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Recordando a Ignacio Padilla

Jaime Panqueva

Recordando a Ignacio Padilla

Se fue hace poco y ya se le extraña. La muerte se llevó a Ignacio Padilla de una forma brutal, inesperada e impune. Nada se ha sabido del conductor del tráiler que convirtió en chatarra la parte trasera de su automóvil e hizo que el escritor saliera despedido y quedara tirado sobre el asfalto.

Nacho, era un escritor trashumante, vivía entre Querétaro, Ciudad de México, las ciudades del Bajío y aquellas donde lo invitaran a compartir generosamente sus libros y lecturas. Se consideraba un cuentista nato, alguien a quien de vez en cuando los relatos se le crecían para volverse novelas. Dejó un gran trabajo literario trunco: la Micropedia, una colección de cuentos en dónde atendía de forma temática sus obsesiones.

Las malas noticias llegan a veces en los peores momentos. Me enteré fuera del país, durante un viaje por un pésame que recibí de un amigo desde México. Tras la sorpresa, la congoja; lo conocía personalmente desde hacía poco tiempo, pero le tenía un gran aprecio porque a pesar de su erudición era siempre accesible y cordial. Con Nacho nos quedó una visita pendiente en Irapuato para hablar sobre Cervantes, y un texto para el número tres de la revista Argonauta.

Hace un año, tuve la fortuna de presentar el que sería su último libro de cuentos, el cuarto de la Micropedia, Las fauces del abismo (Océano, 2014), en el Centro de las Artes de Salamanca. Fue una gran responsabilidad, no por conversar con Nacho sobre sus inquietudes o sus letras, algo que hacía con gusto cuando tenía ocasión, sino porque la sala fue abarrotada con jóvenes estudiantes de escuelas locales. Ambos éramos conscientes del reto; “Aquí nos jugamos el futuro de lectores de estos chavos”, me dijo antes de empezar. Fue una de las presentaciones más gozosas en las que he metido la cuchara; llena de alusiones a la gran literatura pero también a los cómics, superhéroes, series de televisión y monstruos populares. Aún conservo la grabación, con las risas del público, que luego convertí en entrevista para los medios.

Como un homenaje, y como una muestra del hombre que se perdió en la autopista, hice un collage con preguntas y respuestas de dos entrevistas, la primera resultado de esa inolvidable presentación y la otra de 2013, cuando visitó Irapuato para presentar Por un tornillo, fue la primera vez que lo entrevisté. Nacho no sólo partió en su mejor momento, a quienes amamos leer y escribir cuentos nos ha dejado huérfanos.

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¿Cómo explicarles el Crack a los niños?

Llevo veinte años intentando explicárselo a los adultos, sin ningún éxito. Pero suelo explicárselo a mis hijos diciéndoles que un grupo de amigos, a quienes nos gustaba cierto tipo de libros que ya no se estaban escribiendo, y que nos parecía que los libros que se escribían en ese momento no eran inteligentes porque se parecían demasiado a los de nuestros grandes maestros, estábamos aburridos y decidimos escribir unos libros como nos gustaba que fueran y como nos gustaría leerlos, también a invitar a los  demás lectores en nuestra lengua, a buscar libros más complicados y más divertidos. Eso es el Crack, no una generación.  

¿A qué autores jóvenes acogería en el Crack si se hiciera un nuevo manifiesto?

El Crack nunca fue un club en el que uno tuviera que registrarse, hemos invitado, querido incorporar, a despecho de ellos mismos, a escritores queridos y admirados como David Toscana o Cristina Rivera Garza, y ellos han rehusado. Pero, como no es círculo cerrado ni mucho menos, le daríamos la bienvenida a jóvenes, viejos, grandes y niños. Es una posición ante la literatura y esa posición la pueden tener escritores y lectores por igual.

¿Qué animal de tu bestiario recomendarías para tener como mascota?

