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Redes Sociales y Activismo LGBTQ: A razón de Pulse y la Madame

Natalia Bieletto Bueno

Redes Sociales y Activismo LGBTQ: A razón de Pulse y la Madame

Las redes sociales virtuales han transformado la forma en que interactuamos. Para bien o para mal, facebook y plataformas similares han tenido una incidencia considerable en las formas en que nos informamos, en cómo dispersamos dicha información y en los modos en que manifestamos nuestras opinones. En los días que corren, puntos de vista  sobre temas sociales, culturales y políticos se ilustran mediante fotos, memes o por medio de animaciones en formato Giff, tiñiéndolas a menudo de tintes cómicos o deliberadamente tergiversando información (los llamados “hoax”). Haciendo una analogía con los “periódicos murales” de antaño, estos muros virtuales pueden contribuir a desarrollar la creatividad y las habilidades sociales de sus usuarios, a fomentar el diálogo, el intercambio de opiniones y la elaboracion de comentarios, así como a  desarrollar en sus usuarios la capacidad crítica y analítica a la vista de noticias, sucesos actuales, efemérides y temas controversiales.  Por lo anterior, muchos usuarios han decidido utilizar su perfil como escaparate de su ejercicio activista sobre las causas que les importan.  

A diferencia de los muros informativos escolares que  gestionaba uno o varios profesores, las redes sociales por lo general obedecen a una lógica de auto-regulación. Paradójicamente, quien publica de este tipo de infografías y opiniones ilustradas rara vez es autor@ del mismo. Por lo general,  su actuación se limita a “repostear” las imágenes que algun otro desconocido intervino o creó.  Si bien  quien hace el posteo parece tener  la intención de abrir el debate sobre algún tema, en la mayoría de los casos la publicación se hace con la esperanza de obtener el mayor número de “likes”.  Cuando esto no ocurre, es decir,  cuando las reacciones de los “amigos” del autor del posteo son contrarias a su opinón, es común observar frases de defensa en las que recrimina a sus interlocutores no respetar su derecho de libre expresión.   En algunos casos, el autor reconsidera su publicación y decide borrarla de su muro. En casos más extremos,  filtra su muro de supuestos “amigos”, conservando sólo a aquéllos que comparten sus puntos de vista.

Asi fue al menos el caso de una de mis “amigas”, quien el 5 de junio del 2016 publicó un par de fotos cuyo contexto es, al parecer,  el de una marcha del orgullo LGBTQ. En el primer cuadro se ve a un niño bailando con un colorido vestido. La leyenda que acompaña la imagen sirve para asociarla con la pedofilia (la arbitraria asociación queda a juicio del lector). El segundo cuadro muestra el claro gesto de disgusto de un niño, ante la vista de lo que parece ser la genitalia de uno de los participantes del desfile. Enseguida se critica la “falta de criterio” del adulto responsable de llevar al niño a dicho evento.  En la tercera se observa a una pareja bailando algo que bien pudiera ser un reggeaton, y se acusa a los fotografíados de “delincuentes” por realizar un acto sexual en público (!). La segunda foto muestra a una pareja de varones que desfilan en el evento, portando indumentaria asociada con prácticas sadomasoquistas.  Los acompañan dos menores, uno de los cuales porta una bandera de la diversidad.

 

Al pie de la imagen se podia leer :“Este es el claro ejemplo de la generación de niños que se estan formando y lo que se esta pasando en países que aprobaron la adopción de niños por parejas del mismo sexo.”

Las reacciones no se hicieron esperar, lo que tal vez cumplía las expectativas de la autora de la publicación. Varios puntos sensibles despertaron nuestras reaciones: Claramente, el primero de ellos fue la falsa suposición, implícita en el comentario bajo la foto, de que la adopción por parejas homesexuales determinaría las nuevas generaciones de niños.  El punto fue fácilmente desmitificado por los participantes de nuestra conversacion, algunos de los cuales se auto-identificaron como “gays”. Rápidamente se calificó a la foto como el producto de un pre-juicio que asociaba la orientación sexual de un niño con la de sus padres. El punto fue criticado y descartado. “La conducta sexual de un niño no tiene nada que ver con la orientación sexual de los padres, como bien demuestran los homosexuales que fueron criados por padres hetero.” Al parecer, podíamos estar tranquilos: los padres no serían una “mala” influencia en la sexualidad de los hijos y fin de la historia. No pude sino sorprenderme ante las respuestas, pues mostraban la creencia tácita de que, incluso si esto fuera verdad, (es decir, si un hijo de padres homosexuales resultara también serlo), eso representaría un problema. ¿Acaso no hay arquitectos cuyos padres también lo fueron? 

