Cuento

El sonido de una puerta abriéndose

Don Webb - Foto, Juan Ramón Velázquez

Don Webb [traducción de Juan Ramón Velázquez]

Sólo habíamos querido perpetrar un pequeño timo. Parecía inofensivo. Teníamos el reparto perfecto: un escritor, un hechicero, una experta en computación. Al final el hechicero desapareció, la experta en computación murió con un cuerpo terriblemente maltrecho y todos nos reventamos los sesos de locura. Antes de actuar conforme a la mía, dejaré un registro en forma de narración de nuestra extraña aventura.  He tratado de no escribirlo, pero lo que me impulsa a buscar esa locura en las islas quiere dejar registro. Un revés irónico, ya que deberían haber sido mis ficciones las que crearan una ilusión de realidad.

Así que, mientras murmullo ciertos hechizos para prevenir que ciertas cosas tomen forma en las sombras de mi cuarto, presten atención a este aleccionador relato sobre los que participarían en el juego de Tlön.

Empezó en la charcutería de Wing Lee, en la calle Polk Street de San Francisco. El tema de Lovecraft surgió después del cerdo Mu Shu y antes de las galletas de la fortuna. La experta en computación, una majestuosa negra —llamémosla Maya Eolis— mencionó que la mayoría de los lugares en HPL estaban basados en sitios reales. La iglesia de St. John de Providence fue transformada en la iglesia de la Starry Wisdom para The Haunter In The Dark. Pusimos en común nuestra información sobre el tema. El brujo (en realidad un gentil empleado de las oficinas de guerra psicológica —llamémoslo Gabriel Thorn—) sostuvo con suavidad que R'lyeh, donde Lovecraft había situado al muerto y soñador Cthulhu, era un lugar real: Nan Matol, cerca de Ponapé. Gabriel me había tomado el pelo algunas veces, por lo que quedé bastante sorprendido cuando resultó que Nan Matol era un lugar real que contaba con una extraña arquitectura basáltica. Los nativos adoran al dios calamar Kutun. Para aquellos que se burlan de los Mitos de Cthulhu, les dejo a Nan Matol y la Encyclopaedia Britannica como un ejemplo del mundo por venir.

Nos fuimos a casa de Gabriel y vimos una película en video con Lugosi/Karloff: Towers of Fear: Hay una escena bastante horrible al final sobre perros de cara humana con horribles tumores en los ojos. Gabriel dijo que la escena del perro y las subsecuentes pesadillas inspiraron a Frank Belknap Long para escribir The Hounds Of Tindalos. Tindalos, mantuvo, era una palabra Nan Matol que significaba "poder" —cognada con la polinesia mana.

"Si Lovecraft", dije, "desarrolló un poder peculiar en su escritura al injertar sus sueños en algo real, ¿por qué no revertimos el proceso?"

"¿Empezar con algo imaginario e injertarle algo real?", preguntó Maya.

"Exactamente", dije.

Gabriel sonrió.

 

***

 

Empecé insertando un párrafo en mi columna de Noticias del Museo, en la que escribía sobre los próximos eventos en grandes museos de Estados Unidos.

 

"Una desafortunada baja —debida al próximo arribo de la exhibición sobre Amenhotep III— será la retrospectiva de los modelos en yeso de Hans Poelzig's. Aunque Poelzig fue una figura menor asociada con la Bauhaus, la exhibición de una semana iba a incluir varios elementos que rara vez son vistos en los EE. UU., incluyendo su Modell Für Eine Kutlukapelle y su Schrecklich Krake, que muchos de ustedes recordarán por la película de la UPA Unterzee Kulten."

 

Aunque Poelzig hizo algunas cosas muy extrañas (como diseñar los sets de Der Golem), nunca hizo un Modelo para un Santuario de Cthulhu ni una estatua llamada Calamar Horrible. Tampoco la UPA había hecho Religiones Submarinas.

La semana en que apareció mi artículo, Maya expuso la siguiente duda en el foro ALT.SCIFILM de Usenet: "¿Alguien sabe algo sobre la película Unterzee Kulten dirigida por G. W. Pabst?"

Seguramente alguien le respondió que sus sets fueron obra de Hans Poelzig y que recordaba haber leído que había una muestra de ellos en alguna parte.

