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Enrique Metinides, El Niño

El fotógrafo Enrique Metinides

Paulina Mendoza

Enrique Metinides, El Niño, nació en la Ciudad de México en 1934. Desarrolló su trabajo fotográfico en el periodismo; sin embargo, sus fotografías han sido consideradas obras de arte, por su composición, su línea temática e impacto social. De 1946 a 1979 fue fotógrafo de accidentes, desastres, crímenes, etc. Su sensibilidad y mirada profunda fueron características fundamentales para que sus fotos hayan marcado la historia de las imágenes. inició desde niño su trabajo como fotoperiodista—razón de su seudónimo—, ya que laboraba inicialmente como ayudante de un fotógrafo en un periódico sensacionalista. Desde entonces se encargó de retratar por mucho tiempo sucesos en el diario La Prensa, mostrando el lado más cruel de la Ciudad de México, plasmando en imágenes asesinatos, muertes, incendios y catástrofes de toda índole.

Asalto y tiroteo en una Comercial Mexicana en la Ciudad de México.
Foto, Enrique Metinides

A pesar de que su fotografía no tenga en primera instancia el fin de ser reconocida en el mundo del arte, han sido expuestas en países como Inglaterra, Estados Unidos, España, entre otros. Lo que hace peculiar el trabajo de Metinides es que realizaba fotografías de sucesos espectaculares, pero siempre con una composición moderada, que no cae en el escándalo; manejaba una estética que transforma lo horroroso en una composición fotográfica muy allegada a una cinematográfica. Sus fotografías tienen un fuerte valor expresivo como suceso trágico. Cada una de sus imágenes cuenta una historia diferente; las fotos son estructuras narrativas inconscientes. A diferencia de otros fotógrafos de arte, Metinides lo es por cuestiones de azar y, con gran fuerza, por su calidad fotográfica.

El género fotográfico practicado por Metinides se interesa principalmente por temas de índole social. En estos tiempos, la fotografía es parte de nuestra vida cotidiana, es un elemento que puede impactar a gran parte de la población, ya que su distribución y aceptación residen en todas las capas sociales: “penetra por igual en la casa del obrero y del artesano como en la del tendero, funcionario, etc., de ahí reside su gran importancia política”.[1]

 

Una mujer llora a su novio muerto, apuñalado en el Parque de Chapultepec tras mostrar resistencia a unos ladrones. | Parque de Chapultepec, 1995.
Foto, Enrique Metinides

El nacimiento del fotoperiodismo tuvo lugar en Alemania; desde sus inicios la fotografía se convirtió en un elemento de lucha social. La recepción de las imágenes en el tiempo se caracteriza por su inmediatez, por la facilidad de interpretación y desciframiento a partir de la aparente objetividad de la imagen. Una imagen en el periodismo es fácil de entender, en ella no hay mucho espacio para las abstracciones; la foto en el periodismo debe ser objetiva, accesible, las imágenes se acercan a la emotividad: “al dirigirse a la sensibilidad, la fotografía está dotada de una fuerza de persuasión”.[2]

La fotografía se presenta como un lenguaje visual que, en el caso del fotoperiodismo, hace que la imagen se convierta en un medio para informar, para decir y dar testimonio de los hechos que acontecen en determinado tiempo y situación. La fotografía desempeña la función de testimonio, de documento que informa y registra un hecho específico. A lo largo de la historia, el trabajo en la fotografía periodística se ha desempeñado en mostrar imágenes de conflictos políticos y desastres naturales. La cámara se convierte en un elemento indispensable para registrar hechos de gran impacto en la historia de la humanidad, de eventos que no son parte de lo cotidiano pues marcan a la historia y trascienden: las guerras, los movimientos sociales, las catástrofes producidas por la naturaleza, etcétera.[3]

El trabajo periodístico de Metinides se encarga de plasmar las historias alejadas de la belleza; retrata a la realidad social inmiscuida en México. Su trabajo no muestra grandes hazañas ni espectáculos de talla mundial; revela una cotidianidad apegada a la urbanidad que se vive en la capital. Sus fotografías son muestra de la gran desilusión sustentada por las características de la sociedad mexicana. La desilusión viene de la mano con los grandes índices de violencia y pobreza dentro del país.