Luego de que el tema de la “influencia en las siguientes generaciones” fuera descartado, el debate giró hacia el supuesto exhibicionismo gay.  En la conversación destaqué que la manipulación discursiva de las imágenes, asociaba de manera arbitraria y prejuiciosa la semi-desnudez,  los “alardes”  y la ejecución de bailes eróticos en público de los homosexuales, con la “pedofilia”, la “falta de criterio”, la “perversión” y los “delitos”. Algunas participantes en la cyber conversación dejaron muy claras sus posturas conservadoras, intentando velar, a mi juicio sin éxito, una homofobia disfrazada de “tolerancia.” 

Jua jua no hay nadie que defienda más a la comunidad que yo. Pero creo que hay idiotas hetero y homo. Simplemente estas actitudes y los casos de pederastas gay me hacen pensar que no es el mejor lugar de un niño!!! No digo que todos sean pervertidos y exhibicionistas!! Lo más valioso son los niños y hay que protegerlos no de los gays sino de lo que no está bien, sea de la raza, el sexo,  o el color que sea.

Yo para mostrar que soy heterosexual no necesito mostrarme con mi pareja en la calle, ya sea tocándonos o teniendo acto sexual para demostrarlo! Desafortunadamente las marchas gay u homosexuales se muestran casi sin ropa, y haciendo alarde de su preferencia sexual! Por mi pueden elegir su forma de vida, pero una pareja homosexual no debe tener niños a su cargo, ya que ellos necesitan una madre y un padre!

En su opinión, la cosa era muy clara: “no estaba bien” y punto final. Una más se “curaba en salud” y se defendia de antemano, reposteando otra opinión igualmente  intransigente:  “Los homosexuales viven discriminando a la gente pobre, gorda y fea, pero si te metes con ellos eres un maldito enfermo homofóbico”.

Toda mi vida he convivido con juicios similares. De alguna manera estoy habituada a escuchar frases que estigmatizan, incriminan y bestializan directa o veladamente a la comunidad homosexual. He visto los efectos de estos temores conservadores en mis familiares cercanos, mis más queridos amigos, mis profesores, mis alumnos, en mí misma y tristemente, en la sociedad en general. Por eso, ante tales pre-juicios reacciono, provoco y combato. De tal modo,  la opinión conservadora de mi “amiga” y las suyas era de algún modo “común”.  Sin embargo, lo que en esta ocasión más llamó mi atención y provocó mi alarma, fueron las respuestas de algunas personas que en nuestro intercambio se identificaban como homosexuales : “No todos los homosexuales somos exhibicionistas,” “No hay que generalizar”, o “Por unos cuantos se nos juzga a todos.” Como si esos cuantos, pensaba yo, estuvieran mal por vestirse, bailar o desfilar del modo en que lo hacen.

En mi opinón, la causa que llevaba a mi amiga a calificar a las personas en la imagen de “idiotas” y “faltos de criterio”  era la desinformación. Las marchas del orgullo gay han servido para dar visibilidad a la lucha de una comunidad en resistencia y que ha sufrido discriminación histórica. Por eso suelen ser tan "escandalosas": justamente para incomodar la moral conservadora (que no la heterosexual) y desenmascarla. También cabe señalar, que dicha moralidad conservadora no se combate simple ni necesariamente por serlo (cada quien es libre de profesar los valores qué más le convenzan), si no expresamente porque quienes la abrazan han obstaculizado el acceso a los derechos de quienes no congenian con ella. 

La conversación se ha quedado varias semanas en mi mente y me ha llevado a escribir este texto. El debate que refiero me hizo reflexionar sobre el modo en como los homosexuales participantes del chat han subjetivado el estigma que pesa en su contra. Pensaba yo que de alguna manera, también velada,  el mensaje que estos autoadscritos a la comunidad LGBTQ, pareciera ser "No se exhiban. Sean gays discretos.” Quizá porque así ellos se sienten más seguros. ¿De qué? De los juicios negativos, las condenas y asociaciones arbitrarias, en fin.. de la violencia simbólica y sistematica que aqueja a la comunidad LGBTQ.  

