ECOS DE VINILOS
Crosby, Stills, Nash & Young: Déjà Vu, 1970
Javier Morales i García
En aquel curso de 1973, el garaje de casa era un lugar prohibido para mí. Durante dos o tres horas, varios días a la semana, yo no podía aparecer por allí. Por mucho que hubiese convertido aquel lugar bastante espacioso y húmedo en mi cuarto de juegos particular, mi hermano José me lo había dejado muy claro: - ¡No se te ocurra aparecer por aquí! Lo único que podía hacer era hacer las tareas del colegio o, aún peor, perder el tiempo delante de la televisión. Ya se sabe cómo es la tentación de lo prohibido pero, además, es que del garaje llegaban unos cantos de sirena, unas voces angelicales acompañadas por el par de guitarras que me llenaban de curiosidad y me hacían esconderme en pasillos y escaleras, buscar las sombras de unos recovecos de aquella casa que recuerdo grande y llena de misterios de leyenda urbana.
Pocas cosas hay para emocionar como la voz humana. Pues imagínate veinte o treinta voces conjuntadas cantando un repertorio que se me quedó grabado en el subconsciente. Se acercaba el final del curso y este año le tocaba organizar a la clase de mi hermano José el concierto de despedida, así que él ejercía de director de orquesta y de maestro de ceremonias. Elegía las canciones y sus compañeras y compañeros de curso eran el fantástico coro. Aquellos ensayos duraron varias semanas de tardes en el garaje de casa, de meriendas caseras de mamá. ¡Las mejores croquetas del mundo! De idas y venidas y puertas cerradas. Allí estaba yo, en una esquina, tomando notas mentales de todo, de todos. Olores y sabores, melodías y letras, broncas y risas... Lili, Ana, Leo, Bardy... Pasaban a mi lado y me acariciaban la cabeza, sonriéndome. ¡Qué bueno era ser mascota! De aquellas horas semanales que me metieron la música por las venas hubo dos canciones que ya forman parte de mi vida: "Teach Your Children" y "Our House". Dos temas que, oídos de aquella forma coral, eran la perfección hecha música.
Unos años después, el Déjà Vu caía en mis manos y todas las piezas encajaban de forma perfecta. En efecto, yo ya había visto todo aquello. La Paz, la armonía, el olor a pachuli, la amistad, las drogas y mucho más. El fin del sueño hippie que solo se mantuvo en el espíritu de algunas personas. Graham Nash fue el compositor de esas dos maravillas ingenuas. “Teach Your Children” sigue sonando muchas veces en casa, con la misma ilusión de la vuelta a las raíces como la evolución perfecta y del amor familiar. Un número 16 en las listas de éxitos y me ha parecido oírla alguna mañana de domingo en la misa de las doce, justo después de “Blowing In The Wind”. Ya sabes aquello que dice que Dios está en un terrón de azúcar, pero lo que es seguro es que Jerry García ayudo con la guitarra en esta gran canción.
En la lista imaginada de las canciones más bonitas del mundo estaría “Our House”, siempre unida a mi hermana Cristina bailando esa especie de vals con dos gatos en el patio y número 30 en listas con el formato single. Es una de esas canciones que hay que cuidar, resguardarla como un folio en blanco en un día de lluvia. El Déjà Vu empezaba con el “Carry On", composición de Stephen Stills a la que siempre le he tenido cierta manía, llámalo alergia si quieres, pero uno se acaba enganchando a ella, a esas guitaras y esos coros folkies como The Byrds. Sigue adelante, al final el amor llega a tu puerto y una especie de viaje psicodélico está a punto de empezar. La canción que más éxito tuvo fue una versión del tema de Joni Mitchell, “Woodstock”, número 11 en las listas. No en vano fue David Crosby quien le produjo el debut a Joni en 1968. Curiosamente, fue Woodstock donde Neil Young se unió al trío original en 1969. John Sebastian había dicho que no. En 1967, Young había abandonado Buffalo Springfield justo antes del Festival de Monterrey y Crosby le sustituyo aquella noche. El Pop es un pañuelo pero la verdad es que, en 1970, Woodstock quedaba ya lejos y el abuso de las sustancias y las discusiones eran lo normal. Nos queda la canción, con la voz de Stills y los punteos de Young. Nos queda el polvo de estrellas y la certeza de que en algunos momentos todos brillamos.
