno como profesional del escapismo. Supongo que a todos nos pasa, pero eso no significa que seamos normales, estemos en lo correcto o vivamos “felices”.

Hace unos días me corté el cabello y prácticamente me derrumbé; suena estúpido considerando que me he hecho cuatro tatuajes y lo que representan sí es permanente. Después de mucho pensar me di cuenta del conflicto que representa nuestros actos e imagen ante el resto de los seres humanos. Vivimos esperando la aceptación y no somos capaces de encerrarnos en nosotros mismos para buscarla en ese único lugar. Muchas de las preguntas podría contestarlas sin tropiezo si no pensara en el resto del mundo.

Saldría del bloqueo de escritor si no hubiera expectativas por parte del lector, asaltaría un banco para tener más dinero, me podría mis pantalones favoritos y los zapatos más cómodos para bailar toda la noche, moriría en un viaje maravilloso, viendo las olas crecer a pesar de las amenazas de tsunami, tiraría todas mis pertenencias y viviría en muchos lugares comiendo de lo que desechan esos restaurantes de autor si el capitalismo no nos dictara acumular más, amaría por el simple hecho de amar, sin condiciones, sin esperar absolutamente nada, viviría una historia de amor y horror del tipo “Lolita”, incluso buscaría a Nabokov y no a Humbert Humbert para hacer más morbosa la situación, me endeudaría terriblemente con tal de entrar a esos conciertos que quiero y que tengo anotados en una lista vieja.

Si la vida está afuera y las respuestas a nuestras limitantes las tenemos en las manos, en los pies y en el sistema linfático, ¿qué diantres haces leyéndome? Ni tú ni yo tenemos más tiempo para desperdiciarlo creándonos expectativas de lo que debería ser el amor, de lo que debería emocionarnos, de cómo ganar nuestro sustento, eso ni siquiera podemos contestarlo. ¿Qué esperas? Quema la vida, gástala toda. No me leas más, no por hoy, hay mucho por sentir.

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