viernes. 19.04.2024
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León baila con Los Hipper’s

Esteban Cisneros

León baila con Los Hipper’s

La aparente tranquilidad provinciana, frágil y muy engañosa, de la ciudad de León, comenzó a tambalearse en 1959. Un puñado de jóvenes rijosos comenzaron a tocar una música que nada tenía que ver con lo que sonaba en la radio, ni con las buenas costumbres que las familias celosamente cuidaban: un ruidero gringo llamado rock’n’roll. Estos chavales, audaces clasemedieros que se habían enamorado del cuatro-por-cuatro gracias a los discos de Bill Haley y Elvis Presley, tomaron sus guitarras y se pusieron a aprenderse las escalas discordantes de esa nueva música.

Jorge García Vargas, Manuel Ayala Delgado y José Carmelo Pastor Parra eran los nombres de la caterva del rock’n’roll. Inspirados e impulsados por Tito Ahumada y Armando Trejo, integrantes del legendario grupo defeño Los Blue Caps, se pusieron a lo suyo: hacer versiones de las canciones de Little Richard, Fats Domino y Larry Williams que les aceleraban el pulso y les hacían menear el chasis. Se hicieron llamar Los Blue Kings (en honor de Ahumada y Trejo.) Ya en 1960 se les unieron Edgar Martínez, Silverio Sánchez Lupercio y Ernesto Montiel.

Esteban Cisneros - Los Hippers

Estos primeros años 60 fueron de tensiones y cambios, de particiones muy visibles: lo tradicional contra lo novedoso, lo local contra lo exótico, lo familiar contra lo remolón. Algunos acontecimientos así lo evidenciaban: la proyección de películas juveniles se veía como una transgresión (los chavales querían imitar al Marlon Brando de The Wild One y comenzaron a cuestionar su entorno gracias a Rebelde sin causa), Bill Haley tocó en la ciudad en diciembre de 1961 y un escándalo trágico, la muerte de la jovencita Mary Chessman en un accidente de motocicleta, en una colonia Panorama aún desolada a finales de ese año, estuvo en boca de todos.

La culpa era, claro, de los “rebecos”, como se llamaba despectivamente a estos nuevos rebeldes sin causa. Las páginas de los periódicos se llenaban de notas sobre la delincuencia juvenil. La entonces más permisiva zona roja en el Barrio de Santiago fue señalada por los dedos inquisidores de los leoneses de cepa que veían cómo se derrumbaba el mundo seguro y castizo que habían construido. En 1962 se planeaba también la construcción de lo que ahora es el bulevar López Mateos, que recorrería la ciudad de norte a sur. La idea daba miedo a algunos.

Mientras tanto, los Blue Kings se convirtieron en Los Hipper’s, nombre que hace referencia a un barco destructor alemán de la Segunda Guerra Mundial. Y hacían cada vez más ruido en todo sentido: el ritmo era cada vez más macizo, las guitarras más fragorosas y su fama en la ciudad creció como hierba mala. En retrospectiva, la música y la actitud de los Hipper’s era relativamente desbravada, pero entonces resultaban un escándalo para bien y para mal. Las tardeadas y los guateques se hacían en salas y patios de casas de zonas “bien” de la ciudad, así como en el Club de Leones. Una fotografía [1] de una verbena del Día de las Madres aparece en El Heraldo de León en 1962; en ella, unos jovencísimos Hipper’s se ven cándidos y confiados, enfundados en suéteres césarcostianos (por ahí asoma un acordeón: ¿cómo debió haber sonado aquello?). El pie de foto los cataloga como grupo de twist, baile sensación en aquel ’62 dominado por Chubby Checker, ritmo en el que también incursionaron.

En una tocada de los Hipper’s uno podía escuchar lo que ahora se consideran clásicos del rock’n’roll, con letras tropicalizadas: ‘Lucila’, ‘Colina azul’, ‘Popotitos’, ‘Buen rock esta noche’, ‘Chica alborotada’ y hasta una versión de ‘Vuelve primavera’, obra maestra de sus adorados Blue Caps.

Nunca compusieron material original ni grabaron, pero permitieron que el rock’n’roll sucediera en León, y ése es motivo suficiente para considerarles como el primer capítulo en una posible historia de la música pop en la ciudad. En sus filas estuvieron también, esporádicamente, algunos músicos que luego integraron nuevas bandas. En la fotografía de El Heraldo se ve, al frente y con una mirada más fría, a un imberbe Jorge Aguilera que a mediados de los 60 formaría parte de los McCoys, grupo que se adaptó al estilo beatlesco de la Invasión Británica; ya en los 70 fundaría Los Free Minds, posiblemente el grupo leonés de rock clásico más reconocido.

Los Hipper’s se separaron en 1965, cuando el rock’n’roll ya había pasado. Surgieron nuevos grupos, nuevos sonidos, nuevas ideas: la ciudad había cambiado. Para entonces, León seguía desconcertada pero estaba claro que, por más que se le quisieron cerrar las puertas, la modernidad se había colado al Bajío. Ninguno de los integrantes originales del grupo continuó haciendo música: retomaron sus estudios, se consiguieron trabajos, formaron familias.

En 1987, más de veinte años después, algunos Hipper’s se reunieron para tocar en un par de fiestas y revivir el nombre, aprovechando para realizar una grabación de un LP para FonoMex. El disco salió en 1990 en LP y, aunque no tocan en él todos los miembros originales y la producción es muy ochentera, nos da una idea de cómo sonaban en aquellos años de candor, una época que parece lejanísima en el tiempo pero que fue la letra capital de una historia que, en muchas ocasiones, apenas se esbozó: la de la música pop en León.

[1] Nota: la fotografía de los Hipper’s aparecida en El Heraldo de León el 10 de mayo de 1962 fue aportada por Héctor Gómez Vargas, quien también ayudó con datos fundamentales para el presente texto. Que conste mi agradecimiento.

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Esteban Cisneros (León, Guanajuato) Panza verde, músico de tres acordes, lector, escritor, dandi entre basura. Cuanto sabe lo aprendió entre surcos de vinilo y vermú. Cree con fervor que la felicidad son los 37 minutos que dura el primer disco de Dexys Midnight Runners. Procura llevar una toalla a todos lados por si hay que hacer autoestop intergaláctico.

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