Marx y Chéjov: trabajo y burguesía a finales del siglo XIX [III/III]
Eduardo Celaya Díaz
Las contradicciones de la burguesía
La misma esencia de la clase burguesa contiene varias contradicciones, que se reflejan en el conflicto mismo entre las diferentes burguesías. Chéjov utiliza estas contradicciones para construir el conflicto en sus dramas.
La vida burguesa comenzó a diferenciarse de sus antepasados en la necesidad de alejarse del ajetreo de la ciudad y buscar la tranquilidad que su posición económica les brindaba. En Las tres hermanas, el difunto padre de la familia salió de Moscú para ubicar la casa familiar en el campo y sus tres hijas recuerdan con nostalgia ese tiempo, tema recurrente en toda la anécdota. En El jardín de los cerezos, la economía familiar depende más de la producción de cerezos que de los negocios en la ciudad, lo que lleva a la ruina a la antes poderosa terrateniente. “La casa ideal de la clase media no se situaba ya en las calles de la ciudad, […] sino más bien una casa de campo urbanizada o suburbanizada”.[1] La vida más privada y menos formal, fue consecuencia directa de una serie de elementos que aparecieron poco a poco en la vida europea. Estos factores llevaron al burgués a preferir la tranquilidad del campo, para evitar mayores enfrentamientos y desarrollar su vida ociosa sin problemas. Entre los elementos que menciona Hobsbawm, se encuentran la democratización de la política, el debilitamiento de la relación entre la burguesía triunfante y los valores puritanos, el relajamiento de estructura de familia burguesa, y el incremento de personas que se decían de clase media.
Este alejamiento de la ciudad provocó profundos problema de identidad social, ya que la burguesía se acercaba cada vez más a la antigua aristocracia que a los nuevos ricos, es decir, los nuevos burgueses que se acercaban más al poder económico deseado por estas antiguas familias de clase media. Chéjov representa en el tercer actor de Las tres hermanas este problema de conciencia con un incendio que azota los alrededores de la casa de la familia burguesa, consumiendo totalmente la casa de uno de los amigos más cercanos y dejándolo en la ruina. El ahora desdichado burgués sólo puede lamentarse por el pasado perdido, por su pertenencia a la clase amenazada, cuando dice: “Se me han quemado las fotografías”.[2]
Este mismo conflicto de conciencia de clase lleva a la negación de la pertenencia a la burguesía, ya que los nuevos ricos representan un nuevo paradigma de la burguesía, que choca con las antiguas concepciones relacionadas con el trabajo y el puritanismo. Sobre la actitud de Natasha, las tres hermanas reclaman su presencia en la casa, el que se haya apoderado del mando de la familia, y de su forma de anteponer a su hijo, Bóbik, al bienestar de los demás: “No es Bóbik quien está enfermo, es ella… ¡De aquí! (Se da unos golpecitos en la frente con el dedo.) ¡Burguesota!”.[3] Es notorio el desprecio al llamarla “burguesota”, haciendo alusión a su aumento de peso y a la actitud desafiante y controladora que ha adquirido a partir del segundo acto.
En esta nueva burguesía, que se antepone a la antigua, surgen nuevos problemas respecto a los asalariados y empleados, muestra del desvanecimiento de la demarcación entre clase media y trabajadores. La vida alejada de los ideales puritanos comenzaba ya a marcar una diferencia en la ideología burguesa, “el temor –o, mejor, la vergüenza- a un futuro de parásitos les obsesionaba”.[4] Por eso, el tema del trabajo es recurrente en el drama de las tres hermanas. Una de ellas, al reflexionar sobre su ociosidad, dice: “Hace falta trabajar, trabajar. Nos sentimos tristes y vemos la vida tan poco risueña porque no conocemos el trabajo. Hemos nacido de personas que despreciaban el trabajo…”.[5]
Algunas conclusiones
El concepto de burguesía de Marx, junto con su concepción del trabajo enajenado, son herramientas fundamentales para entender el desarrollo de la vida cultural europea a finales del siglo XIX. Por medio de sus contribuciones, es posible analizar, por ejemplo, obras de teatro, como las de Chéjov, que reflejan las incertidumbres y las pequeñas transformaciones en la vida social de, por ejemplo, la clase burguesa. Por medio de estas herramientas se ha visto, a lo largo de este trabajo, que no existía una clase burguesa única, más bien se trataba de una serie de paradigmas cuestionados una y otra vez, aunque todos motivados por la búsqueda de producción y la acumulación de capital. Los casos analizados de las obras de Chéjov, Las tres hermanas y El jardín de los cerezos muestran la decadencia de dos familias burguesas que no han sabido cómo llevar de la mano la ganancia de capital y el gasto del mismo, viéndose reemplazadas por nuevas generaciones de burgueses que se alejan más de la ociosidad y regresan a la concepción del trabajo, ya no como trabajadores, sino como capitalistas.
Esta es la principal diferencia entre los dos grupos de burguesía visto en estos dramas, la concepción del trabajo, pues mientras la primera burguesía, la ociosa, considera al trabajo una degradación, digna sólo de las clases bajas, por las características que Marx explica al tratar el trabajo enajenado, la nueva burguesía ve el trabajo como lo hicieran los primeros burgueses, como una forma de obtener ganancias, aunque no ya con la labor propia, manual, sino con la explotación de recursos y de una clase proletaria que será la que enajenará su trabajo en beneficio de estos capitalistas.
De esta forma, el arte de una época, como hemos visto, prueba ser una importante fuente para entender los conceptos manejados en la misma época. No por nada, Marx mismo dice haber aprendido más de la burguesía por las obras de Balzac que por su misma experiencia. El arte es un reflejo de la realidad social, y es el lugar donde las inquietudes y contradicciones pueden ser tratadas sin miedo a una vergüenza social. Sin duda, Chéjov fue testigo de casos similares a los que trata en sus obras, y siendo testigo de las pequeñas transformaciones en la vida cotidiana, pudo retratar estas angustias, en un marco social y económico cambiante.
Fuentes y bibliografía
Chéjov, Antón, Teatro. La Gaviota, Tío Vania, Las tres hermanas, El jardín de los cerezos, 8va. Edición, México, Editorial Porrúa, 2012 (Sepan cuántos…, 454).
Harnecker, Marta, Los conceptos elementales del Materialismo Histórico, México, Siglo XXI, 1985.
Hobsbawm, Eric, La era del imperio, 1875-1914, Buenos Aires, Crítica, 2009.
______________, La era del capital, 1848-1875, Buenos Aires, Crítica, 2010.
Marx, Carlos, Manuscritos económicos y filosóficos de 1844, edición preparada por Juan R. Fajardo, Biblioteca Virtual “Espartaco”, 2001.
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Eduardo Celaya Díaz (Ciudad de México, 1984) es actor teatral, dramaturgo e historiador. Fundó el grupo de teatro independiente Un Perro Azul. Ha escrito varias piezas teatrales cortas, cuentos y ensayos históricos.