Yo tendría como mascota una de las arañas. Esa que me da lo recuerdos de otros, aunque tendría que entrenarla primero, para que me pase lo mismo que a los de mi cuento (Tres Arañas y una cuarta imposible) que se enloquecen cuando la araña no sólo roba los recuerdos del sultán sino también los de su harem. Otros interesantes serían los fotófagos, que se comen la luz y crecen hasta cubrir una ciudad con oscuridad, y dentro de ellos viven los tenebritas que guardan diamantes. Sería padre tener los diamantes...

Sobre estos últimos tengo otra pregunta: los fotófagos que mencionas en tu libro, ¿están emparentados con los diablitos que le roban la luz a la Comisión Federal de Electricidad?

(Ríe) Esto me recuerda cuando vivía en la otra Salamanca, en España, conocía a seis monjas mexicanas jóvenes que vivían en el Convento de Las Dueñas. Era curioso porque el convento tenía seis monjas españolas, muy viejecitas y, como ya no había vocaciones en España, las acompañaban seis muy jóvenes de Michoacán. Como yo tenía que mudarme con alguna frecuencia de departamento con mis libros, discos y demás, necesitaba un diablito para llevar mis cosas. Y sólo las monjas tenían uno. En España le dicen carrito, pero para nosotros es un diablito. Era un convento de clausura y sólo podía hablar con ellas a través del torno. Entonces, allí iba yo, tocaba la puerta y se asomaba una de las monjas viejecitas y me decía: ¿Qué quiere? Vengo por el diablito... y me lo pasaba por el torno. Ése es primo también del que se roba la electricidad.

Para ti, ¿cuál es la mayor bestia de la política mexicana?

Hay muchos monstruos en México. Aquí hay una enciclopedia increíble de animales fantásticos, pero hay un monstruo por excelencia mexicano. En el 94, que fue un año horrible, surgió el chupacabras. Todas las sociedades, cuando viven momentos de suma tensión social y política, generan un monstruo que está asociado con la idea del fin del mundo. Hay registros de esto desde la Edad Media. Las sociedades que están sumamente tensas realizan una proyección literaria para lograr una catarsis, para hacer con ella lo que no pueden lograr con figuras reales de autoridad. Creo que lo vivido entonces no se compara con lo que vivimos ahora. ¿O sí?

En realidad, parece que sí existió un animal que chupaba cabras, y fue una parvada de murciélagos vampiros que salió del Caribe, llegó a Florida y de ahí bajó a México. Y en México se convirtió en un animal alegórico. Empezaron a ponerle la cara del presidente Salinas, lo veías pintado en las esquinas, y le chupaba la sangre a un país decepcionado tras las expectativas que este presidente en particular había generado. Fue un año espeluznante que tuvo su monstruo.

Creo que como va la tensión social y ante la imposibilidad de hacer una catarsis social, de establecer un diálogo con unas autoridades que son escandalosamente insensibles a un reclamo popular muy mal formulado, estamos en camino de producir un nuevo monstruo. Pero ya tenemos al chupacabras, quizás le podríamos poner otra cara, hay muchas de dónde escoger...

¿Qué monstruo o engendro te gustaría que se creara a través de la experimentación genética?

Los monstruos de creación humana son parte de una tradición. Parten del deseo que tenemos los seres humanos de darle vida a los objetos inanimados, es decir, de ser como dios. Casi todos esos monstruos son engendrados en contra de las leyes naturales o divinas. El gran monstruo inanimado al que le damos vida es la criatura del Dr. Víctor Frankenstein. Su monstruo no tiene nombre, porque el verdadero monstruo es el científico, su creación lo persigue porque nunca lo trata como a un ser humano, nunca le da un nombre.

Hay ya muchos monstruos de creación humana, se dice que muchos virus han sido diseñados por los seres humanos; la clonación está generando también muchas preguntas, que podemos ver hasta planteadas en el cine. Vivimos un momento frankensteniano. La inteligencia artificial también conlleva el miedo ancestral a la rebelión de los objetos, la red cibernética es también un ser vivo...

