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MICHAEL JACKSON COMO SÍNTOMA: MEDIOLOGÍA Y ECONOMÍA POLÍTICA DE LA MÚSICA POP A FINALES DEL SIGLO XX (2)

El mañana no es suficiente

Héctor Gómez Vargas

El mañana no es suficiente

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De acuerdo con Jaques Attali (2011: 14), el cambio se instala más rápido en el ruido que en la sociedad. Retomando Los orígenes de la tragedia de Nietzsche, concibe a la música como una “metáfora de lo real”. Dice Attali:

Mozart o Bach reflejan el sueño de armonía de la burguesía mejor y antes que toda la teoría política del siglo XIX. Hay en las óperas de Cherubini un soplo revolucionario raramente alcanzable en el debate político. Joplin, Dylan o Hendrix dicen más sobre el sueño liberador de los años sesenta que ninguna teoría de la crisis.

Poner atención a la música, entonces, es colocar la mirada en la fábrica social que está en obra y actuando en la sensibilidad de las personas, algo que es difícil de visualizar o comprender por parte de las estructuras cognitivas generalizadas. Es un tanto como aquella expresión de Pete Townshend, narrada por Grail Marcus (2011: 10), cuando expresaba que al escuchar a los Sex Pistols, “lo que de inmediato te sorprende es que esto está sucediendo realmente”.

“Demasiada luz oscurece”, expresa Michel Maffesoli (2005: 42), quien siempre se ha decantado por un pensamiento social de las emergencias, y habla de aquellas miradas teóricas a quienes les cuesta trabajo atisbar aquellos movimientos sismológicos que todavía no son visibles para la mayoría, pero que están en marcha, casi cobrando un cuerpo social. Maffesoli (2005: 37) habla de una “transfiguración de lo político”, es decir, de lo que funda y da cuerpo a la sociedad misma, y ello implica acercarse a la vida social con una mirada y un ánimo que permita contemplar los mundos que están en gestación, la emergencia de nuevas sociabilidades por donde corre, fluye y se dirige la energía social, en el lugar donde se están configurando mundos y realidades socioculturales varias en gestación, en un proceso continuo por el cual se conjuntan tensiones y contradicciones diversas e interrelacionadas, con las cuales se crea una “armonía conflictiva” (2005: 38). Es, bajo ideas como las de Maffesoli, que la visión de Attali (2011: 15) de que escuchar la música es poner atención a los ruidos y desde ahí “darse cuenta de que su apropiación y su control es reflejo de poder, esencialmente político”.

La música de Michael Jackson, y su ruido secreto, el jacksonismo, ¿qué anunciaba que no podía ser expresado por un pensamiento sociocultural del momento y que en los tiempos que corren es posible darle un orden para lo que hoy está sucediendo realmente? A la manera de Pete Townshend, ¿qué es lo que hoy nos sorprende que estaba sucediendo a mediados de los ochenta con Michael Jackson como síntoma que hoy nos sorprende porque nos dice lo que estaba sucediendo realmente y porque nos permita atisbar lo que está sucediendo en estos tiempos realmente?

Avanzar a responder preguntas como las anteriores implica, entre otras muchas cosas, colocar la atención en el contexto que se ha gestado tanto en la época en que Michel Jackson llega a ser considerado como el rey del pop, como aquella en que muere biológicamente y renace como holograma en una entrega de premios de MTV. Entre otras es aquella mirada de Maffesoli sobre la transfiguración de lo político, o propuestas como la de Scott Lash y John Urry sobre el capitalismo de la post-organización que se mueve a través de una economía de signos, y que llevaría a considerar la propuesta de Jaques Attali (2011) sobre las fases de la economía política de la música, la manera como construyen una experiencia en el tiempo y en el espacio para crear relaciones sociales al estar juntos de determinada manera a través de la producción y distribución de un universo aural. A partir de ello podemos pensar varias cosas.

El punto de partida sería contemplar lo que ha sucedido con las transformaciones en la economía política, y a partir de ello tener en cuenta tres tendencias relativas a las nuevas maneras de considerar a la economía política: el contexto de la globalización y la sociedad de la información, el estrecho vínculo con el nuevo diseño de la cultura a partir de arquitectura del capitalismo social de las últimas décadas, la presencia y desarrollo de los medios de comunicación dentro de la articulación entre economía y cultura.

