Es lo Cotidiano

Fotografía de un encanto a Wislawa

Andrés Baldíos

Fotografía de un encanto a Wislawa

No sé, abuelita. Así como así, no lo sé, no sé. ¿Cómo acomodas las palabras de manera que la sencillez baste para vastedades y los sentidos más básicos, de manera que los verbos y semblantes rueden y broten como novedades que ni el más arduo de los artistas pudo haberse percatado antes? ¿Cómo ordenas tus pensamientos de tal manera que, por nada de nada, ni por algo de otra cosa, se malinterpreten y reprochen, como quien trabaja en las más confusas metáforas para discutir un árbol?

No sé, abuelita. Si te hubiese descubierto más temprano (dígase, con formalidad oficial), no te tendría el apodo que te tengo, y no le escribiría a tu cierva en el bosque, a la astucia de tu lírica, a tus gentiles llamados a la bestia. No te tendría sonriendo entre azules de cubierta y enjambritos de letras, ni estaría leyéndote entre día y noche que me pasan por el espacio (lugar en el que siempre procuro estar). No me hubieses significado ni lo mismo ni la nostalgia inexistente que retrata el hecho de que en el pasado no te tenía aún enmarcada en mis preferidos.

¿Recuerdas las veces que me hiciste llorar de encantamiento y dicha? No lo creo, tú bien sabes que no me conoces, pero dentro de esa humildad de abuelita halagada por los vientos y los versos, muy adentro de la gloria que resguardas con la más sincera ternura, sabes que muchos andamos entre tus versos traducidos. Al menos es un algo.

¿Recuerdas tu primer poema? Si es así, creo que mantendrá su valía aún después de que te nos vayas, cuando al mundo se le acabe el orgullo de contener poesía y que esos algunos que nombraste como los honestos interesados de la disposición estética se aburran de la bienaventuranza y prefieran los comercios de frívolos crepúsculos, eclipses y amaneceres con toda la fuerza de lo más trivial de lo trivial.

De cualquier manera, abuelita, si esa extinción ha de venir, espero no estar aquí para llorar por males y desgracias, para llorar como no corresponde y mitigar mi ingenuidad hasta volverla deficiencia mental. Pero si ha de ocurrir en mis días, entonces deberé buscar, no mi propia salida, sino un resguardo de adaptación para intentar salvar, al menos, una sola frase que valga por cientos de obras de desprestigio y banalidad.

Aunque te vayas, abuelita, tu cielo poético continuará y recomenzará tal cual te agrada: entre que está aquí y allá y entre que todo cuanto toma lo toma con todo, por serlo todo, como las nubes, abuelita, ¿recuerdas?, que no quedan donde nacen ni mueren.

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Andrés Baldíos es escritor. Los primeros peldaños son peligrosos, su hasta ahora primer libro de cuentos, fue editado en 2012 por San Roque.

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