Los jóvenes airados: El Free Cinema
Javier Morales i García
El Free Cinema británico es uno de los grandes movimientos culturales de los años 60 y se presenta más comprometido socialmente que la Nouvelle Vague francesa. En las primeras películas surgidas en este movimiento se observa una voluntad de trastornar los tabúes sociales de la respetable sociedad inglesa y que arraigan en las clases menos privilegiadas, hasta entonces ausentes en las películas e incluso en las novelas. El Imperio se iba rompiendo con la aparición de un grupo de jóvenes artistas que fueron conocidos como "The Angry Young Men": los jóvenes airados. Tampoco cabe duda que esta denominación es un poco general, si se considera la diversidad ideológica de los artistas a quienes clasificaba. Sin embargo, novelistas como Allan Sillitoe, Doris Lessing, Colin Wilson; dramaturgos como John Osborne, Arnold Wesker y Anne Jellicoe; un crítico de teatro como Kenneth Tynan y un crítico y realizador cinematográfico como Lindsay Anderson, podían ser clasificados bajo esa etiqueta, ya que su plan era el mismo: innovar en la literatura, el teatro y el cine británicos, mediante una óptica socialista que exigía la necesidad de mostrar la Inglaterra que no salía en las postales para turistas. Todas sus obras destacan por la imposición de un ambiente determinado -los suburbios de las grandes ciudades- así como por la mitificación de un nuevo prototipo: el héroe o heroína de ascendencia proletaria, el representante de la working class elevando su voz para protestar por su vida o luchar por mejorar su condición social. Se trataba de personajes reales como la vida misma, una especie de neorrealismo británico totalmente opuesto a la irrealidad del viejo cine de las Islas. Lindsay Anderson decía que “lo que de verdad importa es la actitud, pues de ella nace el estilo.” No hacía sino definir las raíces del Free Cinema, el Cine Libre, que buscaba el realismo al mismo tiempo que rechazaba el capricho y la improvisación, alejándose de sus colegas franceses. Lindsay Anderson destaca entre la lista de nuevos cineastas gracias al famoso manifiesto llamado "¡Salga y Empuje!", que reclamaba para el cine inglés un mayor compromiso con la realidad diaria. Empezó con varios documentales y su primer largometraje fue el dram This Sporting Life (1963), con Richard Harris en el papel de un minero muy agresivo que es arrancado de su ambiente para convertirlo en jugador de rugby.
Pero fue la segunda película de Anderson la que más virulencia tuvo hacia los valores tradicionales. Era If…. (1968), film que relata la pequeña revolución de unos colegiales en un centro universitario inglés. Este título sigue manteniendo intacta su carga social y, con el resto de su carrera, Anderson demostró su compromiso con el Free Cinema: seis películas en 25 años.
Particularmente, me gusta mucho también O Lucky Man (1973), con una banda sonora fantástica.
Otro máximo referente del Free Cinema fue Karel Reisz, checoeslovaco emigrado a Inglaterra tras la muerte de sus padres en un campo de concentración nazi. Reisz venía de la teoría cinematográfica, pues había colaborado con revistas como Sight & Sound o la mítica Sequence, de tremendo prestigio aún hoy día. También escribió el libro The Technique of Film Editing, pieza clave del movimiento. Con su primera película, Saturday Night and Sunday Morning (1960), consiguió transmitir las frustraciones del joven proletariado inglés, a través de un personaje que bordó Albert Finney.
Con el mismo actor y una técnica neoexpresionista, realiza Night Must Fall en 1964 y después Morgan, A Suitable Case for Treatment en 1966, en donde aparece la siempre bella Vanessa Redgrave. También con ella rodó Isadora (1968), gran película a pesar de que fue un fracaso en su momento de estreno.
Tony Richardson es para muchos el más emblemático de los directores de este cine libre. Venía del teatro y de la crítica, y su asociación con el dramaturgo John Osborne fue muy comentada. El personaje de Jimmy Porter (Richard Burton) en Look Back in Anger (1959) se consideró como el gran ejemplo de Joven Airado. Richardson siempre se basaba en obras literarias o teatrales y les sacaba provecho.
