Tachas 520 • Un par de preguntas sobre los vacíos • Omar de Felipe
Omar de Felipe
Conjunto Vacío, Verónica Gerber Bicecc, Editorial Almadía, primera edición julio de 2015
En algún fragmento de sus Cuadernos, Lichtenberg afirma que, quien no recuerda nada de un libro leído, es porque no ha hecho nada con aquella lectura. Son muchas las relaciones que podemos desarrollar con un texto, las reacciones que un libro puede provocar: la que me interesa para el presente es el cuestionamiento que genera al lector una obra. Conjunto vacío, de Véronica Gerber, es uno de esos libros que ha provocado esa reacción. Son cuestionamientos de los cuáles no me siento del todo lícito en nombrar, ciertamente.
En Conjunto Vacío, la protagonista narra en primera persona dos historias ligadas a sí misma: la experiencia reciente y continua de desamor con un hombre apodado Tordo, y la reconstrucción de un pasado nebuloso asociado a su familia y Argentina. Con una prosa limpia, el texto salta entre cartas, breves anotaciones, narraciones del día a día, todo esto apoyado por el uso de teoría de conjuntos. En la prosa se observa el uso de este recurso al acompañar a los nombres y pronombres de los personajes con una mayúscula entre paréntesis. Así, Tordo(T) y Hermano(H) son designados como conjuntos La segunda forma en que la autora utiliza la teoría de conjuntos es con dibujos de diagramas de Venn, utilizados de manera libre para acompañar la prosa. Y si al inicio del párrafo escribo “historia” en cursivas es porque la narración es más bien un trazo difuso y fragmentado, sin alcanzar la solidez de una trama convencional.
Me tomo la libertad de hacer una descripción medianamente pormenorizada de la obra para lanzar un par de preguntas. La primera: ¿En verdad era necesario el recurso de teoría de conjuntos para la obra? Dicho de otra manera ¿Qué hay en la obra que no puede transmitirse sin dicho recurso? La pregunta lleva a otras preguntas, y es un buen momento para recordar que una obra, o en este caso, un libro, no tiene deberes, por lo que el autor es libre de usar el recurso que se le antoje. Pero tratemos de responder a la pregunta: ¿Era necesario? Se puede intentar responder mirando el fondo, el contenido de la obra. La narración tambalea entre una meditación -que se quiere profunda- sobre la ausencia, el romance y la memoria, por un lado; por el otro, están anotaciones y comentarios sumamente triviales e inconexos con el resto de la narración. En un fragmento de la obra, la protagonista detalla el -y no encuentro otro adjetivo para describirlo- desafortunado recuerdo de un profesor que tuvo. Coincide que el profesor era japonés, también coincide que la protagonista lo convierte en una caricatura; lo rememora diciendo, y cito: Pala hacel tabla triplay, albol gila dentlo del sacapuntas gigante, viluta de tlonco aplastada en glan plancha. Se encuentra también una insulsa historia de desamor; sí, fragmentaria, sí, íntima, sí, honesta, y se seguiría esto hasta poder resumirla en contemporánea. Una conversación entre amantes que inicia con un “Oye ¿y Yo(Y) cómo me veo, eh? Seguro parezco perro mojado” y finaliza con un “Te ves bien. Te ves…bonita” no podría sustentar la profundidad que la obra intenta desplegar. Una narración que incluya lugares comunes ligeramente variados como “nudo en el esófago” es la base del nuevo recurso en Conjunto Vacío. Pero esta pequeña digresión me lleva de nuevo al punto inicial, y es que la pregunta ha sido planteada erróneamente. Lo que sucede es que los diagramas en la obra son utilizados como una mera extensión, en la mayoría de los casos, de la prosa, de la narración de la protagonista. No se trata de aquello que no pueda expresarse mediante diagramas, sino que, en la mayor parte de la obra, los diagramas ilustran o ejemplifican a la palabra. Y si la prosa es la ya ejemplificada, ¿acaso valió la pena utilizar los conjuntos como recurso?