Luego Gabriel dijo que la película Unterzee Kulten había sido estrenada con el título de Geheimnisse Einer Unterzeewelt y que sus fuertes imágenes sobre obscenos cultos polinesios de adoración a un dios marino habían causado que la película fuera prohibida en la mayoría de los países. Una sola copia circulaba clandestinamente en los Estados Unidos y su imaginería inspiró al escritor de horror H. P. Lovecraft para escribir su Call of Cthulhu.

Bueno, este apunte hizo brotar a los seguidores de Lovecraft. Con toda seguridad el maestro no había visto ninguna película en la que basara su trabajo. Y —como esperábamos— un tipo afirmaba haber visto la película, describiéndola como demasiado mansa para haber provocado que Lovecraft soñara con torres de extraños ángulos surgiendo del Pacífico.

Así que Gabriel preguntó si el tipo había visto Geheimnisse Einer Unterzeewelt o la versión editada Secretos Submarinos. Por supuesto que el tipo no había visto ninguna, ya que nosotros habíamos inventado ambas, pero queriendo sacudirse el anzuelo dijo que probablemente había visto la versión editada. Ahora la película tenía existencia factual en la mente de un hombre.

Una chica dijo que recordaba haber leído sobre Secretos Submarinos en un ejemplar atrasado de Famous Monsters of Filmland. Lo que ella recordaba en realidad era haber visto el nombre de Gabriel Thorn conectado con un historia especulativa de Star Wars; pero las mejores farsas —razonábamos— crecían desde la criptomnesia de otras personas.

Dejamos que se dijeran mentiras unos a otros en la Usenet patrocinada por el gobierno. Pasaron un par de meses y nos reíamos mientras nuestras mentiras crecían para convertirse en hechos. Las cosas empezaban a enfriarse, así que mientras estaba haciendo la maqueta de Noticias del Museo, inserté el siguiente anuncio:

 

"Coleccionista privado busca copia de película de la UFA: Geheimnisse Einer Unterzeewelt. Debe tratarse de la versión sin censura del clásico de Pabst. Paga elevada. Dirigir respuestas a «BUSCADOR» en esta revista."

 

Unas pocas semanas después, recibí esta carta desde Lisle, Illinois:

 

Querido BUSCADOR

También he estado buscando Geheimnisse Einer Unterzeewelt durante muchos años. Puedo proveer una fotocopia del libro que inspiró la película. Este libro, como usted sin duda sabe, es una extensión del alfabeto Yuggótico de Guido von List. Si gusta una fotocopia de Das Geheimnis Der Unterzeerumen, por favor hágamelo saber y se la enviaré por correo electrónico. Ya que conozco las torturas que puede causar la búsqueda de misterios, estoy más que dispuesto a facilitar ayuda para el afán de alguien más.

Guido von List, un reconocido experto en lingüística indo-europea y mitología, fue el líder del renacimiento ocultista alemán en los inicios del siglo veinte. Si llega a cruzarse con una copia de la película, le daría lo que fuera para verla.

Sinceramente

Un Colega Buscador.

 

Por supuesto que respondí de inmediato solicitando una copia del libro. Tan pronto como dejé la carta en el correo, lo lamenté. Le había dado mi propio nombre y dirección a un colega bromista. "Yuggótico", en efecto —un término acuñado por Lovecraft. Quien sea que haya escrito la carta tenía gran habilidad para la meta-comunicación. Fue capaz de hacerme ejecutar su voluntad. Sospeché inmediatamente de Gabriel.

Así que preparé una nota de correo electrónico para Gabriel.

 

"Querido Gabriel,
La regla es no joder nuestras propias mentes."

 

Pero cuando entré a MCI para mandar la nota, había un correo en mi bandeja de entrada.

 

"Querido Don,

Buen intento, pero no voy a morder la carnada. Por cierto, ¿cómo lograste que la nota fuera enviada desde Key West?"

 

Así que no envié mi mensaje. Tenía que descifrar todo esto. ¿Estaba jugando conmigo o alguien más (¿Maya?) estaba engañándonos a los dos? ¿O había dos personas embaucándonos por separado? Me pasé la tarde volviendo a releer The Magus de John Fowles y debatiendo hipótesis.

Decidí que la mejor forma de proceder sería actuar como si Gabriel estuviera tratando de engañarme. Entré a MCI la mañana siguiente, planeando enviar mi mensaje. Había un correo de Maya en mi bandeja de entrada.

