jueves. 18.04.2024
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Breve recuento del nazismo

Eduardo Celaya Díaz

Breve recuento del nazismo

Aquel que dice ser el enviado de Dios
Está pronto para la guerra […]
No se oye ni un gemido, ni una queja.
La banda militar cubre sus voces.
Bertolt Brecht, “El Gran Desfile Alemán”[1]

Uno de los períodos históricos más cuestionados y analizados es el de entreguerras, específicamente el surgimiento de los fascismos y del nazismo en Alemania. El nazismo aparece en un momento de franca decadencia del liberalismo europeo, marcado por la barbarie de la Gran Guerra y los efectos de la Gran Depresión. Sobre el ideal europeo en el período, dice Eric Hobsbawm: “los valores que debían imperar en el estado y en la sociedad eran la razón, el debate público, la educación, la ciencia y el perfeccionamiento de la condición humana”.[2] Sin embargo, estos ideales se dejaron gradualmente a un lado, y el surgimiento de las ideologías fascistas, apoyadas desde la derecha, impulsaron el desarrollo de regímenes autoritarios, totalitarios, que promulgaron las fallas del racionalismo y el regreso a un pasado de base feudal, en el que el conservadurismo había de ser la guía de la nación.

Sin embargo, ni el surgimiento de los nacionalismos exacerbados en Europa, ni la misma fuerza que adquiere Hitler, son eventos casuales, ni parte de una teleología, como algunos pensadores de la época referían. Ante todo, “Hitler y el nacionalsocialismo se enmarcan en una prolongada tradición de la idea alemana del Estado”.[3]

El periodo en el que surgen las ideologías fascistas y se fundan los Estados totalitarios en Europa saca a la luz una buena cantidad de problemas por resolver. Este periodo puede aparecer como indignante para muchos estudiosos, y de cierta manera esa postura es justificada pero, ante todo, se debe buscar la explicación que pueda responder a todas estas preguntas.

Vale la pena hacer un breve recuento de las condiciones que impulsaron al pueblo alemán a abrazar la idea del fascismo y hacerlo parte de su vida.

El año de 1923 fue el de la gran inflación, y con esto aumentó la amenaza de una revolución proletaria apoyada por el Komintern. Un breve levantamiento en Hamburgo demostró que esta revolución no sería tolerada. Pero otras fuerzas se gestaban dentro de la misma Alemania. El mismo año, en Baviera, caracterizado por sus gobiernos de derecha, inició un proceso de protestas que llevó a un levantamiento armado en el que participa Hitler, acusando al gobierno de la República de Weimar de hacer alianzas con los países occidentales y con los judíos. Resultado de esta revuelta fue la prisión de varios miembros del partido nazi, impulsor de la revuelta y del propio Hitler.

La República de Weimar comenzó a desmoronarse en 1929. Esto coincide con la reaparición de Hitler como persona respetable, al lado de Hugenberg, y con los grandes triunfos electorales de los nazis entre 1930 y 1932. Este éxito en los votos fue más un resultado de la falta de apoyo en los otros partidos de derecha y del centro, votos que fueron a parar al partido nazi, que promulgaba una lucha abierta contra el comunismo y un claro antisemitismo explícito en su discurso. “Los nazis ofrecían por encima de todo vigor y acción”.[4]

El ascenso político del partido nazi representó un dilema para las clases políticas. Existían dos formas de tratar con ellos: o integrarlos al sistema o tratar de resistir su furia por la exclusión. Siendo la violencia uno de los medios legítimos que promulgaba el partido nazi, se apoyaban en las SA, brazo armado del nazismo.

Entre las primeras medidas de Hitler en el poder estuvieron el control de los medios de comunicación y las reuniones políticas, todo en nombre de la seguridad de la nación. Pero la principal característica de su régimen, desde el principio, fue el uso del terror como medio coercitivo de la población y de las mismas clases políticas. Como ejemplo, se puede hablar de la noche de los cuchillos largos. Esta matanza fue perpetrada por las SS, brazo armado personal del mismo Hitler.

El control por medio del terror y la violencia fue la constante en el régimen del partido nazi, además de programas como la Gleichschaltung, una política para hacer de Alemania un Estado totalitarista. Las ideas del nazismo crecieron en popularidad entre la población y los dirigentes del ejército por varias razones, pero especialmente por “la idea de que Alemania debía ser una potencia mundial y de que esta posición debía ser conseguida a través de la expansión territorial”.[5] La particularidad de Hitler y su régimen dictatorial fue el utilizar las ideas ya arraigadas en la población, como la necesidad de ser una superpotencia, la idea de la raza superior y el rencor ante los otros países europeos, que habían humillado a Alemania en el Tratado de Versalles. Por otro lado, la popularidad de los nazis se fundamenta sus promesas a la población, a quienes ofrecieron unidad, progreso, prosperidad, empleo, además de que impedirían la revolución comunista.

