EXPERIMENTAL
Tachas 533 • La Duda • Jeanne Karen

Cuando no sabemos algo, preguntamos, cuando deseamos aprender mejor algo, estudiamos, cuando necesitamos alguna dirección o usamos un GPS o buscamos a alguien que camine por la calle y le pedimos ayuda.
Pero, ¿qué sucede con todas esas preguntas para las que no tenemos respuesta o para las que no podemos encontrar una adecuada en ninguna fuente?, porque las respuestas están en nosotros mismos. Es difícil, es duro aceptarlo, sin embargo sabemos diferenciarlas perfectamente de las otras, de las que sí tienen una solución fuera de nuestra propia mente, de nuestro contexto.
Preguntarme a mí misma, la mayor parte del tiempo en primer lugar, es algo que duele. Muchas veces tengo claridad, sé cuál es la verdad, sin embargo, a veces ni siquiera deseo formular un cuestionamiento, porque sé lo que viene en seguida. ¿Dudar hace daño?, ¿nos pasará lo que a la mujer de Lot, que por mirar, por cuestionar, por querer saber, volteó la cara y quedó convertida en estatua de sal.
Arrojarse al vacío también duele. Duele no saber a dónde vamos, con quiénes vamos. Arrojarse es un acto de valentía, de fe; quizás hasta de necedad.
Cuando somos jóvenes no lo vemos, simplemente nos dejamos caer o nos elevamos, salimos del abismo, pero conforme pasa el tiempo y se proyecta la película de nuestras vidas, vamos dudando de la trama.
¿Me volví cautelosa?, me pregunto, ahora tomo aire, respiro profundamente, medito. La persona impulsiva que fui, se va quedando en el fondo, como esas figuras que se desvanecen con la luz en una fotografía.
¿Qué me sostiene, qué me anima, cómo es que sigo, cómo continúo en este plano?
Quizás sea la duda esa fuerza que me permite seguir. Despertar, abrir los ojos, venir a la máquina a escribir un poco. Esa pasajera de los días, de los míos o de muchos seres humanos.
¿Qué pasaría si…? O la otra duda, la peor, la más terrible, la que no tiene una sola respuesta, a la que queda contestar con todas las posibles, esa que suena, que parece que alguien la suelta a nuestras espaldas, para después respirarnos en la nuca: ¿qué hubiera pasado si…? Es la más dolorosa, la más penosa, la más recurrente. Se queda en nuestra vida, en nuestros días como un fantasma, como la bruma que se levanta por las tardes cuando se oculta el sol.
Hace poco escuché una historia tan poética, bella y dolorosa: un hombre mayor dejó pasar mucho tiempo una revisión de la vista, de vez en cuando conseguía o compraba lentes de segunda mano y los utilizaba como podía. Pero pasaron unos años y su vista se dañó; lo que tal vez era solo cansancio, se convirtió en un verdadero problema, de esos que solamente se resuelven con una operación para ambos ojos. Él vivió con la duda por tanto tiempo, es decir, era obvio que no veía bien, pero no quiso indagar más, no se hizo una prueba, no supo en realidad cuál era la condición de sus ojos, hasta que llegó al punto de inflexión.
¿Por qué nos quedamos con la duda?, ¿por qué la reservamos como un paquete sin abrir que se queda encima de una mesa?
A veces las respuestas son dolorosas, pero la mayor parte del tiempo, también son necesarias. Y otras veces como con la mujer de Lot, debemos quedarnos con la duda, que no nos detenga la curiosidad, que el morbo no nos deje como a los gatos cuando los encandila una lámpara.
Si es una respuesta que necesitamos, hay que afrontarla, pero si en realidad no precisamos saber, siempre es mejor dejarla pasar. Hay algunas que nos van a abrumar, que nos quitan la paz, aunque sea difícil de creer, nos muestran más preguntas y seguramente vamos a caer en una espiral de la que es difícil recuperarnos.
Es cierto, la duda mata, pero también algunas respuestas.
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Jeanne Karen (San Luis Potosí, México, 14 mayo 1975). Estudió Ciencias de la Comunicación en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Temas como la muerte, la introspección y la complejidad semántica en la comunicación en relación con el autismo y las ciencias exactas como las matemáticas y la física, influyen su trabajo en un debate casi ético. Premio estatal de poesía Viene la muerte cantando (1998), Premio de Poesía Salvador Gallardo Dávalos (1999), de Poesía Manuel José Othón (2002 y 2006), Premio de Periodismo Francisco de la Maza por Publicación o Programa de Difusión Cultural (2009).
Ha publicado los libros: Simulación dinámica (Bitácora de Vuelos, 2015), Cementerio de elefantes (Múltiples editoriales). Hollywood (Ponciano Arriaga), Menta (Ponciano Arriaga).