Experimental

Tachas 511 • Vivir de lo que hacemos • Jeanne Karen

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Jeanne Karen

 

Cuando estoy por comenzar a dar un nuevo taller de creación literaria, nunca sé qué me voy a encontrar, no sé cuáles serán las preguntas de las personas que inician las actividades conmigo. No cabe duda que siempre habrá sorpresas, como en cada trabajo, como en cada labor.

Hace unos días estuve en un taller muy ameno, con personas que realmente sabían de la materia, sentí que disfrutaban cada uno de sus textos, detrás de su trabajo previo en casa y noté que había en realidad idea de cómo escribir. Pero, lo que me llamó la atención fue que así, casi de la nada, una de las alumnas del taller, después de darle mis puntos de vista sobre su trabajo, me preguntó si es posible vivir de lo que hacemos, es decir, a final de cuentas, vivir de escribir. 

Le dije yo vivo para escribir, desde que tengo memoria, así han sido las cosas, en mi caso. Sin embargo, también le respondí y les conté en el grupo, de forma breve, que sí es posible vivir de escribir, pero muchas veces implica no solamente la parte creativa o creadora, es decir no nada más de escribir libros, hay que diversificarse.

Encontrar otra forma de vivir escribiendo, es abrirse paso entre revistas, periódicos, blogs, empresas de comunicación, instituciones que necesiten manejo de redes sociales, editoriales, escuelas. Si una como escritora, tiene planeado vivir para escribir y vivir de escribir, el camino es de subida, no hay nada en el panorama que como autoras, nos indique que las cosas serán fáciles, sencillas y que se darán a la primera. Creo que son pocas las escritoras a las que aun en nuestros días, se les da esa suerte, por llamarla de alguna manera, que más bien lo veo como que se les da ese lugar por su gran talento en gran medida y en menor medida por la buena fortuna, pero es necesaria, eso sí. 

Hay muchos casos de escritores que tienen mucha obra, que además es buena, pero que simplemente no logran hacerse un camino dentro del mundo literario o les ha costado mucho más que a otros, pero creo que es algo que pasa en todos los ámbitos de la vida.

Para mí lo más importante al final del día, es tener de qué escribir, luego tener ganas y la energía suficiente para hacerlo. Me gusta cuando tengo uno o varios temas en mente. Despejo mi área de trabajo, acerco una bebida, por lo general un buen café y comienzo con la página en blanco o bien retomo un texto que he estado trabajando durante algún tiempo.

Pero hay algo que es cierto, algo real, totalmente real, esa emoción de la página en blanco, la oportunidad de escribir una nueva historia, un nuevo poema, una nueva entrada para la columna.

Sigo sintiendo la misma emoción, como el primer día, solamente que ahora pienso distinto, no tengo prisa, no hay velocidad en mis manos, no hay una desesperación en el hecho de escribir. Queda más bien el deseo de hacerlo lo mejor posible, de dejar otro texto que aporte algo, un verso, una idea, que transmita sensaciones poderosas al lector.

Vivir de escribir sí es posible, yo también me pregunto a veces si vivir de cuidar mascotas es posible, o de arrojarse de un paracaídas. Creo que para todas las actividades humanas de nuestra vida moderna se necesita el impulso, las ganas, la imaginación, el amor por lo que hacemos, el tiempo, la inversión que estamos dispuestos a inyectarle a nuestro trabajo o labor.

Otra idea muy importante, en la que debemos detenernos es en la vocación y otra, igualmente relevante es el talento. Podemos realizar cuantas actividades nos deparen nuestros días, nuestra vida, pero no para todas tendremos el mismo talento, no para todas sentiremos el mismo llamado. Hay una complejidad mayor en todo lo que aquí les cuento. Por ejemplo en mi caso, amo la cocina, me encanta, pero como me falta el talento, tengo que dedicarle tiempo, mucho más del que una persona con dotes culinarias le dedica o alguien que ha estudiado para ser chef; en mi caso, lograría preparar una buena cena en una tarde completa, hornearía un buen pastel, quizá después de haber echado a perder varios. 