La fama le llegó con Tom Jones (1963), que fue muy popular, y el escándalo le llegó con la adaptación de una obra teatral de la joven autora Shelag Delaney, que trastornaba los conceptos puritanos de la moral inglesa: A Taste of Honey de 1961.
Por último, cabe destacar The Loneliness of the Long Distance Runner de 1962, con conexiones con If…. de Anderson, dándole un golpe al toque fascista de ciertas instituciones. Richarson fue el primero en trabajar con Hollywood.
También hubo algunos cineastas-satélite que simularon incorporarse al Free Cinema, picoteando de su ideario cinematográfico y social. Algunos ejemplos serían Jack Clayton con Room at the Top (1958), John Schlesinger con A Kind of Loving (1962) y Billy Liar (1963) y Richard Lester con The Knack… And How To Get It (1965.)
El Free Cinema no fue tan sólo cosa de directores. Actores y actrices como el ya citado Albert Finney, el maravilloso Tom Courtenay, mi querida Rita Tushingham, el antipático Alan Bates, las misteriosas Susannah York y Mona Washbourne, David Warner, Terence Stamp, el grande de los grandes Michael Caine, entre otros. También hay qué nombrar al director de fotografía Walter Lasally, a músicos como John Addison o a directores artísticos como Ted Marshall, todos integrantes de un movimiento que nace con vocación compacta y unitaria. No hay qué olvidar que la convivencia artística fue fluida e intensa entre la mayoría de ellos, por lo menos por unos años antes de la tentación hollywoodense. La verdad es que a partir de 1964 la nueva promoción de cineastas estaba más pendiente de encontrar un compromiso entre calidad artística y espectáculo, pero siempre hubo ciertas excepciones, como Women in Love (1969) de Ken Russell, antes de que éste se lanzara a todas esas películas biográficas. Destacan en estos años posteriores cineastas como Anthony Harvey, Don Levy y Peter Watkins, cuyo Privilege (1967) ha quedado como crítica de las manipulaciones del capitalismo hacia un cantante pop (Paul Jones.)
En la misma línea estaba el título Expresso Bongo (1959) del afamado productor de serie B, Val Guest, con Laurence Harvey haciendo de agente artístico en plan pícaro. Antes de escribir este artículo me prometí a mí mismo no hablar de Cliff Richards, con aquellas películas tan alejadas de todo lo que significaba el Free Cinema... ¡No le sirve ni que rodase un título en las Islas Canarias! Dos títulos finales a nombrar serían la famosa Performance (1970) de Donald Cammel y Nicholas Roeg, con Mick Jagger y James Fox, y toda esa mitología espiritualista de la época en clave experimental, y Shakespeare Wallah (1965) de James Ivory, retratando una compañía de teatro que recorre Inglaterra, con el estallido del Swinging London rondando.
Hay imágenes que no se olvidan, como Julie Christie en Darling (1965) de John Schlesinger, el eterno arribismo social de Nothing But the Best (1963) de Clive 'The Caretaker' Donner, la inquietante The War Game (1966) de Peter Watkins... ¡incluso los Fab Four y sus locuras!
Sólo he hablado de cine, pero seguro que recuerdas a algún joven airado que, en su disciplina artística, trató de contar las cosas como las veía y no como las soñaba. Sirva este artículo como homenaje a todos esos artistas que cuentan la realidad que nos rodea y que critican la sociedad que nos ha tocado vivir... Y por supuesto: para ellos... los working class heroes… Un texto de La Vieja Ola.
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Javier Morales i García (Tenerife, España) es editor del fanzine Ecos de Sociedad, la publicación mod más longeva en Europa. Desde inicios de los 80, escribe, reseña y edita; hoy, Ecos puede leerse en ecos-de-sociedad.blogspot.com.es. Es obseso de la música y el cine.
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