Rescate de un ahogado en Xochimilco, con público reflejado en el agua. | 1960
Foto, Enrique Metinides

Entre el espectador y las imágenes de Metinides hay un pacto un tanto perverso, ya que sus fotografías tienden a causar una sensación de voyeur. Metinides expone las emociones de situaciones que caen en las tragedias humanas, tal como lo dice Baudrillard: la condición humana sólo es posible cuando los seres vivos están unidos por sentimientos violentos de repulsión, de desagrado.[4] Las fotografías son parte de ello. Así, quienes observan su trabajo van formando un pacto con la realidad, una realidad oscura, triste y trágica. En sus fotos se ven revelados los crímenes más siniestros y obsoletos que puede haber en la cotidianidad: asesinatos, asaltos, choques, atropellamientos, suicidios, incendios, terremotos, inundaciones. El trabajo de Metinides consistía en plasmar cadáveres, ser parte de la escena del crimen en el momento indicado.

 

Dos hombres intentan disuadir a un joven que pretende suicidarse desde una torre de luz.
Foto, Enrique Metinides

Una de las fotografías más famosas de Metinides es la de “Adela Legorreta Rivas atropellada por un Datsun”, imagen capturada en el año de 1979, en el cruce de la avenida Chapultepec. La fotografía, que muestra a una señora degollada después del choque, no es alarmante ni escandalosa, es lo contrario: la composición y la armonía estética están en su esplendor, tan así que es difícil darnos cuenta de que es una foto de nota roja. Eso es lo que hace valioso el trabajo de Metinides.

Baudrillard afirma que la fotografía también es el arte de disociar el objeto de cualquier existencia anterior y de captar su probabilidad de desaparecer en el instante siguiente.[5] La fotografía se construye de instantes, pero su complejidad consiste en perpetuar el instante por mucho tiempo. El objeto fotografiado cambia de contexto, ya no es lo que fue, y eso sucede con el trabajo de Metinides cuando los hechos criminales se vuelven un acto estético, una obra de arte.

 

“Adela Legorreta Rivas atropellada por un Datsun» (1979), tomada en el cruce de la avenida Chapultepec en la Ciudad de México.
Foto, Enrique Metinides

Las instantáneas de Metinides generan una visión crítica de la situación que se vive en el país; podemos observar que las acotaciones de vacíonada y simulacro de Baudrillard y Bataille se pueden ligar a las fotografías, porque en ellas encontramos la pobreza, la marginación, la crudeza y la violencia generadas en el caos citadino y en la cotidianidad que les rodea, y de allí proviene su impacto. Bataille afirma que en el crimen y en la muerte existe la condición humana; las fotografías de Metinides son la condición humana.

[1] Giséle Freund. La fotografía como documento social, Trad. Josep Elías. Gustavo Gili, Barcelona: 2004, P. 123.

[2] ibid. p. 186. Tomamos en cuenta que la fotografía jamás podrá ser objetiva en cuanto que el objetivo se convierte en el ojo del que mira.

[3] ibid. pp. 186-189.

[4] Jean Baudrillard, El crimen perfecto, Anagrama, Barcelona, 1996, p. 59.

[5] ibid. p. 62

 




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Ana Paulina Mendoza Hernández (León, Gto., 1 de diciembre de 1988). Estudió la Licenciatura en Letras Españolas en la Universidad de Guanajuato y la Maestría en Artes en la misma institución.  Además de la poesía, tiene un especial interés por la narrativa y la escritura periodística. Autora del libro País de viejas profecías, publicado por Editorial Montea, 2017. Es compiladora y editora de la antología poética Voces del primer vagón, publicado por el Instituto Cultural de León. Colaboradora en el área de guion del próximo film de Amat Escalante. Actualmente escribe su siguiente libro.

 

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