jueves. 18.04.2024
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El Piporro, Chava Flores, Los Xochimilcas y Rius

Ralf Ortiz

El Piporro, Chava Flores, Los Xochimilcas y Rius

Hay cosas que, ante los ojos de quienes las simplifican, te acercan más o te alejan de su definición. Por ejemplo, ser mexicano. Un mexicano es aquel a quien le gusta el mariachi; come tacos, frijoles, tortillas de maíz, nopales, y mucho picante. Con esos parámetros de mexicanidad, reprobé. A mi regreso de los Estados Unidos, me topé con que yo ya no era mexicano. Ni lo prieto me salvó. Sé quién soy y no me molestaba que me dijeran pocho o malinchista. Cuando los insulsos insistían, les mencionaba cuatro pilares de mi vida en familia: El Piporro, Chava Flores, Los Xochimilcas y Rius. No los conocían y se acababa la discusión absurda.

Los tres primeros son la herencia de algunas de las aficiones de mi madre. Rius está, para mí, siempre ligado a los otros tres porque ellos ilustraban la realidad de un México donde la clase media apenas surgía.

Los domingos eran días de comprar revistas y cómics. Íbamos con mi padre al centro a un puesto. Mi hermano mayor se llevaba su Kalimán, que después leía yo y al final mi hermano menor. Un día vi Los Supermachos y me fascinó ese nombre y la ilustración. Los Supermachos no luchaban contra extraterrestres, nadie estaba güerote ni buenote; tampoco eran ilustraciones bellas. Se parecían gente que uno veía en la calle, como historietas de canciones de Chava Flores; se parecían a Los Xochimilcas. El cable de la cobija eléctrica de Calzonzin Inspector era un detalle absolutamente maravilloso para mí. Alguien me dijo que eran dibujos feos, pero yo los veía muy reales y adaptados a esas imágenes que ya había escuchado en tantas canciones. En Los Agachados había un discurso político que a esa edad no descifraba del todo, pero que más adelante en la vida me haría reír mucho más que llamarme a la revolución. Hippies, drogas, héroes revolucionarios, historia prehispánica, relaciones internaciones y tantas cosas más que fueron ahí desmenuzadas, y evidenciadas como el chiste que son.

Calzonzin Inspector fue adaptado e interpretado para el cine por Alfonso Arau, cosa que descubrí como en el 85-87 por mi afición a Botellita de Jerez. O sea que lo pude ver más de 10 años después. Ya estaba yo estudiando la carrera y Rius seguía siendo importante, pero más bien hacía referencias bibliográficas a sus libros. Quien haya estudiado comunicación y no haya sido comunista y ateo, entonces no estudió comunicación. Esas referencias bibliográficas no siempre fueron bien vistas, ni bien recibidas. De eso se trataba a la vez, de ser un irritante, una espina, un clavo en la llanta, una silla incómoda. Todo lo que se tenga que hacer para ser punk, para darle una patada al pesebre. Rius se salió de las canciones que me hacían sonreír, para meterse en mi educación académica. Ya era algo más personal que la referencia familiar, porque no me lo tomaba tan en serio. Imagino que ni él a sí mismo.

Ya no tengo más que un par de libros de Rius. Regalé varios con el afán de ampliar las fronteras del comic, de la mexicanidad, la ironía, la sátira, la historia, la ideología y la capacidad de reírse de sí mismo entre quienes las recibieron.

Las referencias actuales de Rius son más como una influencia en ilustradores o moneros como Trino y Gis, y del buenazo de Bef, a quien sé que le pegó duro la noticia de su muerte. Mis referencias culturales caen día tras día, pero me da gusto saber que existe esa conexión con personas que encontraron caminos y descifraron mapas por haberlos conocido en papel o en la vida real.

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Rafael (Ralf) Ortiz Aguirre
 (San Luis Potosí, 1963) es doctor en cool, punk añejo, musicómano sin cura, entusiasta de la lucha libre y el futbol americano y escritor pop. Ha trabajado en la radio, es profesor de inglés, escritor de cuentos cortos y chef amateur.

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