miércoles. 17.04.2024
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Una novela rusa, de Emmanuel Carrère / Jaime Panqueva

Jaime Panqueva

Una novela rusa, de Emmanuel Carrère
Una novela rusa, de Emmanuel Carrère
Una novela rusa, de Emmanuel Carrère / Jaime Panqueva


En las primeras líneas de Historia secreta de una novela, Mario Vargas Llosa comenta que escribir una novela es una especie de striptease invertido; por una parte, el novelista exhibe los “demonios que lo atormentan y obsesionan, la parte más fea de sí mismo: sus nostalgias, sus culpas, sus rencores.” Pero, al ser un proceso a la inversa, todo queda tan disfrazado o cubierto al final por los elementos de ficcionales y narrativos que, “nadie, a menudo ni el propio novelista, puede escuchar ese corazón autobiográfico que fatalmente late”. Quizás haya más ejemplos en contra de esta visión del gran escritor peruano, pero me parece que uno muy bueno de ellos puede ser esta novela de Emmanuel Carrère, escrita como una novela de no-ficción sobre sus relaciones familiares y sentimentales acaecidas después del éxito de El adversario.

El striptease acometido por Carrère no puede ser más despiadado, pues se asienta sobre tres pilares; la relación personal con su nueva pareja, Sophie; la historia de su familia, en particular la muerte de su abuelo por la resistencia francesa tras la huida de los nazis en la Segunda Guerra Mundial con el trauma que esto ocasionó a su madre; y las visitas a la Rusia profunda para la filmación de dos documentales con una tragedia, de colofón. Carrère busca el horror, y es capaz de extraerlo sin concesiones de la vida familiar o de una ciudad perdida en la estepa rusa. En particular en este libro, el sufrimiento ajeno se presenta con una ausencia absoluta de pudor y un exceso de frases efectistas: “Me pregunto si para mí escribir significa necesariamente matar a alguien”, reflexiona el autor tras una escena de celos y alcohol con Sophie.

Quizá esta impudicia haya sesgado mi objetividad, el exhibicionismo de Carrère trasgrede el acuerdo tácito entre el autor y el lector de novela. Más que a una novela, se asoma uno a un diario condensado donde cada dato (los documentales, viajes, el relato publicado en Le Monde) puede ser rastreado y verificado. Esto, por supuesto, no niega la gran capacidad del autor de generar suspenso y narrar de manera impecable sus impresiones y pensamientos. Sin embargo, reflexiono sobre la muerte de Eros, de lo que se oculta, de lo que no se dice, y aquí se dice todo. Quizá algunos preferimos el sistema enunciado por Vargas Llosa.

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