DISFRUTES COTIDIANOS
Discos cincuentones, 1968 [y III]
Fernando Cuevas

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Cerramos este fugaz recorrido por los sonidos que invadieron el mundo hace medio siglo.
Ellas
La recientemente fallecida Aretha Franklin alcanzó el cielo con Lady Soul, entre versiones y cortes originales: perfecta mezcla pop con la diversidad de sonidos de las músicas negras, destilados por una voz esencial y poderosa, como la de Nina Simone resquebrajándose en el sentido ‘Nuff Said, en tanto Etta James acometió con pleno conocimiento de causa el soul regado con R&B en Tell Mama, uno de sus grandes discos. Diana Ross & The Supremes hicieron equipo con un famoso grupo para producir el emotivo y rítmico Diana Ross & The Supremes Join The Temptations, en similar tesitura que Pray On, integración de varios cortes producidos por The Staple Singers.
La canadiense Joni Mitchell debutó con el conceptual Song to a Seagull, contrastando en tesitura folk la turbulenta vida citadina con la fluidez del campo. Vocal segura y sensible que se despliega entre arreglos de precoz solvencia. Tammy Wynette puso el tono melódico y de prístina armonía en Stand By Your Man, enviando mensaje de seguridad y de advertencia en D-I-V-O-R-C-E, en tanto Loretta Lynn se puso a trabajar en serio por los contornos del country y realizó tres discos de alto nivel: Who Says God Is Dead!, Fist City y Here's Loretta Lynn. Por su parte, Laura Nyro señaló el camino para las cantautoras en el espléndido y sensible Eli and the Thirteenth Confession, mudándose por tendencias diversas, del sentido pop al folk entrañable.
Jazz y músicas del mundo
El legendario pianista Oscar Peterson grabó en confianza My Favorite Instrument (Exclusively for my Friends, Vol. 4), compartiendo talento y de paso declarándonos a todos su amistad. En su tesitura de institución renovadora, aunque suene a oxímoron, Miles Davis ya en plan de patriarca absoluto con ese torrente de creatividad y capacidad para generar ensambles destinados a la perpetuidad, entregó Filles de Kilimanjaro, el genial Nefertiti y el muy disfrutable Miles in the Sky con alineación de lujo: Shorter, Benson, Carter, Williams y Herbie Hancock, quien también estampó su firma en Speak Like a Child, ya en pleno despegue solista con todo y la admiración a la sinceridad infantil.
En el campo del free jazz, Roscoe Mitchel perpetró el rupturista Congliptious, en tanto el Peter Brötzman Octet hacia lo propio a través de Machine Gun y Muhal Richards Abrams contribuía a la experimentación con Levels and Degrees of Light. Sun Ra continuó con su viaje cósmico a través de Outer Spaceways Incorporated y Eddie Gale, uno de sus discípulos, edificó el imperdible e innovador Eddie Gale’s Ghetto Music. El reconocido trompetista vienés de vanguardia Michael Mantler se puso ambicioso con The Jazz Composer’s Orchestra. Horace Silver asumió un tono confesional con Serenade to a Soul Sister, reconociendo fronteras abiertas, tal como el Expansions de McCoy Tyner. El multiinstrumentista Anthony Braxton se presentó en la comunidad avant-garde con el promisorio 3 Compositions of New Jazz.
Chick Corea entregó el enriquecido y confirmatorio Now He Sings, Now He Jobs y su socio creativo Gary Burton hacía lo propio con el elusivo A Genuine Tong Funeral, mientras que el incansable Hugh Masekela se despachó con la cuchara grande produciendo tres discos de consistencia a prueba de cantidad: Africa ’68, The Promise of a Future y The Lasting Impressions of Hugh Masekela. Por su parte, el Modern Jazz Quartet produjo Under the Jasmine Tree, con la elegancia aromática acostumbrada, en tanto Total Eclipse sonaba con luz propia por cortesía del vibrafonista Bobby Hutcherson.
El venerable Archie Sheep produjo Life at the Donaueschingen Music Festival con su sax de privilegio, mientras que The Don Ellis Orchestra le ponía colores a esa hermosa época del año o de la vida, cuando todavía existían las cuatro estaciones, en Autumn. Herbie Mann realizó Concerto Grosso in D Blues, brillante exploración entre el jazz y la música clásica y Jaki Byard compartió vivencias expresadas en sonidos y silencios vía Jaki Byard Experience. En clave ecléctica, Richard “Groove” Holmes compuso That Healin’ Feelin’ junto con su brillante cuarteto, mientras que Roland Kirk hizo ejercicios de lateralidad con Left & Right.
Paul Horn produjo el intimista Inside the Taj Mahal y famoso fue el disco en vivo de Bill Evans, pianista de excepción, titulado de At the Montreux Festival; también capturado en plena acción, Charles Lloyd grabó Florest Flower: Charles Lloyd at Monterey. Y si pensamos en la brillantez para la interpretación al piano, ahí estuvo la integración de grabaciones primigenias de Art Tatum cobijadas bajo el nombre explícito de Piano Starts Here. El álbum New and Gold Gospell de Jackie McLean recuperaba cantos de absoluta conexión espiritual, en tanto George Benson le ponía un toque soft de alta confortabilidad en Shape of Things to Come. Don Cherry contribuyó a la existencia para siempre del jazz con Eternal Rhythm.
Taj Mahal debutó brillantemente por partida doble con su paisajes rurales pintados en The Natch’l Blues y el homónimo Taj Mahal, recuperando el blues tradicional que dio cuenta de esas sensaciones vividas en los interminables campos de horizontes tristes. Ray Barretto entregó con absoluto sabor latino el clásico salsero Acid, poniendo a bailar a propios y extraños, en tanto desde Brasil llegaron dos obras que abrieron orejas y rompieron fronteras: Gilberto Gil entregó con imaginativa mezcla de rock y música de su país Gilberto Gil (Frevo Rasgado) y Caetano Veloso, ese gran cantante y compositor de cadencia única, produjo Caetano Veloso (Trópicalia). Desde el otro lado del mundo y reconocido por su conexión con The Beatles, Ravi Shankar exportó sello y estilo en The Sounds of India y con acento puesto en la chanson, Serge Gainsbourg levantó la mano con Initials B. B.
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