Como observó el sociólogo Erwin Goffman, las demostraciones del orgullo gay, son pues una táctica mediante la cual el estigma se convierte en emblema. Son una performance pública, una teatralización que no necesariamente representa un estilo de vida. Y aún de serlo así, éste sería solamente un tipo entre muchos, que se enarbola como estereotipo con fines igualmente instrumentales. Si los heterosexuales no han tenido la necesidad de expresarse en formas tan vistosas sobre sus elecciones sentimentales y/o sexuales  es porque sus derechos están garantizados. Entre ellos el derecho de mostrar sus sentimientos públicamente, de casarse con quien quieran o el de adoptar. Ahora, tristemente me doy cuenta de que uno de esos derechos incluyen actividades tan inocuas como ir a bailar. El debate que aquí refiero ocurrió el 5 de junio. Dias despues, el dia 13 de Junio, nos enteramos de la terrible masacre perpetrada la víspera en el club Pulse de Orlando. La lamentable noticia, dio visibilidad a un evento muy similar ocurrido el 22 de Mayo en el también club nocturno “La Madame,” en Veracruz. Los ataques dejaron muy en claro que no se trata únicamente de violencia simbólica, si no de una amenaza real y plausible a la vida de muchas personas.

Soy musicóloga y se que no es nada casual que ambas masacres hayan ocurrido en clubs nocturnos; es decir, en espacios a dónde no sólo se va a escuchar y bailar música para ligar,  si no en donde además se busca crear un espacio de convergencia que se considera(ba) seguro de la hostilidad del mundo exterior.  Numerosas escenas musicales han estado históricamente vinculadas a la articulación de las múltiples identidades sociales que hoy se identifican bajo el acrónimo LGBTQ.  La música, aunada al baile, ha permitido a los miembros de estas comunidades de personas identificarse, definirse, expresarse, asociarse y rebelarse. Los musicólogos ocupados del tema, hemos buscado  explicar los vínculos entre las identidades LGBTQ y las prácticas musicales. Sin embargo, el tema urgente, no es ya indagar sobre los miembros de las  comunidades LGBTQ si no sobre quien se siente intimidado por tales expresiones. Los trágicos casos de La Madame y Pulse, dejan muy en claro que el problema no es de quien baila, ni de como lo hace (si se exhibe o no, es baladí) si no de quien aprieta el gatillo. Acusar a los gays de ser “provocadores”, o “pervertidos”, supone un absurdo tal como el de responsabilizar a las víctimas de las violaciones por el largo de su falda o por el modo en como caminan. No obstante, la criminalización y bestialización de las comunidades LGBTQ parece no merecer tantas defensas como sus contrapartes femeninas.

Frases comunes sobre la comunidad LGBTQ: "por mí que vivan como quieran, pero que no se exhiban" o "¿por qué tienen que hacer alarde de su homosexualidad? Yo soy hetero y no me ando mostrando" son más que muestras de homofobia light. Son muestras de un desconocimiento profundo de las causas y las luchas que esta comunidad de personas discriminadas ha debido librar y sigue librando. Ese desconocimiento llevado a extremo, y la generalizada indiferencia  social, han sido causas indirectas de lo currido en Orlando y Veracruz.

No sólo se trata de decirse "tolerante".  Se trata, en primer lugar, de reconocer que esta violencia existe de facto en contra de una comunidad cuyos derechos han sido históricamente vulnerados. En segundo lugar, implica también aceptar que sus vidas pueden estar en peligro. Finalmente, se trata también de combatir cada instancia de violencia, desinformación y miedo.

Escribo esto un poco para mi, otro mucho para mis amigos y familiares gays, y quizá más que nada, para mis alumnos de la Universidad. Para decirnos que uno no debería permitir que el terrorismo, la homofobia, y el desquicio de los locos del mundo nos hagan vivir con miedo. Con miedo por algo tan inocente como ir a bailar. Deseaba hacernos un cariño y decirnos que no tengamos miedo, aunque éste sea justificado. Quizá pronto habrá más y mejores leyes que nos protejan, y una sociedad más informada y sensible a esta causa.

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Natalia Bieletto Bueno Es doctora en Musicología Histórica y Cultural por la Universidad de California, Los Ángeles (UCLA),  maestra en musicología y licenciada en interpretación de flauta transversa, ambos grados por la Escuela Nacional de Música, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Su labor de investigación está principalmente enfocada en estudiar el papel que las prácticas musicales y  de escucha juegan en procesos de conflicto y de diferenciación social y cultural. Desde el 2015 es profesora de tiempo completo en el Programa de Estudios Culturales de la Universidad de Guanajuato, Campus León.

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