Tachas 499 • Ordenamiento • Alejandro Tarrab
Alejandro Tarrab
NACÍ, COMO CUALQUIERA, EN UNA SERIE DE CAJAS o conjuntos de tubería. Entradas y salidas que ofrecen el destino y la partida: alimentos que se intercambian por mierda para la tierra y luego la tierra, arruinada, devolviendo frutos intoxicados, diminutos, etcétera. Desde una de estas cajas vi pasar la vida y deseé, como cualquier otro niño, la muerte: la muerte inocente para mis padres y para mis hermanos, la muerte para mis conocidos y enemigos; transeúntes de pasos cortos avanzando por estrechas avenidas. Todo, desde el dominio de mi ventana.
Desde esta caja de la calle Xola, puesto de observación, viví la muerte de mis dos abuelos maternos.
Si bien no tuve religión, al morir mis dos abuelos católicos esta caja se transformó en la caja apostólica de mi vida. Después vendrían las cajas ulteriores, correspondientes al héjal (arón ha-kodesh), la Torah, la tefilá,º una misma rogativa. Pero ahora, este apartamento de la calle Xola, este puesto de observación, se transformó en un templo de cruces: una gran cruz por sí misma. Caja-cruz. Un santuario iluminado por la herida sangrante de la luz. Al fondo, Dios estaba enfermo y sus devotos aspiraban —y aspirarían, a partir de entonces— al sacrificio. Imitatione Christi. Por los siglos de los siglos la autoinmolación.
Mi ordenamiento tuvo lugar en este espacio. Un lugar donde el rostro de Dios está desfigurado, visto a través del espejo deforme del silencio: callar a Dios para después retenerlo enmascarado. En esta caja sin sumos-sacerdotes pronto alguien debía imponerse, y fui yo: el simple sacerdote, agente del beneficio y la maldición.
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