lunes. 11.11.2024
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Richard Quine, la risa sublime [I]

Javier Morales i García

Richard Quine, la risa sublime [I]

Se suele hablar de Richard Quine como uno más de los directores de comedias que dio el Hollywood de los años 50, pero fue mucho más que eso. O por lo menos, fue mucho más especial que todos los demás. Quine sublimó la manera de hacer reír como muy pocos supieron hacer. Sus películas se convierten en ejemplos de cómo hacer humor y hacer pensar a la misma vez. Maestro de otros que vinieron después de él, con este pequeño artículo el Ecos paga una vieja deuda que tenía con él.

Ríete, pero ríete sabiendo de qué te ríes, y eligiendo.

Quine o la risa inteligente: La Risa Sublime.
Morales, Javier - Richard Quine ICualquier cinéfilo diría que Richard Quine fue un director irregular, uno de los llamados artesanos. Tal vez, otro de esos cineastas fascinados por una mujer. En mi caso, Quine me gustó desde el principio, más desde que vi alguno de sus títulos menos conocidos, y mucho más desde que supe de su vida y de su final.

Richard Quine nació el 12 de Noviembre de 1920 en Detroit, Michigan. Es decir, nació con el Cine Mudo. Puedo asegurar que ni en la época de Internet es fácil obtener de este cineasta. ¿Quién quiere hablar de un director que suele pasar desapercibido a pesar de grandes títulos hacia la taquilla? Un director que se suicidó el 10 de Junio de 1989, harto de no recibir ofertas para rodar. Harto de una vida de película. No sería de extrañar que hicieran algún biopic y todo algún día.

Quine tuvo la mala o buena suerte de ser un niño adoptado por una pareja de actores del vodevil que le enseñaron todos los trucos desde pequeño y que aprendió todo el oficio en la carretera entre gira y gira por todo el país.

Fue uno de esos jóvenes aventureros que se alistó en la Segunda Guerra Mundial y sirvió como Surfman de rescate. Pero su encuentro con el cine había empezado mucho antes: ya con 12 años era un niño prodigio de la Metro Goldwyn Mayer, ya que sus padres le llevaban a los estudios. En 1933 aparece ya en algún título como Counselor at Law, aprendiendo el oficio de actor junto a los más grandes y también en una de las primeras versiones del clásico Jane Eyre.
En la década de los 40 ya empieza a hacer papeles más importantes, por ejemplo en el musical For Me And My Gal (1942) y We've Never Been Licked (1943), interesándose por todos los entresijos de cómo se hacían las películas.

Sería en 1948 con Comand Decision de Sam Wood y junto a Clark Gable, cuando dejará ese lado de la cámara y pasará al otro. El mismo año codirigió junto al cineasta William Asher el film Leather Gloves. Su debut en solitario se produce en 1950 cuando dirige Funny Side of The Street y así empezaría su etapa más feliz y prolífica pero a la vez aterradora y desasosegante: la etapa en Columbia Pictures, un momento clave de su vida artística.

Aunque en los primeros años de esta nueva faceta de su carrera aparece algún film declaradamente cómico como All Ashore (1953) con Mickey Rooney, sería con un thriller para lucimiento de una nueva actriz que acababa de firmar con la Columbia con el que lograría un reconocimiento pleno. La película era Pushover (1954) y la rubia platino, la mujer que marcó su vida, era Kim Novak. De ella se enamoró hasta casi volverse loco, completamente fascinado por su belleza. Con ella rodó los títulos más emblemáticos de su carrera, así que se puede decir que hay un antes y después de Kim.

Quine empezó a ser considerado como director y se le ofrecieron todo tipo de géneros: musicales, comedias, dramas, películas de vaqueros, repartos corales o lucimientos de estrellas. En estos comienzos se hizo buen amigo de Blake Edwards, escribiendo guiones juntos y haciendo carrera en lo que más les gustaba. La Columbia los vio nacer como genios y como contadores de historias. Es así que tanto Kim Novak como esta productora aparecen ligados siempre en los mejores films de la década, aunque no hay que olvidar al otro actor fetiche de Quine: Jack Lemmon. Tanto Novak como Lemmon se convierten en parte importante de la carrera artística del director. De este periodo destaca Bell, Book and Candle (1958), conocida en nuestro país como Me enamoré de una bruja, tiene a una Kim Novak ejerciendo de bruja moderna junto a un gato siamés que se mereció el Oscar a Mejor Actor. También lo hace Strangers When We Meet (1960), la obra maestra de Quine según los críticos de cine, con una de las grandes parejas del Séptimo Arte: Kirk Douglas y Kim Novak. Después está The Notorious Landlady (1962), una más que excelente comedia con la consagración definitiva de Jack Lemmon que ya hacía un papel secundario en el citado título de brujerías, así como en It Happened to Jane (1959), junto a Doris Day tan cursilonamente encantadora como siempre.

Pero lo mejor está por venir. El mejor Quine y el mejor Lemmon aparecen en Cómo matar a tu esposa (1965) junto a una nueva rubia: Virna Lisi.

A partir de aquel título, Quine y la crítica cinematográfica no se volvieron a encontrar o eso fue lo que pareció. Tal vez, este distanciamiento venía de algunos títulos anteriores. Quine era todo un experto en mezclar grandes éxitos de taquilla con grandes fracasos. The World of Suzie Wong (1959), con William Holden y una maravillosa Nancy Kwan fue todo un éxito en su nuevo contrato con la Paramount Pictures.

