Poesía

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Tachas 419

Jerónimo Pimentel

Mi cerebro es la fruta que comió el primer hombre.
La receta dice: “hay medicina en las hojas”,
pero siento frío. Cae nieve negra y forma una capa de hielo
sobre la que bailan dos astronautas. No conozco el ritmo,
pero en el firmamento un buey mueve la cabeza
divertido por la música. Pasta, en verdad, y sus dientes
aprueban melodías. Come astros y defeca estrellas
a la manera de semillas que fertilizan la bóveda
dejándola apta para la contemplación.
Su respiro se vuelve inquietud en mi descanso campesino.
Parece un trato justo. Buscamos señales
pero no hay una sola. No hay metáforas tampoco,
solo un poco de fruta que mi Yo místico proyecta a través
de mi Yo ficticio (mi Yo material califica al ejercicio de ocioso,
mientras mi Yo agazapado bosteza y revela
así su oposición). Me gustaría proyectar otras cosas,
pero nadie puede escoger qué hacer
ni cómo hacer lo que no elige.
No es determinismo, solo un cauce religioso
saboteado por el espíritu de nuestro tiempo.
A nadie le gusta su tiempo. A nadie le gusta crear caminos
que expandan su fuerza mística. La mía está intacta:
muestra a un buey alegre los días de verano
en cuyas noches cae nieve negra (blancas escafandras
exigen otro nombre para su cómica plasticidad).
En los inviernos fríos el animal es un gusano, una larva
que se reproduce en el espacio hasta formar otra.
A ojos profanos es solo el amor de dos estrellas,
bosta que ama a la bosta, y el buey sonríe sacudiendo la cola
para que otras semillas resplandezcan
y otros niños como yo imaginen lo que sea
que sus ojos son capaces de fijar.
Nada me impide rendirle adoración, como a cualquier
objeto venerado por nuestra época (¿qué época?).
Algunas tardes incluso me enamoro de ella. Pájaro dice
que mi epifanía es un error de programación. Debe ser.
Cuando le rezo oigo el rugir de un motor y se alza el telón
de un teatro: soy un Hell Angel atravesando Arizona.
Los manubrios, anchos como un toro, me rodean
y se cierran a mi espalda. Ya no es una motocicleta,
sino una cápsula que navega por un país sin árboles
donde sólo es posible distinguir piedras, claros y vaqueros.
La vida es un sueño de Moebius donde todos vamos camino a duelo.
Las cajas de dibujo se funden en diálogos sin letras.
El silencio responde al silencio.
Primero, escopeta; después, resplandores indios.
El buey sonríe.
Some day I’ll come back.
Fin.

 





***
Jerónimo Pimentel nació en Lima en 1978. Estudió Periodismo en la Pontificia Universidad Católica del Perú, profesión que ha ejercido en diversos medios como la revista 'Caretas' y el diario El Comercio, donde cuenta con una columna semanal en el suplemento deportivo 'DT'. Ha publicado los siguientes poemarios: Marineros y boxeadores (Santo Oficio, 2003), Frágiles trofeos (AUB, 2007) y La muerte de un burgués (AUB, 2010). También es autor de la novela La ciudad más triste (Alfaguara, 2012). Los siguientes poemas son de su último libro Al norte de los ríos del futuro (AUB, 2014). La cita del sumario es parte del comentario de Carlos Yushimito al referirse a este libro como “uno de los más originales que la poesía peruana, y tal vez, la literatura en lengua castellana, ha escrito en los últimos años”. Este poemas es de Al norte de los ríos del futuro (Ediciones Liliputienses, 2013).



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