El disco se grabó en dos meses y cada uno aportó dos canciones. Neil Young demostró que era tan buen compositor como los demás, quizás el mejor. “Helpless” es una de esos temas tan típicos de este artista, una balada emocionante y dulce, tanto que dan ganas de abrazarse a ella, y es que nadie las hace como él. Lo ha vuelto a demostrar en sus últimas grabaciones despotricando sobre la guerra. Historia que se repite. Después está esa mini Suite llamada “Country Girl”, con tono autobiográfico y dividida en “Whiskey Boot Hill”, “Down Down Down” y, por fin “Country Girl I Think You Are So Pretty”, que se va calentando poco a poco con ese mellotrón y los coros épicos que te hacen cantar como si fueras uno más de la banda. John Sebastian, creo, estaba en la sesión de grabación. Stills y Young escribieron juntos “Everybody I Love You”, la canción que cierra el disco. Recuerdo ver a una chica de la clase de mi hermano José, una hippie rubia que llevaba una chapa que ponía esta frase. Un himno hippie y muy rockera, con unas guitaras disparatadas que enganchan con el otro tema más rockero y toda una tormenta de ideas acerca de la contracultura, la composición de David Crosby “Almost Cut My Hair”, que recuerda a alguna canción de Jimi Hendrix por el tratamiento de las guitarras. Es algo así como una confesión: estuve a punto de cortarme el pelo y hacerme oficinista, pero decidí que no... Parece una decisión fácil pero no es así, lo fácil es la supuesta vida normal. Lo difícil es seguir con el Rock and Roll, con las drogas el sexo y las giras. Te tiene que gustar la musica un montón y vete preparando unos nuevos tabiques nasales, el par de piernas de repuesto y un corazón. Ten cuidado con las armas y con tu semen... ¡y con tu familia! Al final solo te conviertes en un superviviente con el pelo largo.
La otra cancion de Stephen Stills es la miniatura “4+20”, un minuto y 55 segundos, bastante misteriosa, algo venido de la noche de los tiempos, uno de esos temas que se cantaban en hogueras nocturnas como final de un viaje malo o bueno. El nuevo Folk cósmico norteamericano (con perdón). Encuentro una conexión con el "Embryonic Journey" de Jefferson Airplane o con el "Bron Yr Aur" de Led Zeppelin... Y si alguna vez quise aprender a tocar la guitarra fue por piezas como esta. Por último, la canción que da título al disco, “Déjà Vu”, de David Crosby. Fascinante canción que me recuerda a Love con esas guitarras entrelazadas y la armónica de John Sebastian haciendo de las suyas... Y con un final que denota que tenían que estar muy colocados grabando este disco. Un LP que tiene la fama de una sobreproducción, con cada uno de ellos metiéndole mano al asunto y, a la vez, tiene ese toque de los ensayos y se cuelan voces, hay falsos principios, frescura, toques de amistad.
Amistad que me hace volver al principio, cuando aquella treintena de compañeros de clase hacían suyas algunas de sus canciones. ¿Y para que están los amigos? Para contarse las verdades, duelan o no, nos gusten o no. Todo había empezado como una reunión de amigos en la casa de Mama Cass en Los Ángeles, y ya se sabe que los amigos se pueden llevar mal. Seguramente, Neil Young siempre prefirió un camino propio, como aquella portada donde el miraba hacia el lado contrario de sus compañeros. Podía ser el más solitario y el más concienciado, como cuando justo después de la edición del Déjà Vu, la canción “Ohio” le salió del alma, de cuatro almas de estudiantes asesinados en la Universidad de Kent State, y llegó al número 14 de las listas en 1970. ¿Y qué decir de Graham Nash?
Escribió “Marrakesh Express” para The Hollies, pero sus compañeros hasta ese momento no quisieron grabarla y fue uno de los primeros éxitos del trío, junto a su homenaje a Judy Collins, la Folk singer de los ojos azules. En el verano de 1970, Crosby, Stills, Nash & Young hicieron una larga gira y cuando sacaron lo que era su segundo LP juntos, “Four Way Street”, la última de las superbandas se separaba, o mejor dicho empezaba la temporada de los desencuentros, los egos, los nervios rotos, los discos en solitario o a trozos, más canciones geniales, más uniones y separaciones...
Déjà Vu fue disco de oro casi antes de estar en la calle, no sería justo ignorar a Dallas Taylor en todo tipo de percusiones y a Gregory Reeves al bajo, todos juntos salen en la foto de la portada junto al perro lobo de Crosby, desde ya aficionado a las armas. Tienen pintas de Forajidos de Leyenda en la instantánea de Tom Gundelfinger. Las fotos interiores fueron seleccionadas de distintas épocas por Sally Sachs y Henry Diltz y me quedo con el esquivo y salvaje Neil Young. Hasta aquí mis razones sentimentales.
Volvamos a la cruda realidad. Todos adoramos a Neil, pero es imposible olvidar el LP Crosby, Stills & Nash, el primer disco y que muchos piensan superior al Déjà Vu. No se deben pasar por alto el “Pre Down Roads” o “Suite: Judy Blue Eyes”, un número 21 de gran éxito; el ya citado “Marrakesh Express”, número 30 y que me lleva a Tánger, a Formentera y que huele tan bien. Tampoco aquella foto en el porche de una casa, seguro que las guitarras no estaban tan lejos.
En cualquier caso, yo lo pongo sobre la mesa y seguiré escuchando mi vinilo del Déjà Vu, 1970, Atlantic Records, en esos momentos en que no solo necesite ver la época desde un punto de vista histórico, sino que los varios recuerdos de aquella casa grande, de aquel garaje, y de mi hermano José y sus compañeros de clase del Colegio Alemán vuelvan a mí, y a la memoria de unos días en que la música se media por la emoción.
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Javier Morales i García (Tenerife, España) es editor del fanzine Ecos de Sociedad, la publicación mod más longeva en Europa. Desde inicios de los 80, escribe, reseña y edita; hoy, Ecos puede leerse en Ecos de Sociedad. Es obseso de la música y el cine.