Con Vincent Mosco (2006: 59) se puede retomar una definición en sentido amplio como “el estudio del control y la supervivencia en la vida social”, que en un sentido estricto puede ser entendido como “el estudio de las relaciones sociales, particularmente las relaciones de poder, que mutuamente constituyen la producción, distribución y consumo de recursos, incluidos los recursos de la comunicación”, para desde ahí entender su propuesta de repensar a la economía política que pueda enfatizar “el cambio social, el proceso social y las relaciones sociales”. Dice Mosco (2006: 66):

Guiado por este principio, yo desarrollo un mapa sustancial de la economía política con tres procesos de entrada, empezando por la mercantilización, el proceso de transformar el uso para intercambiar valor, siguiendo por la espacialización, la transformación del espacio con el tiempo, o el proceso de extensión institucional, y finalmente la estructuración, el proceso de constituir estructuras como resultado de la acción social.

Es en esta mirada donde los tres procesos señalados por Mosco, la mercantilización, la espacialización y la estructuración, llevan a contemplar la interrelación de tres dimensiones del nuevo marco de transformación de la vida social: la sociedad de la información, la nueva cultura y los medios de comunicación, como un  nuevo entorno y ambiente que conforma la pauta para la producción y transformación social, de las relaciones sociales, las nuevas formas de estar juntos.

En sus reflexiones sobre las tendencias recientes de la economía política de la comunicación, Francisco Sierra (2009) destaca dos observaciones que realizan distintos teóricos de lo social y que para nuestro caso son pautas que nos interesa destacar para desarrollar nuestro argumento. En primer lugar la propuesta de Antonio Negri sobre el “obrero social”, y que se refiere a que, ante las alteraciones de la vida material, de lo real, por parte del nuevo capitalismo, significa “la extensión del proceso productivo a la totalidad de la sociedad, de cualquier actividad social” (2009: 153). En segundo lugar, Sierra comienza sus reflexiones a partir de la propuesta de Cees Hamelink, de que la relación entre comunicación y la industria “es una nueva exigencia de la actual estructura económica del mundo, dominada por el control financiero, la centralización de la industria del marketing y el control de la tecnología" (2009: 150).

En paralelo de esos entornos de construcción del vínculo de la comunicación y la industria, está la dimensión de las transformaciones de los medios de comunicación que en las últimas décadas han llegado a tener una presencia de corte atmosférica o ecológica, debido a su expansión y crecimiento hasta conformar un  conglomerado o una red de medios de comunicación y que desde esas extensiones o ampliaciones de organización y expansión se puede entender sus transformaciones de los noventa a la fecha (Winseck, 2011). Uno de los cambios más significativos en los medios es el tránsito en su operación social, al pasar de actuar como medios masivos de comunicación social a la mediatización de la sociedad con el paso de los medios tradicionales, a lo que se ha ido generalizando como los nuevos medios.

Terry Flew (2007: 21) señala que en la primera década del siglo XXI, los medios de comunicación alcanzan dimensiones globales, por lo cual pueden llegar a ser considerados como medios globales, sobre todo con la popularización del Internet que se dio a nivel mundial en la década de los noventa. Flew retoma a John B. Thompson para señalar que con la evolución de los medios de comunicación de masas en el siglo XX se van a conformar tres elementos interrelacionados que los definen en su acción en la sociedad: el poder que tienen y desarrollan los medios de comunicación, el mercado que abren y extienden, la cultura de la vida ordinaria que discurre, se produce y converge en y desde los medios. Es en esta interrelación donde Flew subraya la propuesta de Thomson, de que el principal tipo de poder que discurre de los medios de comunicación es el poder simbólico o cultural, que es la pauta como se expande a su dimensión como medios globales. Los medios son considerados como industrias de la conciencia, bajo una economía del signo.

Al comenzar a trabajar los medios globales, Flew hace la observación de que John B. Thompson considera que los medios de comunicación no son necesarios para entender a la modernidad porque son parte de su diseño y arquitectura, y desde ahí toma a los medios como una de las últimas expresiones de la producción de cultura y de un trabajo a partir del poder simbólico. Sin embargo, se puede señalar otra propuesta de Thomson (1998: 269) para entender a las sociedades modernas, y es la construcción del sujeto moderno que ha de actuar a la formación de la identidad personal, de su, recurriendo a distintos recursos para construir una identidad y nutrirla de continuo con materiales simbólico que provienen de distintas fuentes mediáticas. Además, para Thompson hay otro rasgo en los sujetos modernos: los materiales que emplean para la construcción de la auto-identidad no necesariamente provienen de la vida material inmediata, sino de un mundo simbólico que se produce y le llega desde los entornos globales, que son los recursos desde los cuales organiza su vida cotidiana, y son los materiales que orientan su vida simbólica, emocional y afectiva, es decir, su vida social y sus relaciones sociales. Para Thomson (1998: 287), una de las últimas manifestaciones del proyecto de la sociedad moderna para crear sujetos modernos, es a la manera como se crea a los fans por medio de un mundo de fans, el fandom.

