viernes. 19.04.2024
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Cine • Salvadoras inesperadas • Fernando Cuevas

Fernando Cuevas

Evil Dead- el despertar (EU, 2023)
Evil Dead- el despertar (EU, 2023)
Cine • Salvadoras inesperadas • Fernando Cuevas

Una de las dificultades del género de terror alrededor de presencias sobrenaturales, radica en justificar de alguna manera la necesidad que tienen estas entidades para poseer un cuerpo humano, siendo más poderosas y capaces de moverse sin requerir un soporte físico. Más allá de este dilema, un par de películas coinciden en la premisa de arranque y plantean la emergencia de personajes heroicos que en principio parecerían quienes más necesitaban soporte: en notoria y resolutiva clave femenina, padres y esposos ausentes, los filmes apuestan por un gore que se escurre entre un desarrollo claustrofóbico, con referencias a criaturas ancestrales de incisiva amenaza.

Dos jóvenes se verán envueltas en una impensable e intensa misión: una arregla guitarras para una banda de rock y, antes de un concierto, descubre que está embarazada; la otra, es bailarina en un club tecno y decide robarse una buena cantidad de droga de los mafiosos que regentean el lugar. Ambas logran llegar con sus respectivas hermanas a sendos edificios que están semivacíos y en estado de abandono: tras las previsibles discusiones y reconciliaciones fraternas, terminarán intentando cuidar a sus pequeñas sobrinas por diversas circunstancias, ante el acecho de fuerzas sobrenaturales: maternidades presentes y emergentes, según el caso.

Con una intensa y descabellada –literalmente- introducción en la que una pareja y una amiga están en una casa de campo, Evil Dead: el despertar (EU, 2023) se integra a la saga que empezó con el corto Within the Woods (1978) de Sam Raimi, base para el clásico El despertar del diablo (1981) que recibió una síntesis-continuación en El despertar del diablo 2 (1987) y un viaje al pasado en Guerrero de las sombras(1992) con Ash (Bruce Campbell) como hilo conductor, también presente en una serie televisiva. Vendría después el digno remake Posesión infernal (2013), dirigido por Fede Álvarez para ahora renacer, diez años después, con nuevos bríos.

Toca el turno a Lee Cronin (corto Ghost Train, 2013; Bosque maldito, 2019), quien conduce esta nueva entrega que arranca un día antes del prólogo, en la que una madre (Alyssa Sutherland, terrorífica) y sus tres hijos reciben a la hermana/tía (Lily Sullivan, resuelta) justo cuando un temblor provoca un boquete que conduce a una bóveda en donde se encuentran unas grabaciones ceremoniales, advirtiendo la presencia de un demonio que, por supuesto, buscará entrometerse en el departamento y poseer a todos, vecinos incluidos, como si se tratara de un virus inclemente.

Por su parte, Jaume Balagueró (Frágiles, 2005; REC, 2007; Mientras duermes, 2011) vuelve a introducirse a un viejo edificio en Venus (España, 2022) en el que una joven (Ester Expósito) huye con una mochila llena de pastillas y llega al departamento de su hermana (Ángela Cremonte) y su pequeña y avispada sobrina. Pronto conocerá a unas extrañas vecinas, entre las que destaca la dueña del conjunto de apartamentos (Magüi Mira, siniestra) y a una niña con discapacidad, únicas habitantes del desvencijado edificio, además de la misteriosa “sirvienta”, que vive en el piso de arriba, entrega regalos entre sueños y hace ruidos extraños. 

Ante la desaparición de la madre, será la joven la que tenga que lidiar con los matones que la buscan y las particulares ritualidades que se van desplegando al interior del edificio en las afueras de Madrid. Entre la esperada diosa griega y Lucía la que trae la luz del día, una rotunda transformación se irá experimentando en el personaje central, responsable de alguien más allá de sí misma e invitada a asumir un rol para el que nunca imaginó estar convocada: eso sí, tratar de mantener la promesa de enseñarle a bailar a la sobrinita, aprovechando el energético tecno que se deja escuchar a manera de soundtrack.   

Con buena dirección de actrices, en especial las niñas (Nell Fisher e Inés Fernández) y cuotas de humor negro, ambas películas sostienen su premisa y consiguen construir personajes femeninos que terminan por interesar, más allá de ser solo víctimas propiciatorias o rebeldes sin causa; las atmósferas se edifican con la angustia esperada gracias a un manejo dinámico de la cámara, viajando entre los pasillos y los interiores; a la integración de angulaciones que resaltan la tensión y la perspectiva a través de puertas y recovecos, aderezadas por efectos de sonido vigorosos. Si bien de pronto se cae en algunas licencias argumentales, la verosimilitud de la lucha por la sobrevivencia se mantiene lo justo hasta los respectivos desenlaces. A partir de ahora, los ralladores de cocina, las copas de cristal y las engrapadoras, no se podrán volver a ver igual. 

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