El mastodonte vive mi casa. Todas las noches, cuando regreso de trabajar y me tiendo agotado en la cama, retumban sus duros pasos en el techo. Hay lapsos en que no se oye nada, y mientras me voy quedando dormido lo vislumbro pastando en un bosque de pinos, luego vuelve a andar con la monotonía de miles de años y me despierto. No sé cómo llegó ahí, de qué se alimenta o lo que hace en el día, mucho menos si su existencia me concierne. Podría irme lejos y dejarlo abandonado, pero la costumbre y un ambiguo e íntimo sentido de la responsabilidad me lo impiden. Además, sospecho que me seguiría a donde quiera que fuera. Hay ocasiones, sin embargo, que la carga es demasiado abrumadora, como si llevara encima un enorme peso todos los días de mi vida, y entonces me pongo a llorar en medio de la noche, y cuando el llanto es más fuerte dejan de sonar los pétreos pasos en el techo de mi cuarto y me parece percibir un sonido cavernoso, recóndito, que viene de arriba, y me consuelo pensando que quizá el mastodonte intenta llorar conmigo.

***
Armando Gutiérrez Méndez (León, Guanajuato. 1971). Narrador. Es licenciado en Derecho. Becario del FECA Guanajuato (1998; 2004). Premio Nacional de Cuento Efrén Hernández 2005 por Apilados cráneos de mamut de piedra. Premio Bellas Artes de Cuento San Luis Potosí 2010 por El rehilete. Parte de su obra aparece en las antologías Palabras germinales (Ediciones La Rana, 2001), Contar para vivir: Antología de cuento corto (Universidad Iberoamericana, 2002), Una cierta alegría en no saber a dónde vamos: cuento de Guanajuato, 1985 - 2008 (Instituto Cultural de León, 2009), Poquito porque es bendito: antología de microcuentos y cuentos breves (Universidad Iberoamericana/Instituto Cultural de León, 2013) y Alebrije de palabras: escritores mexicanos en breve (BUAP, 2013). 

[Ir a la portada de Tachas 512]