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Tachas 466 • Casa de muñecas, de Henrik Ibsen • Jaime Panqueva

Jaime Panqueva

Casa de muñecas, de Henrik Ibsen
Casa de muñecas, de Henrik Ibsen
Tachas 466 • Casa de muñecas, de Henrik Ibsen • Jaime Panqueva


Regresemos a Henrik Ibsen y a Múnich, en esta ocasión, unos trece años antes de la primera representación de Hedda Gabler. Con Las columnas de la sociedad, que está pronta a estrenarse, Ibsen dará un decisivo giro en su producción hacia el teatro realista y será la antecesora de la obra que lanzará de forma definitiva al estrellato. Me refiero a Casa de muñecas, la pieza de su repertorio más representada en la actualidad, que se estrenará dentro de tres años.

Corre el año de 1876.  La talentosa escritora Laura Smith Petersen, más conocida por su nombre de casada, Laura Kieler, de regreso desde Italia a su hogar en Copenhagen, visita a la familia Ibsen. No encuentra a Henrik, pero conversa largamente con su esposa, Suzannah, y le confiesa que en el sur tuvo que pagar la larga recuperación de tuberculosis de su esposo, Víctor, con préstamos pedidos a espaldas de éste (algo ilegal en ese entonces) y que había falsificado algunos cheques bancarios para paliar sus finanzas. Víctor, ya restablecido e ignorante de lo anterior, se reunirá con ella en unas semanas. Pero el principal motivo de su visita es solicitar ayuda a Ibsen en la publicación de una de sus novelas, con la que espera obtener recursos suficientes para saldar sus deudas. Ibsen lee el manuscrito y se niega a recomendarlo por considerarlo deficiente. Poco después, la crisis financiera de los Kieler estalla al enterarse Víctor de los adeudos. Tras pedir el divorcio de Laura, le arrebata a sus hijos. Ésta cae en una terrible crisis nerviosa y es internada durante un mes en un psiquiátrico. Para octubre de 1878, mientras Ibsen tomaba la historia de Laura como modelo para Casa de muñecas, la pareja había restañado las heridas y vuelto a juntarse.

Ibsen, tras una mudanza a Italia, entre Roma y el hotel Luna de la costa amalfitana, finaliza la pieza en agosto de 1879. El estreno se realizará el 21 de diciembre, conforme al ambiente navideño escenificado, en la ciudad hogar de los Kieler, Copenhagen, donde aún se recordaba la crisis de la pareja. En el vórtice del escándalo, Víctor buscó que Ibsen desmintiera que su matrimonio había inspirado la pieza teatral. Éste se negó de manera categórica. La obra fue un éxito rotundo. Aunque tuviera que cambiarse el final para su representación en Alemania, la versión impresa agotó en menos de un mes los 8.000 ejemplares de la primera tirada; la segunda duró también poco en los mostradores. Ibsen se convertiría en una estrella de primer nivel en el teatro europeo y un adalid de la lucha feminista, a pesar de que no permitiría tantas libertades en su propio hogar…

Laura Kieler, por su parte, siguió escribiendo y publicando en Copenhage hasta avanzada edad. Ibsen seguiría en contacto con ella; en una de sus últimas visitas en 1891, le recriminaría haber explotado la desgracia ajena en su beneficio. Quizá para no perder la costumbre, la conversación fue empleada por el noruego como inspiración para su última pieza teatral, Al despertar de nuestra muerte. Laura, primero como Nora y luego como Irena. El teatro de la vida.

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