Lo importante es quitarnos el miedo, removerlo de todas las cosas que hacemos, de las trascendentes, las actividades de la vida diaria, las imprescindibles, las monumentales, las creativas. Contar con las ganas, ese primer impulso es necesario.

Para mí implica levantarme muy temprano, abrir un nuevo documento, comenzar por una línea, luego otra y otra. ¿No es así como se va construyendo la vida, no es así como al final los sueños se convierten en realidad?

Vivir de escribir es posible, pero me gusta más la idea de vivir para escribir, como le comenté a la alumna del taller.

A veces creo que en algún lugar está nuestro gran libro de poemas, la gran novela, pero de alguna forma tenemos que buscar. No aparecen de la nada, siempre hay que ser tercos en nuestro oficio, ver pasar uno tras otro los documentos de word, hasta que de pronto llega el significativo, el que está mejor escrito, el que transmite algo más allá de las palabras que se han plasmado. 

Vivir de escribir, es el sueño de las personas que escribimos, también lo es, vivir bien, tener tiempo para todas esas cosas que deseamos hacer, a parte de nuestro trabajo creativo. Como cada ser humano, no nada más queremos estar metidos en una habitación, en nuestro estudio con una infinidad de cosas por escribir, también nos dan ganas de salir, de caminar por el parque, de tomar algo.

Es una labor difícil sí, pero creo que es posible vivir de escribir, para algunos afortunados, así es; para la inmensa mayoría queda claro que debemos hacer un sinfín de actividades para poder dedicar algunas tardes o noches a lo que realmente nos apasiona: esos libros, esos textos que tenemos guardados en el escritorio de nuestras computadoras o en alguna libreta y tener un par de horas al día para abrir un nuevo documento, para llenarnos de adrenalina frente a la máquina  o la libreta, para liberar nuestras mentes de ese remolino que aparece de pronto y que lo abarca todo, es glorioso. Mi deseo es seguir viviendo para lo mismo, para escribir, para después de un día muy estresante, después de una jornada en donde el cansancio es lo único que queda, no sé de dónde saldrá fuerza,  pero abro mi vieja computadora y elijo alguno de los archivos que tengo a la mano, uno que ese día me impulse a escribir y comienzo, luego todo lo demás es parte de otra historia.

Amo escribir de todo, no sé si lo hago bien, algunas cosas dan más trabajo que otras, por ejemplo un poema, no es algo a lo que se llegue de forma sencilla, implica un largo proceso de pensamiento, o así es para mí, pero cuando llego a escribir un buen poema, me siento quizá como deben sentirse los grandes arquitectos, es como haber levantado un edificio magnífico, se queda uno cautivado por sus formas, por la profundidad, por el juego de luces y de sombras que disipa en su espacio, por el rugir del viento que atraviesa sus patios como si fuera la extensión de una voz, como si fuera una extraña música.

Y hay días en que la tristeza trata de invadir mi trabajo literario, luego vuelvo a los poetas que amo, recuerdo por ejemplo el poema de Tabaquería del gran poeta portugués Fernando Pessoa, la parte donde dice: 
El morirá y yo moriré.
El dejará su rótulo y yo dejaré mis versos.
En un momento dado morirá el rótulo y morirán mis versos.
Después, en otro momento, morirán la calle donde estaba pintado el rótulo
y el idioma en que fueron escritos los versos.
Después morirá el planeta gigante donde pasó todo esto.

 

¿Entonces, es necesario ponerse triste por no vivir de algo en particular, de algo tan volátil como escribir versos?

No lo creo, pero sigamos viviendo para escribir y para dejar poemas, para dejar una huella de lo que fuimos, pero mucho mejor, para hacernos vivir intensamente esa vida interior que nos da la literatura. 

 

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