sábado. 20.04.2024
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Tachas 514 • Asesinos seriales y salud privada • Alejandro Badillo

Alejandro Badillo

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Tachas 514 • Asesinos seriales y salud privada • Alejandro Badillo

A menudo encontramos en las redes sociales diatribas contra el Estado como proveedor de los servicios públicos. Los autores de estas críticas usan ejemplos de la corrupción en diferentes áreas del gobierno y nos dicen que si estas áreas fueran manejadas bajo la lógica empresarial serían eficientes y, por supuesto, un lastre menos para los contribuyentes que no tendrían que subsidiar instituciones que no tienen remedio. Los propagandistas de estas ideas pertenecen, claro está, al grupo que defiende la supremacía del libre mercado como único ente capaz de ofrecer prosperidad a la sociedad. Esta ideología, que tuvo su apogeo a finales del siglo pasado e inicios de éste, ahora es rebatida constantemente por la academia, aunque sus difusores siguen teniendo presencia en medios de comunicación que intentan convencernos de las bondades de un sistema que nunca funcionó o, mejor dicho, sí funcionó, pero sólo para la élite del planeta. 

Recordé este dilema a partir del caso de Charles Cullen –llamado por los medios sensacionalistas “El ángel de la muerte”– un enfermero estadounidense que mató –directa o indirectamente– a cientos de pacientes en los hospitales en los que trabajó entre finales de la década de los 80 y el año 2003. El año pasado la plataforma Netflix estrenó una película (The good nurse) y un documental que recuperan este caso que escandalizó a Estados Unidos. Como suele suceder hay una óptica que se concentra en el asesino y la tendencia en convertirlo en un monstruo. Es normal, pues asumimos que alguien que ha quebrado el pacto social –sobre todo en un tema tan sensible como la salud– es un personaje que no nos representa. Esto es aprovechado por el discurso mediático que rara vez cuestiona las bases estructurales que provocan los asesinos seriales, terroristas y personajes similares. 

Más allá de una crítica a la película y a sus virtudes o defectos narrativos, me gustaría analizar el caso de Cullen a partir de lo que nos advierte su historia. La salud es, quizá, la obligación más importante que tiene el gobierno para los ciudadanos. Es tan importante que debe o debería ser ajena a la lógica de la ganancia. El Estado debería endeudarse o perder dinero si es necesario, pero asegurar un servicio que salve la vida de las personas, las ayude a superar sus enfermedades o mejore su condición de vida. Sin embargo, los servicios de salud en Estados Unidos no son universales, no son manejados por el sector público y funcionan con diferentes formas de copago. Cullen había tenido, antes de su carrera como enfermero, un largo historial de problemas mentales, comportamientos antisociales e intentos de suicidio. Es cierto, como dicen los informes, que pudo actuar sin ser detenido por largos años gracias a que, cuando comenzó a trabajar en hospitales, no había un registro eficiente de los empleados y sus antecedentes. Sin embargo, cuando las autoridades de los hospitales comenzaron a sospechar de su involucramiento en muertes atípicas de pacientes, prefirieron despedirlo en lugar de llamar a la policía para una investigación a fondo. ¿Por qué lo hicieron? Como se puede ver en el filme The good nurse (basado en el libro de Charles Graeber) y, sobre todo, en el documental, la razón es simple: los hospitales no querían perder clientes y descrédito ante sus accionistas por una noticia que ponía en jaque su profesionalismo. De esta forma, prefirieron sacrificar a pacientes y poner en riesgo a muchos más para no comprometer sus ingresos. Este modus operandi se repitió en todos los hospitales privados en los que trabajó Cullen. En todos ellos bloqueaban la investigación de los detectives incluso después de muchos años de los hechos.

La lógica de la ganancia privada en sectores esenciales de un país se convierte en una sentencia de muerte o disminución de esperanza de vida para millones de personas. El documental La gran venta de Florian Opitz del 2007 muestra varios casos concretos en las que vidas humanas se perdieron o son afectadas cuando los servicios públicos esenciales pasan a manos de corporativos. Los trenes, antes orgullo del transporte inglés, fueron degradados por continuas ventas. La lógica de la austeridad para preservar las utilidades financieras hizo que el servicio fuera más deficiente e, incluso, provocara accidentes ya que los nuevos dueños no querían invertir en el mantenimiento de las vías, entre otras cosas. Otro caso es el de la electricidad en Sudáfrica. La venta de la compañía de luz estatal a inversionistas privados degradó la vida de millones de personas que no pudieron pagar las altas tarifas y que tuvieron que recurrir a prácticas ilegales para tener energía. Otro de los casos –el más dramático– es, precisamente, el que involucra el sistema de salud de Filipinas. Privatizado en su mayor parte, deja en el abandono a pacientes que no pueden pagar las cuentas y que ven cómo sus vidas y las de sus seres queridos se extinguen por enfermedades que podrían superar.   

¿Quién fue Charles Cullen? Fue, definitivamente, un hombre que debió recibir atención psicológica que lo ayudara a resolver los problemas que, finalmente, lo llevaron a matar a sus pacientes. Sin embargo, Cullen es una pieza más de un engranaje que, muchas veces, pasa desapercibido para la población. Es el engranaje que usa a los enfermeros como piezas desechables a pesar de la importancia de su labor y la cercanía con los pacientes. También Cullen es la cara visible, fácil de demonizar, de los directivos de los hospitales privados en Estados Unidos que consideran a la salud un negocio como cualquier otro y que casi siempre permanecen en segundo plano, ajenos a juicios y responsabilidades penales. En estos días, mientras el asesino serial cumple 18 cadenas perpetuas en una cárcel de Nueva Jersey, el periodista del Financial Times John Burn-Murdoch publicó el artículo de investigación: “Why are Americans dying so young?” en el que muestra que, entre otras cosas, independientemente del nivel de ingresos, la esperanza de vida en los Estados Unidos es cinco años menor que en Inglaterra, un país que también ha sufrido el embate de las privatizaciones y austeridad desde la época de Margaret Thatcher. A pesar de esto, Inglaterra aún mantiene la salud pública –fundada en 1948, después de la II Guerra Mundial, y la primera en ofrecer un servicio completo, universal y gratuito– como un baluarte de los servicios del Estado para los ciudadanos.  

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Alejandro Badillo (CDMX, 1977) es narrador, ha publicado tres libros de cuentos: Ella sigue dormida (Fondo Editorial Tierra Adentro/ Conaculta), Tolvaneras (Secretaría de Cultura de Puebla) y Vidas volátiles (Universidad Autónoma de Puebla); y la novela La mujer de los macacos (Libros Magenta, 2013).



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