EL PIANISTA
Jeremías Ramírez Vasillas
Abrió la puerta. Dentro, la oscuridad no le permitió descubrir nada, pero percibió un aroma dulzón apenas perceptible. Alguien accionó el interruptor y un tenue resplandor rojo le permitió distinguir en el fondo de la habitación una caja de madera. Avanzó. Lo había hecho tantas veces pero sus piernas se estremecían siempre de emoción. Cuando estuvo a su alcance estiró los brazos pero una mano, como siempre, abrió la tapa para él. El aroma dulzón se hizo más intenso, el mismo aroma que regresaba como un oleaje. Una luz se incendió de súbito e iluminó el interior de la caja. Se estremeció. No recordó ni una vez que no se hubiese estremecido. Allí estaban sus manos, invariables, siempre igual, y en la misma postura, sobre almohadillas de terciopelo, pulcras y bien cuidadas, con los dedos ligeramente flexionados, como si estuvieran a punto de atacar el teclado de un piano, de un gran piano. El sonido que eran capaces de producir esas manos se hizo nítido en el recuerdo. Cómo le había dolido que se las hubieran cortado. Su vida, desde niño, había girado en torno a esas manos, que podían producir la música más hermosa capaz de embelesar a miles, millones, de personas.
Como otras veces, con un movimiento de cabeza dio una orden y estiró los brazos. Las manos que habían abierto la caja le tomaron de las muñecas y le zafaron las prótesis. Acercó sus brazos a la urna y la luz iluminó los muñones que se introdujeron en un vano intento de calzarse sus perdidas manos. Despertó.
El aroma dulzón rondaba incesante sus recuerdos. ¿Cuántas veces había tenido este sueño? Muchas veces, desde que decidió dar con los secuestradores para hacerles sentir un poco de lo que él había sufrido. Desgraciados. Se las habían mutilado a pesar de que había pagado abundantemente su rescate. Él hubiera preferido que también lo hubieran matado.
Pasó meses, muchos meses, con un dolor que le iba encogiendo el cuerpo como una uva cuando pierde su humedad. Cuando se resignó a seguir vivo decidió perseguirlos, no importaba si gastaba en su venganza todo lo que había ganado como concertista internacional y lo que seguía ganando con sus discos.
Cuando tomó esa decisión empezó a tener ese sueño. Tantas veces lo soñó que creía firmemente que cuando localizara a los secuestradores, el sueño se iba a hacer realidad: encontraría sus manos en una urna. Se observó los muñones. En ese momento sonó el teléfono. Oprimió una tecla con el muñón y oyó una voz masculina: “Señor, buenas noticias”. “¿Están seguros? ¿Ya lo comprobaron?” “Sí señor”. Colgó. Había invertido más de 10 años y mucho dinero, pero al fin alcanzaba su meta.
Lo llevaron a una zona residencial de suntuosas y enormes casas. La residencia a donde llegaron era hermosa aunque no exactamente como la había soñado. Cruzó una enorme sala y llegó ante una puerta de madera ricamente labrada. Se acercó. Dudó por un momento antes de abrirla, pero no dejó que la duda lo detuviera y de un empujón abrió la puerta.
Jeremías Ramírez Vasillas
Nació en la ciudad de México. Estudio la licenciatura en ciencias de la comunicación de la UNAM. Ha participado en los talleres literarios de Bernardo Ruiz, en la Casa del Lago de la UNAM, de Guillermo Samperio en la Casa de la Cultura de Celaya; de Ricardo Yánez y Sergio Mondragón en el Centro de las Artes de Guanajuato en Salamanca. Ha escrito diversos artículos sobre cine y literatura en los diarios AM de Celaya y El Nacional de Guanajuato, en los semanarios Perfil [de Celaya] y Miércoles en Celaya, y en las revistas Chopper de Guanajuato, Observador Internacional [de la ciudad de México], Diturna de Michoacán y en las revistas electrónicas Barsa.com de Editorial Planeta e Historia On Line, de España. Y ha publicado poesía en revistas de literatura del estado de Guanajuato, México. Ha publicado los libros: Comunicación educativa. La educación desde el punto de vista de las teorías de la comunicación, Universidad de Guanajuato. 2001; Arañas en el silencio y otros cuentos, Editorial Fuera de Comercio, Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Querétaro. Querétaro, Qro., junio, 2002 y Antología de cuento brevísimo, Editorial Casa del Diezmo, noviembre, 2002. Ha dirigido cuatro cortometrajes: 'Radio Búho', 'Parada: paraíso', 'Mina' y 'Sintonía 1700'.