Tachas 458 • El Contador de Taxis • Rodolfo Herrera
Rodolfo Herrera
Hace muchos años que se para en la misma esquina. Después de la jornada de trabajo en una oficina, el Contador de Taxis se da a la tarea de contar los autos de alquiler que pasan por ese cruce de calles.
Para la mayoría pasa desapercibido, es un señor mayor de sesenta años, vestido como cualquier empleado: pantalón de vestir, camisa de manga larga, chaleco, zapatos bien boleados, reloj en la muñeca izquierda, lentes de fondo de botella y una o dos plumas prendidas al cuello de la camisa; cabello corto y bien peinado, con el partido del lado izquierdo, rasurado y con toda la apariencia de una persona robusta de su edad.
Se estaciona como un poste más de la calle, las personas pasan a su lado o esperan su turno guiados por las luces del semáforo. Él se queda ahí por horas. Fija su mirada en los vehículos, primero de una calle y luego de la otra, y suma mentalmente el número de taxis, hasta que se cansa y se va en silencio a su casa.
Se dice que en esa esquina un día subió a su único hijo en un taxi, con rumbo a la escuela, y que desde entonces no lo volvió a ver. Su consuelo es llevar la contabilidad de los taxis que pasan cada tarde por ese lugar, quizá esperando que el niño baje de uno de ellos.
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