Cuarto a las doce
Yara Imelda Ortega

(El sepelio de una niña
tres cirugías, dos años.)
No lo sé de cierto
lo intuyo, lo siento
la muerte no avisa
la vida se percibe
en la neuropatía
que la confirma.
En la redina los sueños
al telar la esperanza
del percal do arrebujo
la espera del cuarto a las 12.
Agónico amateur
mezcla la redoma del pasado
el amor y la hiel
de la memoria.
Adiós para siempre Stephen
bienvenido a la eternidad Hawking.
Amputarán manos, senos
pero nunca la voluntad
ni la fe. Beso azucenas.
Pies helados.
Comienza la canícula.
11:45 (Tras el sismo)
¿Ofende el azul
sobre la tierra
de la Gran Promesa
que fuera mi vientre?
Ofende el azul
sobre la prosapia
del nombre y apellido
que se desvanece
en el mío. El último.
Ofende el trino
que fuera violín o flauta
sobre los tejados
bajo las constelaciones
que me abrigan.
La música es el azul
que pronto mis ojos no oirán.
El do sostenido que ya no miré
volando de la cúpula al vitral.
Azul que duele
en el muro articulado
que encarcela al corazón.
Menos latidos por delante
más los que quedaron atrás.
Sueños que trinan
desde la luz multicolor
de los vitrales
ojos que hacen carbón mojado
antes de encender.
Notas melódicas y siderales
den reposo a Lódz
Treblinka, Guérnika y Lídice
Londres, Sarajevo y París.
Menguante jiboso
se pinta el futuro
media semana, no más.
Incendio esclerótico
llora involuntario
bajo las llamaradas solares
vaivén pendulante
del credo a la fe
en el espumante terrado.
Artimañas juristoides
tecnicismos geometrales
en tramas hertzianas
Sol urdido, astro, rey y dios.
Un renglón mecanografiado
sentencia: adenocarcinoma
en cuarto grado.