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Tener las agallas

Chema Rosas

jackson pollock
Jackson Pollock
Tener las agallas

Hace muchos años fui de campamento. En una de las actividades teníamos que hacer un recorrido siguiendo pistas y flechas escondidas entre los árboles y la idea era simple: alcanzar el final del trayecto trazado, de preferencia vivos y con todas las pistas recolectadas. Al llegar a un punto había que decidir entre escalar una pared de piedra relativamente fácil o aventurarse por un estanque de agua  poco profundo pero con una delgada capa de escarcha.

Había campistas más grandes y experimentados en mi equipo, así que yo con escasos diez años tenía que probar mi valor y mientras todos escalaban decidí que era mi momento de brillar. Sería recordado como el asombroso pequeño que desafió el camino más transitado y alcanzó la gloria de su equipo al conseguir las pistas que nadie había tenido las agallas de buscar, así que salté al estanque.  Resulta que tener agallas no me sirvió de mucho, pues el agua apenas me llegaba al pecho. Iba a medio camino cuando el frío se apoderó de mis extremidades inferiores que simplemente dejaron de moverse.

Ese invierno fui recordado como el asombroso mocoso que se quedó engarrotado y llorando en medio del estanque hasta que fue rescatado. Me llevaron cargando al final del trayecto mientras trataba de tragar mi orgullo y ellos intentaban –sin éxito- tragarse las burlas.

De la experiencia aprendí que:

  • Es posible tener calambres en las dos piernas, al mismo tiempo y con las mismas ganas.
  • Hay cosas que parecen buena idea, pero realmente no lo son.
  • La línea que divide la valentía de la imprudencia es tan delgada como la escarcha.
  • A veces el camino que todos toman es el correcto, pero suele ser poco interesante.
  • Como consecuencia me he vuelto más precavido… ahora que si nos detenemos a pensar –cosa que, por lo visto, no solía hacer a los diez años- ¿cuál es la diferencia entre un acto de valentía y una estupidez imprudente?

Por un lado tenemos el cálculo de los riesgos y la preparación para contrarrestarlos. Cualquiera sabe que aventarse de un avión en pleno vuelo implica un alto riesgo, y por eso, a menos que su plan sea convertirse en carne para hamburguesa, contrarresta el riesgo con entrenamiento y un paracaídas. Así se puede concluir que para saltar de un avión en vuelo hace falta ser valiente; hacerlo sin paracaídas requiere una sobredosis de estupidez.

Por otro lado está la causa, entendida como lo honorable o valioso que sea el fin último del acto. Si la causa lo justifica, mientras más imprudente sea el acto más valiente se considera. Entrar a un edificio en llamas es una imprudencia, pero hacerlo para salvar la vida de un bebé que está atrapado entonces… sigue siendo una imprudencia, pero tan valiosa que le llamamos heroísmo.

Entonces podemos decir que arriesgarse sin medir y prepararse para las consecuencias es una tontería. Ahora que si vamos a cometer una tontería, más vale que sea por una buena razón.

Las oportunidades para convertirse en héroe de película escasean, pero últimamente he pensado que podría tener una vida más emocionante, dejar de calcular y pasar directo a la acción, brincar al estanque helado, YOLO, carpe díem, o como quieran llamarle… así que hice una lista de cosas que haría si fuera más valiente:

  • Vender todas mis cosas y viajar por el mundo por tiempo indefinido.
  • Salir del supermercado sin pagar. Incluso cuando no encuentro lo que buscaba me pone nervioso pasar por la caja sin comprar aunque sea unos chicles.
  • Acercarme a una chica guapa y pedirle su teléfono.
  • Salto bungee. Me da más miedo romperme el cuello al rebotar que saltar sin liga.
  • Marcar a casa de la chica que me gusta. Llamada real, nada de mensajitos.
  • Comer coctel de camarones de un puesto callejero. Con lechuga. El pez globo es menos peligroso.
  • Robar un beso. Es menos probable que te cachen si robas un banco.
  • Hacerme un tatuaje que no sea con pluma bic.
  • Decir lo que pienso en el momento. No en conversaciones imaginarias conmigo mismo días después.
  • Buscar un pleito por defender a un extraño en la calle. He visto muchas películas de Jackie Chan.
  • Escribir una palabrota en esta columna.

Dicen que el verdadero valiente, lejos de no sentir temor es aquel que decide atacarlos de frente…  pero creo que si antes calculamos todos los escenarios posibles para no salir heridos, es posible que los miedos desaparezcan antes de poder enfrentarlos. Y eso estaría bien si con ello no se escapara la oportunidad de probar nuestro valor.

A fin de cuentas disfrutar la vida es razón suficiente para tener las agallas y cometer tonterías. Siempre está la posibilidad de acalambrarse en medio del estanque, pero es peor quedar paralizado sin haberlo intentado.

Hipopotomonstrosesquipedaliofobia –por algo se empieza-.

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Chema Rosas
 (Ciudad de México, 1984) es bibliotecario, guionista, columnista, ermitaño y papa-de-sofá, acérrimo de Dr. Who y, por si fuese poco, autoestopista galáctico. Hace poco incursionó también en la comedia.

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