DISFRUTES COTIDIANOS
Lecturas de Semana Mayor
Fernando Cuevas de la Garza
Aprovechando estos días en los que las rutinas se rompen y los espacios para el descanso y la reflexión pueden ser un poco más amplios, aquí hay un par de libros de diferente género que resultan buenos compañeros por la travesía de estos momentos. Ahí está el transcurso de la vida y las experiencias sobre la fe que se van articulando más allá de la realidad visible.
Mi reino no es de este mundo
Emmanuel Carrère (París, 1957) es uno de los más grandes escritores franceses de la actualidad que gusta moverse en un terreno anfibio conocido como la novela de no ficción, donde la realidad sirve de fuente para la recreación literaria: ahí están la escalofriante El adversario (1999), convertida en un filme dirigido por Nicol García en el 2002; Una novela rusa (2007), combinando sucesos trágicos y vuelta a los orígenes familiares; la intensa reflexión sobre la muerte y la pérdida De vidas ajenas (2009) y la biográfica Limónov (2011). Ha escrito ensayo y guiones para cine y televisión, e incluso dirigió la película La Moustache (2005), basada en su propia novela.
Con El Reino (2014; Anagrama, 2015), ganadora del premio Le Monde, construye un entramado que va de la confesión personal atravesada por una crisis afectiva y creativa con las creencias místicas como presencia constante, a la indagación histórica sobre la conformación del cristianismo como sistema de valores y creencias. A partir de una pluma privilegiada que igual comparte de primera mano asuntos personales que elabora un concienzudo relato bien fundamentado, el autor de Una semana en la nieve (1995) propone un viaje por las oportunidad y trampas de la fe.
En efecto, el epicentro de los apartados que conforman el libro es la naturaleza de la fe y sus misterios contrapuestos con la racionalidad lógica, mirada desde la experiencia personal de pérdida, recuperación y alejamiento, y como fenómeno colectivo con cierto enfoque de rebelión frente a las estructuras impuestas, así como, en sentido inverso, de impuesto discurso oficial que más conviene ser abrazado. Queda manifiesta la capacidad narrativa para dibujar un paisaje amplísimo de las creencias y ubicar la dimensión personal dentro de esta gran imagen llena de detalles.
El prólogo abre boca sintetizando las vivencias de los años noventa y entrados los dosmiles, para entrar a la primera parte que se concentra en la crisis experimentada entre 1990 y 1993 con ruptura matrimonial y dificultades creativas incluidas, campo fértil para entregarse a una intensa devoción católica. Además se recorren anécdotas relacionadas con la terapia, su participación en la escritura de la serie televisiva Les Revenants, la convivencia personas cercanas y con una estrafalaria niñera que había conocido a Philip K. Dick, referencia para el escritor parisino.
Al recorrer las páginas, uno va sintiendo que quien escribe es un amigo cercano que nos comparte sus tribulaciones entre un discreto sentido del humor y cierta liberación al poder expresar las angustias que lo acompañaron en estos años. De este abrazo efímero pero intenso de la fe católica nos vamos a los relatos sobre Pablo durante los años 50 a 58, los sucesos en Judea entre 58 a 60 y la vida de Lucas en Roma del 60 al 90, para concluir con un epílogo que jala la mirada de aquellos años y da un salto para regresarnos al 2014.
No hay amor más grande
El pequeño gran escritor Amos Oz (Jerusalén, 1939), pacifista y candidato permanente al Nobel, ha escrito poesía, ensayo, cuento, novela y literatura infantil, además de su obra mayor Una historia de amor y oscuridad (2002), una de las autobiografías más sentidas, interesantes y evocativas que se hayan escrito, con todo y su novelado y humorístico aderezo. Como se muestra en Contra el fanatismo (2006), Oz es uno de los pensadores esenciales para estos tiempos convulsos de tensiones étnicas y religiosas: su discurso está respaldado por la experiencia y el activismo.
Su trayectoria como novelista va de Quizás en otra parte (1966) a Entre amigos (2013) y ahora vuelve al género con Judas (2014; Siruela, 2015), relato que aborda las peripecias del joven Shmuel, que se ha quedado sin novia y sin recursos dada la crisis económica de sus padres; necesita buscar un medio para ganarse la vida, justo cuando estaba elaborando su tesis sobre la perspectiva de los judíos hacia Jesús y el papel desempeñado por Judas Iscariote, más allá del conocido rol de traidor que le asignan los evangelios bíblicos.
Consigue un empleo en Jerusalén donde debe cuidar a un vivaz y crítico anciano que vive con Atalia, una atractiva y misteriosa joven que de inmediato llama la atención del recién llegado, a pesar de las advertencias que ella misma le da para que no se enamore. En este contexto de transformación retoma la investigación sobre Judas, personaje que puede ser distinto al retrato tradicional: una vertiente de indagación es que era un hombre culto de una familia pudiente que, enviado para informar sobre las acciones de Jesús, termina prendado del predicador y de su mensaje, convencido de que debe organizar la crucifixión para que todo el mundo sea testigo de la inmediata resurrección.
La estructura que propone la novela, gracias a la brillante elocuencia del autor de La caja negra (1987), integra con absoluta soltura los pasajes de la investigación que paulatinamente comparte el joven, con la relación que establece tanto con el anciano como con el irremediable y luminoso objeto de su creciente deseo. Los intereses vitales del protagonista se van viendo irremediablemente vinculados entre experimentación sensual y la indagación erudita sobre uno de los personajes históricos más fascinantes y misteriosos que han existido, a quien también se le da voz en los capítulos finales.