 

"Queridos muchachos,

¿Cuál de los dos me está enviando la propaganda del Hotel Rainbow Cliff cerca de Kapinga? Por alguna razón sospecho que no es coincidencia el que me estén llegando promocionales de hoteles micronesios. Esto no está conforme a las reglas que acordamos."

 

Así que me desconecté sin mandar ningún mensaje. Esperaría a que el tipo de "Illinois" diera el siguiente paso.

A las dos semanas había una caja con una gruesa fotocopia metida en mi buzón. Mi alemán no es muy bueno pero alcancé a entender que Das Geheimnis Der Unterzeerumen había sido publicado en Viena durante 1908. El libro consistía de un diccionario, ordenado por glifos, con transliteraciones del "yuggótico" al alemán. Guido von List había traducido "Y-goth-e" como "sendero siniestro" y argüía que los glifos habían sido hallados cerca de Nan Matol (¡!), la Isla de Pascua y Stonehenge. Sugería que las meras formas angulares de los glifos podrían abrir vías ocultas en la mente si se meditaba sobre ellos con ese propósito.

Si esto era una falsificación, alguien se había tomado demasiadas molestias para producirla. Si no lo era, alguien se había tomado demasiadas molestias para encontrarme.

Ambas ideas eran bastante aterradoras.

Así que decidí ignorarlas.

 

***

 

Durante dos meses borré los mensajes que me llegaban de Gabriel o Maya sin siquiera verlos. La manera más fácil de derrotar a un embaucador es negándose a jugar.

Mientras yo miraba hacia otro lado, las cosas se fueron yendo demasiado lejos.

Una noche decidí intentar uno de los ejercicios en el libro. Seleccioné uno de los glifos, el que correspondía al sonido "K". Dibujé el glifo con tinta verde oscura en una carta de tres por cinco pulgadas. Me senté en el piso de mi departamento (en la semi oscuridad, iluminado por una vela verde oscuro). Observé con atención los ángulos y curvas de este símbolo (supuestamente) alienígena. Mantuve mis ojos medio cerrados para evitar la fatiga ocular. Pronto la duermevela se convirtió en sueño.

Estaba en el océano, viendo cómo el sol hacía surcos dorados en las olas al hundirse. Mientras el sol se sumergía tomé consciencia de mi entorno. Estaba parado en un montículo arenoso. Detrás de mí (hacia el Este) había un paraíso de palmas y arena. Hacia mi izquierda (el Sur) había una isla rocosa surgiendo del mar oscurecido. Edificios labrados emergiendo con ángulos enloquecidos —la mayoría de ellos desvaneciéndose en un mar oscuro como el vino. Alguien encendió una antorcha que ardía con un verde brillante. Mi atención flotó como una brisa desde el montículo hasta la isla hechizada.

Vi que era Maya la que sostenía la antorcha y Gabriel estaba leyendo, con su voz ovejuna, de un pergamino. Pausaba su lectura como si esperara una respuesta; algunas veces el sonido de las olas o el chillido de los pájaros parecían formar palabras. Continuó leyendo y una sombra casi palpable pareció elevarse de las ruinas. La sombra fluyó hasta los pies de Gabriel y Maya. Continuaron su extraña ceremonia y la oscuridad empezó a deslizarse sobre sus cuerpos, envolviéndolos por completo. Justo cuando las sombras los tragaban, pude ver un extraño lugar estrellado reflejado en sus ojos. Mientras la oscuridad completaba el sello, la flama verde desapareció con un siseo.

Luego estuve solo. La oscuridad retornó a su lugar normal, en forma de sombras. Comencé a examinar las ruinas con más atención, pero desperté.

Mi vela se había extinguido. Sin duda ese cambio, más el estado sugestionable que había proyectado sobre mí mismo, habían logrado esta visión.

Una semana después, recibí una carta de Kapinga, Estados Federados de Micronesia. Era de Gabriel.

 

Querido Don,

Hemos jugado a proyectar sombras por tanto tiempo que sé que no me creerás cuando te diga que hemos tropezado con algo auténtico. Las ruinas de Nan Matol son portales, indicadores que apuntan hacia alguna forma de otredad que va más allá de la consciencia de los hombres ordinarios. Esto es más que un vistazo hacia un túnel de realidad distinta; es otra realidad completamente diferente.