Finalmente está la cultura del nuevo capitalismo. Richard Sennett (2006: 11) habla de un mundo que se desestructura con el nuevo capitalismo y emergen nuevas formas de estar cuando las instituciones del viejo capitalismo se fracturan. Uno de los recursos del nuevo capitalismo es la introducción de un tiempo organizado que se acopla a la temporalidad de las instituciones sociales, que deviene tanto en nuevas relaciones sociales como en nuevos procedimientos para la construcción del yo, las necesarias narrativas y procedimientos de los individuos, tanto para comprenderse a sí mismos, como para moverse en la nueva vida social. De ello emerge un fenómeno importante para la vida social y las formas de estar juntos de los individuos: las políticas del consumo que se instalan como las maneras de habitar la nueva realidad del nuevo capitalismo, de cristalizar y dar sentido a la vida y subjetividad personal. Dice Sennett (2006: 123):

El consumo de bienes desempeña un papel decisivo en la complementación y legitimación de estas experiencias. Cuando la gente se dedica a comprar cosas, parece deseable estimular la pasión que se autoconsume. Y lo que parece en dos sentidos: uno directo, el otro sutil. El primero se da a través de las marcas, el otro a través de los atributos de poder y potencialidad a las cosas que se va a comprar.

Para Sennett (2006: 133), el consumo será la manera como se logra el vínculo con los nuevos tiempos del capitalismo actual, lo dinamiza y lo desarrolla a través de la gestión de políticas de la subjetividad, como el caso de la raza, el género, la sexualidad (Stevenson, Jackson, Brooks: 2000), que, por la obra del mercado en tiempos globales, dinamizado por los medios globales y expandido a toda actividad de las nuevas relaciones de producción, son la fuerza que mueve y otorga potencia a los individuos.

Continuará.

***

Héctor Gómez Vargas (León, Guanajuato, 1959) es autor de libros sobre cultura popular y subculturas, la radio, la música y los fans en el siglo XXI. Es doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Colima, investigador del SNI y académico en la Universidad Iberoamericana León.

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Bibliografía

 

Attali, J. (2011). Ruidos: Ensayo sobre la economía política de la música. México: Siglo XXI, primera reimpresión.

Flew, T. (2007). Understanding global media. New York: Palgrave MacMillan.

Frith, S. The sociology of rock. London: Constable.

Frith, S. (2003). “Música e identidad”, Hall, S. y du Gay, P. (comps.), Cuestiones de identidad cultural. Buenos Aires: Amorrourtu.

Kureishi, H. (2004). Soñar y Contar. Barcelona: Anagrama.

Lash, S. y Urry, J. (1998). Economías de signos y espacios: Sobre el capitalismo de la posorganización. Buenos Aires: Amorrourtu.

Maffesoli, M. (2005). La transfiguración de lo político: La tribalización del mundo posmoderno. México: Herder.

Marcus, G. (2011). Rastros de carmín: Una historia secreta del siglo XX. Barcelona: Anagrama: 4ª edición.

Mcluhan, M. La galaxia Gutenberg. Génesis del Homo Typographicus. Madrid: Aguilar.

Mosco, V. (2006). “La Economía Política de la Comunicación: una actualización diez años después”, CIC Cuadernos de Información y Comunicación, Vol. 11.

Reynolds, S. (2012). Retromanía: La adicción del pop a su propio pasado. Buenos Aires: Caja Negra.

Reynolds, S. (2013). Postpunk: Romper todo y empezar de nuevo. Buenos Aires: Caja Negra.

Sennett, R. (2006). La cultura del nuevo capitalismo. Barcelona: Anagrama.

Sierra, F. (2009). “Economía política de la comunicación y teoría crítica. Apuntes y tendencias”, I/C- Revista Científica de Información y Comunicación, No. 6.

Stevenson, N., Jackson, P. y Brooks, K. (2000). “The politics of new men´s lifestyle magazines”, European Journal of Cultural Studies, Vol. 3 (3).

Thompson, J. (1993). Ideología y cultura moderna: Teoría crítica social en la era de la comunicación de masas. México: Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco.

Thompson, J. (1998). Los medios y la modernidad: Una teoría de los medios de comunicación. Barcelona: Paidós.

Williams, R. (1982). Cultura: Sociología de la comunicación y del arte. Barcelona: Paidós.

Winseck, D. (2011). “The Political Economies of Media and Transformations of the Global Media Industries”. Winseck, D y Yong Jin, D. (editors), The Political Economies of Media: The Transformation of the Global Media Industries, London: Bloomsbury Academic.