Años después llegó una obra maestra oculta llamada Paris When It Sizzles (1963), que toma su título de una canción de Cole Porter y que en España se llamó Encuentro en París. Era un maravilloso guion, de George Axelrod, de cine-dentro-del-cine, incluso de los sueños dentro de los sueños, inspirado en la comedia francesa La Fête a Henriette. Los protagonistas eran otra vez William Holden y una súper pop Audrey Hepburn, que transformaban la realidad en una especie de antojo cinematográfico. La vida es cine y el cine es la vida.

En 1964 Quine rodaba Sex and The Single Girl con cuatro actores de lujo: Henry Fonda, Lauren Bacall, Natalie Wood y Tony Curtis. Una burbujeante comedia moderna sobre la guerra de sexos y con una dirección de actores digna de mención. Solo alguien que había sido actor podía hacer algo así. Miradas y gestos que decían tanto como unos chispeantes diálogos. Quine siempre se rodeó de buenísimos actores y actrices y con ellos construía las películas como edificios de arquitectura sólida y vanguardista.

Con la gran Judy Holiday (la "Gracita Morales" norteamericana) rodó dos títulos: un gran éxito de taquilla como The Solid Gold Cadillac (1956), comedia infalible donde las haya, y después Full of Life (1957) con Richard Conte como partenaire.

En el mismo año Quine reunía a su usual equipo de amigos técnicos y actores para rodar Operation Mad Ball. Allí estaba Jack Lemmon, Mickey Rooney y Eddie Kovacz (el mejor amigo de Quine), bellamente acompañados por Katharine Grant.

Diez años después, Quine rodaba dos títulos que también marcarían su carrera. Primero Hotel, basada en la novela de éxito de Arthur Hailey y con guion de Wendell Mayes, con Rod Taylor y Catherine Spaak encabezando un reparto lleno de estrellas que años después se puso tan de moda en Hollywood. El éxito de la película sobre un gran hotel y sus visitantes no hizo olvidar el gran fracaso taquillero de una comedia que había conocido cierto prestigio en el teatro independiente y underground. La anécdota es que el título de esta película es de los más largos en la Historia del Séptimo Arte. Tomemos aire: Oh Dad, Poor Dad, Mommas's hung You in the Closet and I'm Feeling So Bad (1967), libremente traducido algo así como “Oh, papá, pobre papá, mamá te ha colgado del armario y por eso estoy tan triste.”

Las geniales actuaciones de Rosalind Russell, siempre grande en todos los sentidos y con un vestuario digno de estudio, y del joven comediante Robert Morse, de moda por aquellos días, no calaron en un público que no entendió aquella modernidad y que, por qué no decirlo, era bastante olvidadizo.

Era el principio del fin de la carrera de Quine, ya que el público ya no entendía ni su mensaje ni sus películas, por lo menos en los Estados Unidos.

Entre 1968 y 1978 soló rodó cinco películas de escaso eco en crítica y público, como por ejemplo The Moonshine War (1970) con Richard Widmark y Patrick McGoohan, o un título apenas visto llamado W, con la extraña pareja Twiggy y Mel Ferrer. Solo esto hasta llegar a una nueva versión de El Prisionero de Zenda (1978) para lucimiento de Peter Sellers. Fue lo último que rodó Richard Quine, que también probó en la televisión como otros directores, dirigiendo varios capítulos de la famosa serie Colombo, con Peter Falk.

Así que tras ser conocido como cineasta que podía hacer arte con muy poco dinero y medios, fue totalmente olvidado. De 1978 en adelante, nada de nada. De aquel niño prodigio de la Metro Goldwyn Mayer a renombrado director de la Columbia Pictures, ya nadie se acordó más. Se cumplió una vieja frase de una de sus películas: "la distancia que hay entre lo justo y lo práctico es una constante vergüenza para la humanidad", frase que vuela por mi mente en ciertos momentos.

En 1989, Quine se suicidaba, desesperado ante la falta de oportunidades para hacer una última obra maestra y escribiéndole cartas de amor a Kim Novak. Ahí va otro director genial locamente enamorado de una rubia platino y fascinado por todas las mujeres. Esas que tienen otro sentido del tiempo y otros recursos para luchar contra él. La mujer es mágica y lo es mejor disfrutar con y de ellas y no tratar de entenderlas. Lo podía haber dicho Quine pero se lo robo a Francisco Umbral, como ejemplo de las ideas de este cineasta.


Una canción al final…

Richard Quine también tuvo tiempo de escribir alguna canción en su carrera, como la que aparece en el título Gunman's Walk (1958), con Tab Hunter y Van Heflin y que canta el mismo Hunter. El título es, por lo menos, una gran pista. La canción se llama "I'm a Runaway", soy un fugitivo.


THE END?

No: C O N T I N U A R Á.


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Javier Morales i García
(Tenerife, España) es editor del fanzine Ecos de Sociedad, la publicación mod más longeva en Europa. Desde inicios de los 80, escribe, reseña y edita; hoy, Ecos puede leerse en ecos-de-sociedad.blogspot.com.es. Es obseso de la música y el cine.

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