Sospecho que los portales de extraños ángulos están abriendo nuevos senderos en nuestras mentes, tal como deben haber abierto nuevos caminos en las mentes de sus constructores. Si esos constructores eran de hecho humanos y no —como dicen los nativos— seres que vinieron de las estrellas en canoas de roca.

Esto es lo que he estado buscando toda mi vida. Toda mi vida he estado al tanto de otro mundo, un mundo de vastas presencias apresuradas, fuerzas que se estuvieron escabullendo para llevar a cabo acciones de enormes consecuencias. Estos actores fueron reales, no las vagas ilusiones de este mundo. Porque siempre busqué esa enorme actividad fue que perseguí una carrera en la inteligencia militar. Casi me sentía vivo ahí. De alguna manera estoy retrayéndome a los pasos del archiespía de Isabel I, el Dr. John Dee. Él también fue atraído hacia los eventos de su tiempo y (como yo mismo) los influenció con una palabra o dos en los oídos adecuados. Pero al final fue atraído también a otro nivel de acción.

Debes venir aquí. Esto es lo que tú quieres también. Recuerdo la noche en que comimos en el Magic Castle de Hollywood y te presenté a Forrey Ackerman. Hablaste de la ciencia ficción como una búsqueda de la otredad. Bueno, lo que quieres está aquí. No alguna proyección ocultnik de parejo aburrimiento en el ámbito de la fantasía empobrecida, sino algo desconocido.

Ven pronto mientras aún soy visible para ti en este mundo. Ven mientras todavía puedo enseñarte, antes de que tengas que buscar esta sabiduría por tu propia cuenta.

Gabriel.

 

¿Por qué estaba haciendo esto? ¿Realmente pensaba que con lo poco que ganaba como escritor sería capaz de lanzarme al Pacífico? ¿Estaba tratando de probar su poder sobre mí? ¿Que sus ficciones (su magia, si gustan) eran más poderosas que las mías?

O realmente había…

No, no pude dejarme pensar eso. No. No. No.

Puse su carta en el fondo de la enorme pila de papel en mi escritorio. Así refutaba su misticismo tiki-antorchesco.

Pasaron seis días antes de la siguiente carta desde Micronesia. Ésta era de Maya.

 

Querido Don,

El efecto de las ruinas en la imaginación es tremendo. Tienes que ver las oscuras sombras angulares progresando a través de la noche mientras giran las estrellas. Sé que Gabriel te ha escrito y, conociéndote, sé que estás suspicaz.

Y aun así recuerdo la noche en que propusiste que si el hombre tenía una vida después de ésta, debería estar preparado para ella entrenando la imaginación. La llamaste un sendero secreto entre la flama pura del intelecto y las sombras de la ilusión colectiva. Parece que nosotros tenemos acceso a ese sendero aquí, en las sombras de estos edificios obscenamente angulados. Por favor ven, ¿quién sabe cuánto tiempo estará abierta esta puerta? Me gustaría pensar que la abrimos Gabriel y yo, nuestras voluntades, pero eso sería muy fácil. La coincidencia entre este sitio y la ficción de Lovecraft se explica fácilmente: tan sólo leyó sobre una exhibición en los periódicos. Pero siento que hay algo real sobre el sitio, y algún grupo —quienquiera que me haya mandado la propaganda del hotel— que quiere dirigir nuestra atención hacia aquí. No estoy especulando sobre sus intenciones porque sospecho que son un pálido reflejo de la corriente que se vierte desde este lugar.

Sospecho que los edificios de basalto son como esqueletos de alguna gran bestia. Refrescamos a estos grandes seres cuando leemos ciertas palabras, quemamos ciertos inciensos, cuando las estrellas están correctas. Recreamos, re-manifestamos sus intenciones atemporales.

Al día siguiente sentimos los cambios en nosotros, creamos una sustancia, una esencia que es potente, poderosa e inmortal. Al jugar con cosas, esparciendo ciertos secretos, de alguna manera tocamos un acorde y un eco ha venido desde allende las estrellas.  Escucha mis palabras. Ven a nosotros mientras aún existimos visiblemente. Mira nuestras caras. Ve qué tan lejos nos hemos movido. Conocemos —o estamos muy cerca de conocer— la salida al laberinto de la historia.

