CRÍTICA
Tachas 535 • Ideas que salvarán a México: la #LeySilla • Alejandro Badillo
Alejandro Badillo
En un capítulo de la séptima temporada de Seinfeld –quizá la serie más famosa de los 90 en Estados Unidos– George, uno de los personajes principales y mejor amigo de Jerry Seinfeld, busca que un guardia afroamericano de una tienda de ropa no esté de pie todo el tiempo y tenga acceso a una silla. George, yerno del dueño del negocio, no puede soportar que el hombre esté de pie todo el día y logra, al fin, darle una mecedora para que descanse. En la escena final del capítulo, la tienda es asaltada por un par de ladrones mientras el guardia duerme plácidamente en la mecedora. No hay, por supuesto, ningún mensaje revolucionario en el capítulo, pues Seinfeld nos ofrece la perspectiva de unos blancos de clase media y sus dilemas que rozan una superficialidad absurda. Incluso, el final se ensaña con el guardia, pues pasa de ser un medio para que George no se sienta culpable a un irresponsable que se duerme en el trabajo. El espectador de ese capítulo pudo haber llegado a una conclusión obvia: las buenas intenciones siempre acaban mal y es mejor que el statu quo se mantenga, por más incómodo que nos parezca. La alternativa es la violencia o el caos.
El capítulo fue recordado, convenientemente, por un usuario de Twitter a raíz de la iniciativa #LeySilla impulsada por Rodrigo Cordera, político del partido Movimiento Ciudadano, quien ya fue candidato a la alcaldía Benito Juárez en la Ciudad de México. En su campaña, difundida sobre todo en redes sociales, promueve una ley para que los empleados de tiendas de conveniencia, departamentales y de servicios tengan una silla para que se puedan sentar durante su jornada laboral. El político muestra, en varios videos, las quejas de los trabajadores y, sobre todo, los problemas físicos que sufren al estar de pie mientras atienden a los clientes. La propuesta, para cualquier lector con un poco de sentido crítico, es problemática, por llamarla de alguna forma. Cordera, es verdad, ha impulsado iniciativas para reducir la jornada laboral en nuestro país. Sin embargo, el hecho de legislar para que un empleado tenga una silla recuerda el capítulo de Seinfeld que describo, pues parece hablar más de las necesidades de Rodrigo Cordera como político que de las necesidades de la base trabajadora que, con justa razón, se queja de las largas jornadas de pie. En el capítulo de la serie, George siente que la presencia del guardia de pie lo ofende, pues le hace recordar que es alguien que normaliza la explotación. Desconoce, en absoluto, todo lo que tiene que ver con la dinámica laboral de quien desea socorrer. Por esta razón asume que una silla hace toda la diferencia.
El político de Movimiento Ciudadano representa muy bien lo que podríamos llamar una “ansiedad social” de nuestra élite, que se siente llamada a actuar ante la desigualdad e injusticias que perciben en su entorno, pero que no viven en carne propia. De esta forma, muchas soluciones propuestas van de lo a lo cosmético a lo simbólico. Los empleados de las tiendas tendrán sillas –si los patrones cumplen con la ley propuesta y si hay un sistema eficiente de denuncias para castigar si no lo hacen–, pero el trabajo seguirá sin cambios, pues se necesita rendir como antes en las empresas. Incluso –y lo digo como exempleado de una librería, exmesero y maestro que da 27 horas de clase a la semana, con una silla cómoda en su escritorio que casi no puede usar– el ritmo de trabajo te impide aprovechar el mobiliario a tu disposición para descansar.
¿El empleado de una tienda agradecerá una silla en su trabajo? Por supuesto. Bienvenidas las sillas. La pregunta interesante es: ¿se avanzará efectivamente en los derechos laborales legislando, una por una, las agresiones más visibles del capitalismo para un sector de la población? Los repartidores de paquetería necesitarían una ley para que tengan, en sus recorridos, acceso al baño, pues es conocido que muchos de ellos tienen que llevar botellas para orinar, ya que no pueden perder tiempo en sus traslados. Oficinistas tendrían que pedir una ley para que durante su jornada tengan un rato para ir a desayunar, y los empleados de los llamados “call centers” una regulación para que no les midan el tiempo cuando necesitan ir al baño. Para no llevar esta idea propia de la más alucinada burocracia legal y, sobre todo, para llevar a la práctica una defensa más profunda de los derechos laborales, se tendría que atacar el corazón de un sistema que considera al trabajador como un recurso y un activo a explotar. Esto implicaría, entre otras cosas, revitalizar a los sindicatos para que las personas tuvieran la oportunidad de construir sus propias demandas con base en su experiencia. La #LeySilla y otras propuestas de tipo paliativo pueden enmascarar y prolongar el drama que viven millones de personas en el país, pues crean la sensación que se avanza significativamente en una relación más empática entre el empresario y aquellos a quienes contrata. Hay que tener cuidado con eso.
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Alejandro Badillo (CDMX, 1977) es narrador, ha publicado tres libros de cuentos: Ella sigue dormida (Fondo Editorial Tierra Adentro/ Conaculta), Tolvaneras (Secretaría de Cultura de Puebla) y Vidas volátiles (Universidad Autónoma de Puebla); y la novela La mujer de los macacos (Libros Magenta, 2013).