LA ESTUPIDEZ HUMANA PRESENTA… [VI]
Words, Words, Words / José Luis Justes Amador
José Luis Justes Amador
78. Lo peor que un trabajador puede escuchar de su jefe, aparte por supuesto de “estás despedido” o su formulación poética “ya no contamos contigo para este proyecto”, son “eres proactivo”.
79. Sigo sin saber qué quiere decir “eres proactivo”, pero suele tener significados como “me encanta que trabajes más de lo que deberías y además sabiendo que no te lo vamos a pagar”, “qué bueno que puedo darte más y más trabajo que además no te voy a pagar” o, como se decía antes, “la mejor recompensa de un trabajo es un trabajo bien hecho”.
80. La primera aparición de la palabra se dio en un artículo de Paul Whiteley y Gerald Blankfort, en 1933, y no tenía nada que ver con el uso actual sino con un cierto tipo de conocimiento que no dependía de las circunstancias previas al aprendizaje de algo.
81. El casi siempre elogiable Victor Frankl es el culpable. En su multivendido El hombre en busca de sentido le otorga un nuevo significado, el actual, y es a partir de ahí cuando la palabra se empieza a corromper y corromper hasta llegar a su vacío actual.
82. Si atendemos a la definición (“se refiere al comportamiento anticipatorio, orientado al cambio y autoiniciado en diversas situaciones”), en efecto, el proactivo es el mejor trabajador, y al que como premio basta con decirle que lo es, porque no hace falta darle órdenes (“anticipatorio”), mejora las cosas que están mal (“orientado al cambio”) y lo hace solito (“Autoiniciado”).
83. Peor cambio semántico es el que se ha dado con la palabra resiliencia, desde su primera aparición académica, en cualquier libro de autoayuda de esos (carísimos) que se pueden encontrar en cualquier lugar que venda libros.
84. Pero esa palabra necesitaría un domingo completo.
85. Si esa estupidez se hubiera quedado en los dominios de la psicología teórica o en la de los libros de autoayuda, no pasaría mucho. El problema se da cuando todos esos “palabros” llegan al dominio en el que podían caer, el de la educación.
86. Por eso, ahora los alumnos no es que hagan la tarea mal, sino que tienen áreas de oportunidad para mejorar.
87. Si el alumno fuera inteligente, algo que no es, porque hizo mal la tarea, podría contestar perfectamente que se llame “la tienes mal” o “tienes un área de oportunidad”, aunque de todos modos deberá volver a hacerla.
88. Y ojalá fueran tareas, porque lo que ahora deben presentar los alumnos (para responder a los “recursos explicativos”; o sea, las clases o los textos que hay que leer) no son tareas, sino “evidencias de aprendizaje”.
89. Pero la mayor estupidez con las palabras es utilizarlas sin saber exactamente (o desconocer completamente) qué quieren decir.
90. Los ejemplos que me vienen a la cabeza son miles; sobre todo, los que utilizan los dos espectros políticos para insultarse mutuamente: “fascista”, “izquierdista” (adviértanse esas dos peligrosas terminaciones en “-ista”).
91. Por eso, el año pasado en una encuesta (bastante infiable, como todas las encuestas que no sean del cien por cien de la población, como el único mapa fiable es el de escala 1:1), el 56% (+/- 3) de los padres con hijos en edad escolar en los Estados Unidos de América, estaban a favor de desparecer de la enseñanza los números arábigos.
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