Creo que las historias que cuenta la gente del lugar acerca de los dos constructores Olo-chipa y Olo-chopa son más que meros mitos para explicar las construcciones. Sospecho que todo inició aquí. Algo llegó al planeta aquí. Algo que se fue o, como dicen los nativos, yace durmiendo en las partes sumergidas de la ciudad. Las ruinas de extraños ángulos apuntan hacia otros niveles de crecimiento, posiblemente unos niveles que los constructores crearon.

Muy pronto Gabriel y yo haremos el intento con un texto ritual dedicado a Luka-lapalap, el Príncipe de las Tinieblas local —el dios que según los nativos causó el surgimiento de las tierras. Lo llamaremos en el nombre que significa más para nuestra imaginación: Cthulhu. Gabriel le pagó a un isleño no tan receloso como el resto para que nos señalara el atemorizante sitio Pan-katara —la así llamada "isla encantada", cuyo nombre significa "El envío-de-Mensajeros".

Seguramente el espíritu de ese lugar debe habernos tocado cuando nos sentamos en la charcutería Wing Lee hace más de un año.

Ven con nosotros, aunque sea para atestiguar nuestro pasaje cuando invoquemos al dormido desde aguas insondables y años sin cuenta.

Maya.

 

Si esto era una jugarreta, parecía estar sacando a flote su mejor prosa. Si era una treta, estaba removiendo algo en las profundidades —las profundidades reales, las de mi alma. Mi oficina y mi departamento empezaron a parecerme artificiales. Mis manos se adormecían mientras diseñaba anuncios para las estaciones de radio locales.

Algunas partes de la ciudad seguían siendo auténticos. Los Jardines Japoneses, la playa ultramundana en Land's End, Crowley Plaza en Pier 39. De alguna forma estaba cumpliendo en mi trabajo —quizá uno no necesita estar consciente para escribir anuncios. Me sentía más y más atraído hacia ciertos panoramas, ciertos efectos del cielo y arquitecturas extrañas.

En el ojo de mi mente los seguía viendo. Ambos parecían triviales y pequeños en sus ropas occidentales. Los imaginé ocupando cuartos en lados opuestos del hotel. Ambos eran personas muy formales, necesitaban grandes distancias entre ellos y los demás.

Pero principalmente podía verlos, muy de mañana (cuando allá sería cerca de la medianoche), llevando a cabo rituales que podrían ser anteriores a la especie humana.

Decidí tratar de poner esas asechanzas mentales a descansar. Quizá pudiera alcanzarlos con mi mente —darles el testigo que necesitaban— y acabar con el maldito asunto de una vez por todas.

En la mañana del 19 de julio, un domingo, traté el truco del glifo y la vela. Fue acaso la única vez en mi vida en que estuve despierto tan temprano en domingo.

Elegí el glifo del sonido "V", quizá porque el nombre de mi padre comienza con esa letra o puede que por la novela de Pynchon —que para mí representaba los poderes de la obsesión y la otredad, tan grandes que la civilización crece para cubrirlos por completo. O acaso elegí "V" por alguna razón conocida sólo por el vacío nebuloso de mi alma.

Dibujé el glifo. Encendí algo de copal que había comprado en una tienda de la calle Haight. Encendí mi vela verde.

La visión llegó veloz, como si ya la hubiera estado viendo en algún nivel de mi ser.

Estaban en el techo de un edificio hexagonal, entonando un idioma extraño, gutural, hacia las estrellas del norte. Algunas estrellas estaban más brillantes, más vívidas. Algol, Polaris, la constelación de Tauro. Mientras cantaban me di cuenta de una presencia o fuerza que parecía fluir desde el edificio. Hería a todas las cosas regulares y constantes —como si estuvieran siendo apartadas del universo natural. Era como un viento negro que soplaba contra las almas, haciéndolas sentir inquietas —forzándolas a cambiar y despertar, o a marchitarse y morir. Enviaba sueños anormales. Causaba belleza y terror —o, mejor dicho, traía al ser la belleza apenas soportable que es el principio del terror.

Esta fuerza maligna no tenía nada que ver con la vida natural, a excepción de que cuando se le encontraba iniciaba una danza intrincada en la que todas las cosas eran posibles. Nombres como Satán o Lucifer ni siquiera pueden comenzar a explicar esta corriente oscura.

