Tachas 476 • C i u dad • Andrés Gomez
Andrés Gómez
qué pútrido sucio se contorsiona
tu nombre en mi lengua boca lengua
tu nombre fragmento de un camino vacío
como los cristales oculares de mis ojos
que por debajo de tu carne
van creando brecha
No escondes tus míseras piernas y aglutinas en tu boca
y aglutinas en tu boca
los días que repasas luego
con las manos
en el silencio de tus manos
Qué necias se mueven
tus caderas de asfalto
enterrado del cielo
inmensos tus ojos
en el abismo
del la tierra hueco que habito
Palpita la respiración
de tus pulmones desfigurados sobre las azoteas
y la noche transpira clamor te besa y se va
como un fuego que se apaga y te quema
Esto que escuchas de entre tus entrañas es mi canto vástago tarareo
el canto de uno de tus hijos que te escupe
una sonrisa endemoniada que te susurra insultos
bajo la sombra de mediodía que te acusa criminal
por robar la fibra de sus pestañas
y devorarla con el humo que hierve en tus encías
C i u dad
escucha el canto
devorado por tu inmensidad abnegado canto
abnegado canto
de un andariego
que se confunde en tu coraza de reptil cósmico
Viene, c i u dad,
tu nombre arrastrándose
por mis venas ahumadas
cuando transcribo en tinta el tarareo de mi pecho
Que la sombra de tus edificios enfría los pechos
con una rabia furibunda
y es la fuente del rencor de los sueños provincianos;
que los gritos de tus días ensordecen las miradas
con una furia veloz y es la culpa transeúnte
de las pieles que te sudan
C i u dad, la palabra te acusa
de ingrata sociópata
pintada de sonrisas macabras y de falta de memoria guardas en tu seno
guardas en tu seno
de madre descuartizada las horas fosforescentes
que apenas sobreviven
en los márgenes del ya fue y del no será
y huyes de mi voz
con las cenizas de tu calle desgastada por la rutina
Que la muerte se vende
dicen los rumores
a mitad de un bulevar
que se atoran en los autobuses y entre las esquinas
de los aparadores,
que los pasos de los hombres se pierden
en tu faz
inclemente
tras la lluvia
que arrastra los aromas de la cloaca y del arrabal,
que las últimas horas
de tu cuerpo bendicen a los monigotes de cebada ardiente
al igual que a los espantajos de carbón
y de costra y de tierra
los vendavales traen
bajo la hoz de su silencio
los contornos de tus labios que son humo de llanta
y a la vez pedazo de muerto
c i u dad, cierro los ojos
y tu nombre sigue bailando en mi lengua de piedra
sobre el tapiz de tus manos nacen florecen las estrellas moribundas
y pordioseras
que se arrastran por la orilla de las avenidas;
flacas estrellas derrumbadas en el paredón de los mercados
duermen libres y descoloradas sobre el vello ríspido
de tus muslos bronceados
te caminan ciegos enmarañados de periódicos y con las cejas carbonizadas
te caminan sobre tu longeva espalda aturdidos por el destello
de tu globalizada mueca; mientras, las cabinas telefónicas
se rompen con el sonido de la masa
yo te miro los dientes transexuales
que me muerden los nervios los pelos las venas
que mastican insaciables con los colmillos de moda,
mientras la muchedumbre vitorea
y el ahora
te palpita entre las piernas
el hoy jugoso y radioactivo
coloreado de labial
te pinta una sonrisa fingida
para que tu nombre no caduque iza con orgulla tu malpintada sonrisa
***
Andrés Gómez (Silao, 1996). Editor de la revista Granuja.
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