Creo que no se vale hacer un monstruo enteramente domesticable, que nos quiera incondicionalmente cuando no crecemos con el amor incondicional. Decía Nietzsche, cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti. Quien lucha con monstruos corre el riesgo de convertirse en monstruo.

 ¿Hans Christian Andersen o los Hermanos Grimm?

Para mi tranquilidad prefiero a Andersen, reconozco que los Grimm me quitan más el sueño.

¿Alguna recomendación de caricaturas para los más jóvenes?

Los guiones de Goscinny, en particular, Asterix y Óbelix, son de una universalidad, de una imaginación y de una fineza narrativa extraordinarios. En términos de imagen y reflexión casi metafísica de la vida: Quino sigue siendo absoluto. Un niño acercándose a Mafalda es maravilloso.

En uno de tus relatos se mencionan unas salamandras que emplean los franciscanos en el norte de México para propagar el evangelio ¿Crees que el Papa Francisco vuelva a utilizar los aliris para re evangelizar a la grey?

En este libro, cuyos cuentos son como novelas resumidas, hay veces que menciono o enumero bichos que yo mismo no sé qué son. Supe, intuí o soñé que existían estas salamandras, los aliris, no sé cómo las usaron, pero quizá esto pueda dar pie para que tú escribas el cuento, y puedas desentrañar si al Papa pueden serle útiles. Los cuentos se pueden ramificar, como la fan fiction. Quizás tú o cualquier otro pueda escribir hasta una novela sobre ellas.

En tu cuento Elogio de la Vista Otra hablas de la percepción extrasensorial. ¿Le recomendarías a la PGR emplear la Vista Otra para encontrar a los estudiantes de Ayotzinapa, por lo menos, llegar a la verdad?

Estás omitiendo el caso famoso de la osamenta, porque esto ya ocurrió. En el 94 la Procuraduría de Antonio Lozano Gracia empleó a una vidente para encontrar el cuerpo de un desaparecido. La vidente, la Paca, dijo dónde estaba, fueron a desenterrarlo, se tomaron fotos, las difundieron. Y luego, salió a la luz que todo había sido un montaje. Despidieron al Procurador que contrató a la bruja para encontrar la osamenta, y en todo salió vinculado Salinas de Gortari y hasta el chupacabras. Eso fue en el 95, ahora no es un solo desaparecido... No dudes que nuestra procuradora lo estará consultando con una bruja. A estas alturas...

Ese tema de la Segunda Vista es el más antropológico de todos, y en realidad existe mucha gente vinculada con ella en casi todas las culturas, personas que pueden ver mundos paralelos que la mayoría no percibe.

Por un tornillo y tu más reciente ensayo publicado por Taurus, tienen en común el fin del mundo. ¿Es algo casual?  

Sí, me alegra que lo hayas notado porque yo mismo me sorprendí. Formo parte del mundo occidental es una de las cosas que he descubierto al revisar todos los fines del mundo, en los que yo mismo fui educado. Crecí con la educación culpígeno-católica dentro de una cultura occidental para la cual la historia es lineal. Tiene un principio y un fin, lo cual no existe en las culturas orientales o no es cíclica, como la prehispánica. Me crié en el judeocristianismo y por tanto esto este concepto está profundamente arraigado en mi consciencia histórica individual, y por tanto, está presente en todo lo que escribo. Mis cinco o seis obsesiones: el mal, el infierno, los demonios, los monstruos, son cosas muy oscuras, como mis cuentos para adultos.

¿Qué harías cuando llegara de a de veras al fin del mundo?

Sería la misma rebelión mezclada con resignación que vendrá el día en que me llegue la muerte, si es que tengo la oportunidad de estar consciente de ello. El fin del mundo me va a ocurrir y les va a ocurrir a todos los que nos estén leyendo o escuchando, como a ti te va a ocurrir. Nuestro fin del mundo es nuestra muerte. Tenemos además pequeños apocalipsis cotidianos; el del amor, el apocalipsis del bolsillo, el de los seres queridos. Yo creo que no haría gran diferencia como no fuera, desde luego, en términos del dolor experimentado ante el final propio o ajeno.

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