DISFRUTES COTIDIANOS
Discos cincuentones 1968 [I]
Fernando Cuevas

Ya llega el fin de año. Empezamos la serie de recuentos y recuerdos con una primera fugaz repasada a ciertos álbumes que cumplen el medio siglo conservando su valía y ampliando el manto de su trascendencia.
Armada británica
The Beatles ya en pleno proceso de ruptura pero con la creatividad aún boyante, firmaron el bien conocido álbum blanco, nombrado oficialmente como The Beatles: la genialidad se mantenía, aunque ahora un poco más desde el esfuerzo individual, con toda la carga que implicaba ser el grupo más importante del mundo, respondiendo sin mayor problema con esta obra maestra; por ahí, hacia finales del año, The Rolling Stones produjeron Beggars Banquet, una de sus obras ineludibles que confirmaban su estatus de grupo esencial, por si había duda: entre la peligrosa simpatía por el diablo, se movía el luchador hombre callejero con expectativas siempre a la baja.
The Kinks no se quedaban atrás y entregaron el conceptual The Kinks Are the Village Green Preservation Society, muestra clara del gran talento musical y de ideas sociales de esta banda que pareció estar en el tiempo y momento equivocados, por la presencia de los otros dos monstruos del párrafo de arriba que de pronto eclipsaban la escena. En tanto, Jeff Beck rockeaba a gusto con Truth, dejando ir su guitarra por donde se generaban hallazgos auditivos de buena intensidad, tal como Cream, esa súper asociación que inventó el concepto de súper trío, echando a andar la carroza con Wheels of Fire, blues quemante que se insertaba en el rock más propicio para agarrar cierta velocidad.
Comandados por Peter Green, Fleetwood Mac se presentó desde Londres en absoluta tesitura blusera de fuerte sabor británico con el homónimo Fleetwood Mac, por momentos coloreado con una psicodelia que se advierte barnizada por un humor discreto. Formados en Londres y comandados por Steven Marriott, Small Faces entregó Ogdens’ Nut Gone Flake, tercer disco por completo confirmatorio de su consistencia a la hora de integrar psicodelia, blues y folk con un absorbente uso de los teclados, acá insertando algunos sonidos de alcance espacial que incluían la presencia narrativa de un personaje conocido como Happines Stan.
Ampliando horizontes
Conformado por el organista Michael Ratledge, el guitarrista Kevin Ayers y el baterista/cantante Robert Wyatt, The Soft Machine representó una de las avenidas más fluidas para el entrecruce del jazz, el rock y la psicodelia, expresadas en el homónimo The Soft Mchine´s Vol. 1: una tormenta se estaba anunciando desde los bosques de Canterbury. Pink Floyd había sorprendido con su debut, y como para no dejar dudas, produjo A Saucerful of Secret, un disco de gran trascendencia en el ámbito de la psicodelia y del rock progresivo., tendencia naciente en aquellos años.
Liderados por Joe Byrd, The United States Of America entregó su disco homónimo, único en todos sentidos. Anticipatorio e influyente con esa psicodelia sideral plagada de pasajes entre pastorales y rockeros, husmeando en la experimentación, recovecos también revisitados por The Red Krayola (cambiando la c por la k), proyecto del visionario guitarrista y cantautor de Houston Mayo Thompson, quien presentó, aquí en compañía del baterista Tommy Smith, el innovador God Bless The Red Krayola And All Who Sail With It, segundo álbum plagado de humor voluntario en clave surrealista advertido en cortes breves, como si fueran maquetas futuristas de diversos géneros que se desarrollarían años después.
La Big Brother & The Holding Company, con Janis Joplin al frente, grabó el catártico y clásico sesentero Cheap Thrills, abundante y potente cascada de blues, hard rock y garage en la que la bruja cósmica confirmaba su estilo único para hechizar con sus vocales rasposas, ya visto en el Festival de Monterey: tiempo de verano absoluto. Electric Ladyland confirmó que estábamos ante un guitarrista de excepción: The Jimi Hendrix Experience nos trasladó a un mundo lleno de colores indefinibles y Silver Apples, muy a tono con esos tiempos, recitaba consignas mientras la instrumentación se apoderaba del escenario en el homónimo Silver Apples, fruto siempre prohibido pero deseable.
El ecléctico músico de Nueva Orleans y su banda, aquí firmando como Dr. John & The Night Trippers, debutaron con Gris-gris, álbum que se desliza entre susurros, coros y sonidos que parecen provenir del fondo de la sala, decorada con una sicodelia pastosa y enfoque autóctono, en tonalidades inquietantemente apagadas. Grateful Dead, ya convirtiéndose en esa institución de colores que dan vuelta eternamente, entregó Anthem of th Sun, una oda a la confusión que provoca la psicodelia más aguerrida, esa que nos hace desafiar al sol justo cuando asoma sus narices.
Con el apoyo del guitarrista Steve Cropper, se integraron canciones desperdigadas en The Dock of the Bay, grabadas por el gran cantautor fallecido en 1967 Otis Redding, deslizándose por un exquisito R&B que resuena justo cuando nos sentamos en nuestra bahía rítmica favorita para esperar la llegada de una embarcación con reparadoras sorpresas: disco póstumo y testamento de un clásico. La memoria discográfica como una muestra absoluta de perpetuidad y de buscar que las nuevas generaciones sean felices.