viernes. 19.04.2024
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Tachas 513 • Pollito frito • H. Salvador

H. Salvador

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Tachas 513 • Pollito frito • H. Salvador

Me dejaron encerrado en el carro, con las ventanas un poco abiertas, apenas abiertas como para que intente entrar el aire. Hace calor y quisiera poder bajarlas hasta el tope. A lo mejor y entra más fresco, pienso. Se están alejando, allá van. Voltean cada dos o tres pasos nomás para asegurarse de que sigo aquí, de que estoy esperándolos en el asiento trasero del lado del copiloto, viéndolos a ellos que me ven sabiendo que sigo aquí. Las vendas en mis antebrazos me pican. Me lo advirtieron bien, pero no me dijeron cuánto me iba a costar acostumbrarme al algodón prácticamente suave pegado a mi piel. Voltean otra vez. Sí, aquí sigo. Sin poder abrir un poquito más la ventana. Seguro para niños. Sí, aquí sigo y de aquí no me muevo. Aunque estaba de más que me lo dijeras; ¿a dónde y cómo piensas que me voy a poder mover? Ahí van, están caminando en dirección al Kentucky porque eso fue lo que les dije cuando rodándome en silla de ruedas saliendo de la clínica me preguntaron con una sonrisa qué se me antojaba comer. Eso fue lo primero que dije cuando el sol me tocaba las piernas flexionadas sobre la silla de ruedas. Kentucky. La enfermera fue muy amable, hasta cierto punto seductora, no porque esa haya sido su intención ni mucho menos, pero en mis órganos pareciese que todas mis células entraron en primavera. En mis venas corría más euforia que sangre. Le conté un chiste tanteando la posibilidad de que se convenciera a llevarme al baño y me la chupara hasta regresarme a un estado semivegetal que creo que fue como me vio la primera vez. Aquí sigo. Era muy guapa, tan guapa como mi entusiasmo post no-mortem me lo pudo susurrar. Aquí sigo con media erección en el asiento trasero del lado del copiloto y ellos ya han dejado de voltear hacia acá. Ya han entrado al Kentucky. ¿Quién prefiere la mugrosa ensalada de col por encima del puré de papa? Tengo calor y las vendas pasan a ser más insistentes. Ojalá no se equivoquen con mi té helado; siempre lo pido verde y con limón y siempre me lo dan o de frutos rojos o de durazno. No los odio, pero no son los mejores. Me palpo las bolsas de mis pantalones cafés sucios, los mismos con los que llegué a urgencias. Busco malhumorado mi celular porque olvido que me lo confiscaron hasta nuevo aviso. Estoy aburrido, con picazón y calor porque sigo aquí. Con un sobreesfuerzo logro tocarme la cara, apenas siento unos pelos. Necesito rasurarme, necesito bañarme y cambiarme de ropa. Necesito limpiar mi departamento. Necesito ya aclarar las cosas o irme a otro lado para no ser más una llamada de emergencia. A otro lado donde no les lleguen las llamadas de emergencia. Un paquete clásico de 12 piezas receta secreta con 3 purés de papa y un té verde helado con limón. Otro par de meses viviendo en sus casas, usando sandalias o zapatos sin agujetas, durmiendo con ronquidos ajenos a menos de cuatro metros de distancia. Otro par de mesecitos comiendo Kentucky, eso está bien. Otro par de meses tomando litros y litros de té sabor frutos rojos o de durazno. Ya me quiero quitar las vendas. Ya quiero salirme de aquí. Ya quiero salirme de aquí de perdido nomás para estirar las pezuñas. Ahí vienen ya. Están más delgados de como los recordaba, pero estoy seguro de que son ellos. Sí, son ellos. Pero. Pero, ¿y ese niño?, ¿por qué él trae a un niño de la mano? Están sonriendo y no es una sonrisa teatral como la de ellos al empujar mi silla de ruedas hasta el carro caliente y preguntarme qué se me antojaba comer, ni como la de la enfermera cuando le conté un chiste, o como la del doctor cuando me remendó el brazo. Son sonrisas de verdad. El niño también sonríe. Ya están aquí. Abren la puerta trasera del lado del copiloto y doy un salto hacia el asiento, hoy comeremos pollito frito, mi favorito. Hoy jugué mucho demasiado en el recreo con mis amigos, tanto que tengo tanto sueño y me voy a acostar. Ellos me levantarán cuando lleguemos a mi casa o me van a cargar y me voy a despertar en el sillón de la sala, con la tele prendida y mi plato en la mesa y un vasototote de té helado.

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H. Salvador (San Luis Potosí, SLP.)



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