Lo anterior deja pendiente los temas de la ausencia y el exilio de Argentina en la obra. De ambos, se entiende que la obra les concede un lugar serio. Existe una divagación acerca de la figura faltante de la madre, fugitiva de la dictadura en Argentina. En su lugar, toma preponderancia fragmentos sobre Nancy (amiga de la protagonista), Marisa Chubut (otra exiliada argentina), la Abuela, etc., personajes secundarios en la obra. Una primera lectura podría sugerir que Marisa Chubut es la imagen donde la protagonista explora la ausencia de su madre. Sin embargo, no existe una base sobre la cual proyectar la vida de Marisa. Los detalles sobre la rutina de la protagonista, la amistad con Nancy, las observaciones sin objetivo a través de un telescopio y la reconstrucción de la vida de Marisa, ahogan las cavilaciones sobre la ausencia de la madre. Dicho esto, queda por responder qué tan relevante es el tratamiento de la dictadura en la obra; se deja claro que la madre no es una víctima de esta última. Parece que existe en la obra un deseo tácito de hacer propio el castigo y la persecución de la dictadura, a pesar de la evidente lejanía con la misma. “A veces también hemos pensado que la historia de Mamá(M) tendría más sentido si pudiéramos [...] exigir que nos la devuelvan. Pero es absurdo, porque no desapareció como los demás”. Ciertamente no es la primera obra que retoma una fragmento distante de la historia y lo ficciona en un escenario ajeno, “Morirás lejos” retoma el horror de la persecución judía en un contexto bastante alejado, Cesar Vallejo hace lo mismo en “Los heraldos negros” para una guerra mundial distante. ¿Por qué traer esto a colación, entonces? Por una parte, la prosa ya descrita incita a una lectura que se decante por la ligereza, por lo frívolo. Por otra parte, el trato que se le confiere a la ausencia y a la dictadura sugiere una lectura en dirección opuesta. En especial, la dictadura en la obra se lee como una especie de legitimación sumamente inconexa. De esto surge una incoherencia interna, de la cual no parece ser consciente la obra.
Pero lo anterior son apenas galimatías si observamos un panorama más amplio. Ya se ha dicho, una obra no nos debe nada. Lo que verdaderamente llama la atención es la recepción que tuvo Conjunto Vacío por parte de la crítica. No es difícil encontrar comentarios que la califiquen de “ingeniosa” u “original”. Es aquí donde surge la pregunta ¿cuál es la originalidad de la obra? Obra, o libro, o artefacto, como prefiera ser llamado. Porque lo cierto es que el libro-objeto está en cuestionamiento desde mediados del siglo XX. Si nos remitimos a obras contemporáneas, Permanente obra negra de Vivian Abenshushan es una propuesta más arriesgada, si hablamos de transgredir los límites del libro: no solo corta al libro físicamente, sino que propone una lectura errática en internet. En cuanto a híbridos de ensayo, poesía, crónica, Caída del búfalo sin nombre de Alejandro Tarrab se apoya también de fotografías, dibujos y la supresión de letras, para explorar lo indecible, el silencio de los suicidas, y lo hace de una manera, a mi parecer, más lograda. Incluso retoma la exposición de una pieza, “Paleografía con fuego”, una fotografía y carta que, por acción de la intensa luz, serán borradas hasta que no quede sino la supresión. Ahora ¿Crónica de exiliados, entremezclada con nostalgia y meditaciones sobre la memoria? Los emigrados de Sebald está disponible desde hace bastantes años. La lista podría seguir, pero se me ocurre una última cuestión: ¿qué circunstancias hicieron posible la elevación de esta obra como un éxito? Es una pregunta imposible de responder en el presente texto, pero importante nombrarla, y mucho más, responderla.
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Omar de Felipe Solís (Orizaba, 1997), licenciado en ingeniería en computación y sistemas en UPAEP. Ha publicado ficción en la revista Mula Blanca, en el suplemento cultural El Confabulario de El Universal. Cuenta además con reseñas en El Popular de Puebla, el portal Pez Banana y una publicación en Rio Grande Review, journal de arte contemporáneo de la University of Texas at El Paso.
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