El fascismo, y más específicamente, el nazismo, deben ser analizados en sus ideas y raíces para comprender la popularidad del régimen de Hitler en el interior de Alemania. Los movimientos fascistas son, en esencia, un claro retroceso de las instituciones liberales. Esta amenaza procedía exclusivamente de la derecha, e incluso hay que considerar que en este período, ningún sistema de gobierno fue aplazado violentamente por la izquierda; siempre fueron gobiernos de derecha los que se implantaron por la fuerza en el poder. El fascismo se coloca así como una fuerza que lucha contra los regímenes liberales democráticos del siglo XX. Los regímenes fascistas no destacan por su postura ideológica, más bien carecen de ella, y se fundamentan en predicar la insuficiencia de la razón y del racionalismo.

El nazismo alemán no era realmente un movimiento tradicionalista. Simplemente denunciaba la emancipación liberal, aunque no recurrieron a la iglesia ni a la monarquía. “El pasado al que apelaban era un artificio”.[6] Por su oposición al liberalismo, no creía en la modernidad ni en el progreso, más bien se apoyaba en la xenofobia masiva, con el racismo como su expresión habitual. Esta serie de ideas hablaba directamente a la masa oprimida entre el capital y los movimientos obreros en ascenso, dando un apoyo simbólico a las grandes masas.

El nacionalsocialismo no significaba nacionalismo, ni mucho menos la distribución de la riqueza entre las clases oprimidas. Con estas etiquetas se buscaba llegar a la población. El deseo del régimen nazi era controlar a la mayor cantidad de población, hablando a cada clase social con las palabras que deseaba escuchar. “Todas las clases sociales se debían unir en una “comunidad nacional” (Volksgemeinschaft) para volver a hacer de Alemania una gran nación y recuperar el orgullo nacional”.[7] Estas propuestas llegaban especialmente a las clases medias y bajas de la sociedad europea, en particular a los estudiantes y a las grandes masas de ciudadanos pobres. A las clases terratenientes y acomodadas les prometía evitar la revolución proletaria, a las clases medias les procuraba empleo y la eliminación de la inflación, a las clases bajas les habló en un discurso conciliador.

Una vez en el poder, el Estado totalitario nazi aplicó varias medidas para controlar y mantener el orden que estaba estableciendo, medidas que afectaron en lo más íntimo a la población alemana.

El nazismo es uno de los fenómenos que más problemas enfrentan al investigarse, no tanto por la falta de fuentes o de análisis, sino por lo que significa en la historia de la humanidad. Rompió de tajo con la idea del desarrollo de la raza humana, con el avance de Europa como potencia en el mundo, con la mentalidad del hombre en camino a la perfección. Al investigar y conocer los métodos y razones internas del movimiento de Hitler, es aún más complicado llegar a entender la naturaleza de este periodo, pues uno incuestionablemente se debe preguntar ¿cómo la humanidad pudo llegar a ese grado de individualismo, de fanatismo por una idea?

Las razones se conocen, se explican, y se pueden llegar a comprender, pero la misma materia de las ciencias sociales, de la historia, nuestra propia naturaleza humana, nos impide ser todo lo críticos que debemos ser en un tema como éste.

***

Eduardo Celaya Díaz (Ciudad de México, 1984) es actor teatral, dramaturgo e historiador. Fundó el grupo de teatro independiente Un Perro Azul. Ha escrito varias piezas teatrales cortas, cuentos y ensayos históricos.

 

[1] Bertolt Brecht, Teatro completo III. Terror y miseria del Tercer Reich. Los fusiles de la madre Carrar. Los Horacios y los Curiacios, trad. de Raquel Warschaver, Buenos Aires, Ediciones Nueva Visión, 1981.

[2] Eric Hobsbawm, Historia del siglo XX, Buenos Aires, Crítica, 1998, p. 117.

[3] Karl Dietrich Bracher, La dictadura alemana, I. Génesis, estructura y consecuencias del nacionalsocialismo, Madrid, Alianza Editorial, 1973, p. 331.

[4] Parker, R.A.C., El siglo XX. Europa 1918-1945, México, Editorial Siglo XXI, 1978 (Historia Universal Siglo XXI, 34), p. 257.

[5] Ibid., p. 296.

[6] Op. Cit., Hobsbawm, p. 125.

[7] Norman Lowe, Guía ilustrada de la historia moderna, México, FCE, 1989, p. 527.

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