 La corriente no era estable. A veces fluía rápidamente. Otras veces era caótica y turbulenta. Los cantos de alguna manera aceleraban el flujo pero introducían incontables vórtices. Podía sentir la formación de extrañas turbulencias. Algo invisible comenzó a fluir alrededor de mis amigos en sentido opuesto al del reloj. Podían sentirlo, porque sus voces titubearon momentáneamente. La corriente se arremolinó más rápido. De pronto, se encontraron inmersos en ella.

Se elevaron en el aire girando a velocidades vertiginosas. Un cuerpo cayó duramente sobre las rocas; luego los remolinos desaparecieron. No pude ver quién se había caído, mi contacto se perdió.

Me sentí como si hubiera tenido la peor gripe de mi vida. Intenté renovar mi contacto un par de veces durante ese domingo enfermo pero las imágenes no llegaron, sin importar qué tanto intentara empujar mi imaginación.

El lunes me reporté enfermo al trabajo. Llegó a mi correo un boleto de avión a Hawaii, otro para un paseo en bote a las siete islas mayores de Micronesia y una reservación a mi nombre en el Hotel Rainbow Cliff. Había una nota de Gabriel.

 

Don:

Verás… Lo estoy pagando. Por favor ven.

La consciencia es tranquila y fingir es fatigoso.

Creo que serás un compañero interesante en la Alternidad.

Gabriel.

 

***

 

Lo pensé mucho durante dos días. Luego llamé y confirmé mis reservaciones.

Fui.

Pero no estaba preparado para lo que encontré.

En Kapinga había una mujer negra semi-paralizada que no podía hablar. Visité el hospital con alguna excusa inventada.

Era Maya. Respiraba con dificultad. Las condiciones hospitalarias eran muy rudimentarias. Me pregunté cómo podría contactar a su familia. Si pudiera sacarla de ahí. ¿Lo valía? Estaba seriamente herida. El doctor dijo que parecía una caída. Las personas no deberían jugar al arqueólogo amateur.

Le pregunté si había alguien más con ella.

No. Pero un hombre se había ido de la isla esa misma noche.

Me senté con ella. Ya estaba avanzada la madrugada cuando empezó a toser. Traté de llamar a la enfermera pero entendí que estaba tosiendo palabras.

 

"…difícil de operar a esta distancia… todo maravilloso aquí … niveles del ser más allá de lo imaginable … difícil de operar … no lo necesito … déjale el robot a los chacales del tiempo …  Iä Luka-lapalp … Kef …ir…"

 

Murió en la mañana. Gasté casi cada centavo que tenía regresando junto con el cuerpo.

Me sumergí en mi trabajo, pero todo lo que escribo toma una cualidad trascendente. Es como si algo hubiera cambiado en mí y su belleza y terror tuvieran que manifestarse.

Así que esto puede haber sido una pequeña broma que jugamos —un grupo de bromistas esperando convocar a los Grandes Antiguos mientras comían pato prensado y Cerdo Mu Shu—, pero nuestro juego parecía habernos tragado. Así que, bromistas: tengan cuidado.

Todos los días me miro en el espejo tratando de elucidar qué nuevas cosas me miran a su vez.

Hubo otros involucrados. El libro del apartado postal (ahora cerrado) en Illinois. Puede ser que los Grandes Antiguos tengan agentes humanos que ayudan a lo largo del proceso. O quizá sólo fue una broma cósmica perpetrada por el equivalente interdimensional de un niño preguntándome si mi refrigerador estaba funcionando.

Pero como sea, la llamada es enorme en mí y crece más cada día. Algún día yo también iré a las ruinas extrañamente anguladas. Pronto diré los ritos. He descifrado el libro y el destino me condujo a otro libro cuyo nombre no revelaré, de manera que los temerarios entre ustedes no se sientan tentados. No puedo dejar que alguien más caiga en la treta, pero como dijo el viejo mentiroso: "Quizá sí hay oro en aquellas colinas".

Acaso pronto conoceré qué verdades yacen más allá de este mundo de espejos.

 






***
Don Webb (1960) es un escritor estadounidense de ciencia ficción y misterio, autor de varios libros sobre la filosofía oculta del Camino de la Mano Izquierda. También es un ex sumo sacerdote del templo de Set.

La traducción inglés-español es de Juan Ramón Velázquez.

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